La identidad cultural no es algo que uno pueda encontrar, heredar o recibir como un producto prefabricado. Sin duda, es el resultado tanto de una negociación como de una construcción que comienza en los primeros años de la infancia. Bien dijo la poeta y narradora mexicana Rosario Castellanos: 'No es posible vivir/ con este rostro/ que es el mío verdadero/ y que aún no conozco' (Poesía no eres tú 179). Este proceso es evidente en culturas híbridas como la mexicana y la mexicano-americana, las cuales se han desarrollado y evolucionado dentro de los intersticios entre las culturas europea y amerindia y entre la aplicación de proyectos modernizantes y la persistencia de formas tradicionales de vida. La literatura mexicana y aquella creada por autores de origen hispano en los Estados Unidos se han interesado en abordar este tópico, ya que ambas se encuentran inmersas en ese contexto de in betweeness o intersticiedad.

El propósito primordial del análisis que a continuación presento ha sido el comparar un par de destacados ejemplos de cómo esas dos tradiciones literarias, tan interconectadas, han descrito el mencionado proceso de negociación y construcción de identidades tanto en individuos como en comunidades. Balún-Canán (1957) y Bless Me, Ultima (1972) son novelas que presentan a niños que han crecido en los márgenes de fronteras políticas, sociales y culturales y cuyos antepasados proceden de diferentes culturas y grupos étnicos. Estos pequeños se enfrentan a diario a la interrogante que, de acuerdo con el Premio Nobel mexicano Octavio Paz, los pueblos en vías de desarrollo usualmente se plantean: '¿Qué somos y cómo realizaremos eso que somos?' (El laberinto 9). Una niña ladina[1] en Balún-Canán y Antonio en Bless Me, Ultima experimentan la construcción de su identidad dentro de comunidades específicas. La niña ladina, cuyo nombre jamás se menciona en la obra -lo cual es sumamente sintomático de su marginalidad-- se desarrolla en los años 30 del siglo XX, en la región de Comitán, Chiapas, en el sureste de México, a unos 90 kilómetros (alrededor de 56 millas) de la frontera con Guatemala. Antonio habita en el estado fronterizo de Nuevo México, en un pueblo ficticio llamado Las Pasturas, en los años 40, en plena época de la Segunda Guerra Mundial. La meta consciente o inconsciente de ambos niños es ensamblar todas aquellas piezas de sí mismos que se encuentran dispersas. Para alcanzar tal objetivo, cuentan con la ayuda de mediadores o mentores que les enseñan cómo establecer un diálogo con el pasado, la naturaleza y su realidad a través de la tradición y construyendo puentes hacia otras influencias culturales. En el caso de la niña ladina, su mediador es su nana, una indígena tzeltal, en tanto que Antonio tiene el apoyo de Ultima, quien de acuerdo con la información proporcionada en la novela es una curandera con fuertes raíces indígenas.

Aunque la novela chicana Bless Me, Ultima se encuentra incluida dentro del universo de la literatura estadounidense, considero que comparte preocupaciones similares con la novela de Castellanos en lo que se refiere a la persistencia del racismo, el sexismo y el colonialismo en dos regiones 'sureñas' donde las fronteras cultural, racial y nacional se tornan imprecisas y vagas por los constantes desplazamientos de personas e ideas. Mi interés es probar que ambas novelas concuerdan en su visión de los resultados de tales desplazamientos y en su perspectiva sobre cómo estos últimos hacen imposible sostener o defender la noción de una identidad fija e inmutable con base en el origen y nacionalidad de una persona o un grupo de individuos. De hecho, esta indefinición de las varias fronteras hace necesario un trabajo de ficción, una especie de chamanismo literario, a fin de construir identidades en las que confluyan las diversas vertientes del pasado que ni el nacionalismo ni la modernidad pueden explicar adecuadamente.

Los niños protagonistas de Balún-Canán y Bless Me, Ultima construyen su identidad a través de una serie de procesos. Primero, necesitan reconocer su incapacidad de evitar su hibridismo cultural. En otras palabras, deben percatarse de que no es factible para ellos el afiliarse a sólo uno de los múltiples componentes de su cultura. Segundo, es necesario que ellos reinterpreten y re-imaginen su relación con el pasado, la tradición y aun la naturaleza, a través de una estrategia de transculturación. Para alcanzar este objetivo, deben transgredir los rituales de instituciones -como la familia, la Iglesia católica y la escuela-- que han apoyado y promovido la perpetuación de algunos vestigios coloniales, mismos que han causado en estos pequeños una crisis de identidad. Finalmente, estos niños eligen un camino alternativo que se aleja de aquella lucha traumática provocada por las oposiciones que han concurrido en estos protagonistas. Tanto la niña ladina en Balún-Canán como Antonio en Bless Me, Ultima han escogido la palabra escrita y la imaginación literaria para seleccionar y dar coherencia a esas piezas de sí mismos que se encuentran dispersas y residen en sus recuerdos.

Los protagonistas y otros personajes de estas novelas son evidentemente híbridos y multirraciales. Los dos niños son mestizos, una mezcla racial y cultural de raíces europeas y amerindias. Aunque la niña ladina y Antonio viven en diferentes contextos geográficos, comparten los vínculos que los unen a México y a su pasado. Este hecho me lleva a sustentar mi análisis comparativo en autores como Octavio Paz, José Vasconcelos y Gloria Anzaldúa, quienes han abordado la creación de las identidades mexicana y mexicano-americana. Aunque cada uno de ellos ofrece perspectivas diferentes e incluso opuestas en cuanto a este asunto, estos autores están de acuerdo en que la mexicanidad se encuentra en formación y que el mestizaje -entendido en este caso como la mezcla cultural y racial de europeos y amerindios-- es aún un proceso irresoluto.

En su importantísima obra El laberinto de la soledad (1950), Paz pone especial atención en el carácter contradictorio de los mexicanos. De acuerdo con este autor, sólo pocos de ellos 'tienen conciencia de su ser en tanto mexicanos' (11). Por otro lado, Paz explica que la construcción de la identidad de estos últimos es sumamente problemática debido a que viven en diferentes niveles históricos. 'Las épocas viejas no desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas manan sangre todavía' (11). Esta superposición de niveles históricos es evidente en las vidas de la niña ladina y de Antonio. Ellos viven en comunidades que se hallan en transición de lo rural a lo moderno y donde añejas prácticas coloniales subsisten al lado de ideas, sistemas y estructuras que tienen más que ver con el futuro.

Otra contradicción que Paz observa en los mexicanos es su naturaleza dividida como hijos e hijas de la conquista española y de la derrota indígena. Según Paz, dicha conquista representa una violación simbólica y literal (77). 'El mexicano no quiere ser ni indio, ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como una abstracción: es un hombre' (78-79). Con base en esta visión, uno puede concluir que la tragedia del pueblo mestizo es tener un rostro cultural sin rasgos, tal como un hombre o una mujer cuya cara es una roca sin esculpir.

La visión de Paz implica que los mexicanos no hemos resuelto nuestro pasado y no estamos completamente dispuestos a hacerlo debido a que re-imaginar, reinterpretar y re-presentar aquel pasado provocan un profundo dolor en virtud de las heridas aún abiertas causadas por la conquista. Los niños protagonistas de las novelas de Castellanos y Anaya enfrentan este dolor potencial. Pero en lugar de dejarse atrapar por el trauma descrito por Paz, estos personajes siguen un camino más creativo para establecer y reafirmar su sitio dentro de sus comunidades y su cultura y frente a otros pueblos, aunque la niña ladina no es capaz al final de completar este proceso. Estos niños son conscientes de sus contradicciones internas, pero no tratan de negar su pasado. Por el contrario, buscan resolverlo proyectándolo hacia el futuro. Lo que es más, ellos se encuentran dispuestos a esculpir simbólicamente su propio rostro y no permitir que otros lo hagan por ellos. Esta visión se halla vinculada a las ideas de José Vasconcelos y Gloria Anzaldúa respecto del potencial utópico del mestizaje.

Al igual que Paz, la mexicano-americana Gloria Anzaldúa reconoce el choque cultural y la lucha interna que están implícitos en el proceso de mestizaje. Sin embargo, ella se aleja de la visión de Paz. Monika Kaup comenta que en lugar de enfocarse en el pasado irresoluto del mestizaje mexicano, Anzaldúa dirige su atención hacia el futuro. Dice Kaup: '[Anzaldúa] replaces the figure of the tragic mestizo, nostalgically looking back to a lost homeland, with the figure of a `new mestiza', who embraces the utopian potential of her hybrid identity' (195). En otras palabras, Anzaldúa se afilia a las ideas que José Vasconcelos, uno de los precursores de Paz, expresó en La raza cósmica (1925). Vasconcelos señala que el futuro de la humanidad depende de la creación de una quinta raza, una mezcla de todas las razas del mundo. Él considera que el continente americano -especialmente Latinoamérica-- es el lugar donde esa raza emergerá. Para Vasconcelos, el mestizaje es un fenómeno que hace a las culturas más fuertes.

En Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987), Anzaldúa se vale de la teoría de Vasconcelos para proponer que las mexicano-americanas construyan una consciencia mestiza para deshacerse de los dualismos implícitos en las oposiciones español-indígena, masculino-femenino, raza blanca-raza de color. Anzaldúa señala:

The answer to the problem between the white race and the colored, between males and females, lies in healing the split that originates in the very foundation of our lives, our culture, our languages, our thoughts. A massive uprooting of dualistic thinking in the individual and collective consciousness is the beginning of a long struggle, but one that could [...] bring us to the end of rape, of violence, of war. (80)

Cuando una mestiza rompe con esas dualidades, se encuentra lista para desarrollar tolerancia ante las contradicciones y la ambigüedad. 'She learns to be an Indian in Mexican culture, to be Mexican from the Anglo point of view. She learns to juggle cultures' (Anzaldúa 79).

En Balún-Canán, la protagonista es precisamente una mestiza que lucha por desarrollar una nueva conciencia de su hibridismo y por destruir elementos opresivos, ancestrales y modernos, al evitar la inercia cultural y beneficiarse de sus orígenes multiculturales.

A pesar de que Antonio, el protagonista de Bless Me, Ultima, no es un personaje femenino, su mentora es una mujer con una conciencia del hibridismo de la cultura en que se ha desarrollado. Ultima guía a Antonio a seleccionar aquellos elementos del pasado y de la tradición que lo ayudarán a establecer puentes de entendimiento no sólo dentro de sí mismo sino también con la cultura angloamericana. En suma, Antonio aprende a mirar su pasado, su presente y la realidad futura a través de una nueva conciencia que soslaya el conflictivo modelo del pensamiento dualista.

Sin duda, si uno compara el modelo de mestizaje manejado por Paz con el de Anzaldúa y Vasconcelos, es evidente que la principal diferencia entre ellos es que el de Paz describe la imposibilidad de los mestizos de abrirse a influencias externas debido a un complejo de inferioridad surgido de la conquista. Por otra parte, Vasconcelos y Anzaldúa proponen un modelo fundamentado en la apertura al exterior y a la influencia de otras culturas. Especialmente en la aproximación de Anzaldúa, se encuentra implícito que tal apertura es posible a través del rompimiento de estereotipos. En virtud de lo anterior, la nueva mestiza -y yo diría que todo mestizo con una nueva conciencia-- no se encajona en los patrones deterministas y machistas de otros mestizos, ni en las ideas inamovibles, ni en los prejuicios de la cultura eurocéntrica dominante. Por tanto, el nuevo mestizo necesita crear una imagen de sí mismo y mantener esa imagen flexible y abierta al cambio. La apertura y creatividad son la clave para lograr la descolonización psicológica y la supervivencia cultural de los mestizos.

La idea de la apertura y cerrazón culturales ha sido abordada por el poeta martiniqueño Édouard Glissant, quien habla de la identidad de raíz y la identidad de relación. Glissant explica que la identidad de raíz se encuentra fundada en el pasado distante y busca legitimar a una comunidad que se proclama con derechos sobre la posesión de un cierto territorio (143). Por otra parte, la identidad de relación está vinculada a la consciente y contradictoria experiencia de contactos entre culturas (144). La identidad de raíz tiene que ver con una filiación cultural y con el deseo de alcanzar el supuesto destino de un pueblo, tal como ha sido declarado a través de un determinado mito de origen. En cambio, la identidad de relación se enfoca en la necesidad de intercambio, y no se constriñe al vínculo con un territorio en particular.

Al analizar el contexto sociocultural de Balún-Canán y Bless Me, Ultima, uno puede concluir que los protagonistas experimentan una situación de liminalidad, pues viven en los intersticios entre la identidad de raíz y la identidad de relación. En el caso de Antonio, enfrenta el choque de dos tipos de identidad de raíz: la chicana y la angloamericana. Los chicanos o mexicano-americanos se han apropiado del mito de Aztlán, el lugar que los aztecas supuestamente dejaron en busca de una tierra prometida al sur. Los chicanos se ven a sí mismos como los descendientes de esa misma gente que habitó Aztlán. En otras palabras, viven ahora en el lugar que una vez perteneció a sus ancestros indígenas. En este sentido, los chicanos basan su identidad en ese mito que los legitima como verdaderos propietarios del territorio que fue anexado por los Estados Unidos después de la guerra mexicano-americana de 1846 a 1848. En una manera similar, los angloamericanos justificaron la apropiación de ese territorio por medio de la identidad de raíz fundamentada en el Destino Manifiesto o la idea de que la voluntad de Dios era que los Estados Unidos expandieran la democracia y la libertad a lo largo de todo el continente.

A fin de no perpetuar la violencia que podría generarse por el choque de estas dos identidades de raíz, los mexicano-americanos han mantenido una relativa apertura ante la cultura angloamericana y han seleccionado e integrado varios aspectos de ésta en una manera muy creativa.

En el caso de la protagonista de Balún-Canán, ella pertenece a una gente, los ladinos, que justifica la posesión de las tierras y el dominio sobre cientos de almas humanas (es decir, los indígenas) al considerarse a sí mismos los herederos de la conquista española en el sureste de México, a pesar de que estos mismos ladinos descienden también de los indígenas. Aun cuando la niña protagonista de la novela de Castellanos se encuentra inmersa en este tipo de sociedad, ella aprende a construir puentes con la cultura indígena y, con la ayuda de su nana, se abre a la posibilidad de romper con los estereotipos coloniales y, en consecuencia, emanciparse del determinismo cultural y del racismo.

Balún-Canán: La narración como lugar de encuentro

Los conflictos raciales, políticos, sociales y religiosos han sido asuntos cotidianos en Chiapas desde el siglo XVI. No obstante que esta situación no es algo nuevo, el mundo entero ha estado más al tanto de ella debido al levantamiento zapatista que comenzó en enero de 1994. Ese mismo Chiapas turbulento es el escenario de Balún-Canán, de Rosario Castellanos, una novela que describe a una sociedad que no sólo vive en la frontera política entre México y Guatemala, sino también en los intersticios entre las culturas indígena y mestiza. Castellanos describe en esta obra cómo Chiapas enfrenta, en pleno período post-revolucionario, la transición de la dominación ladina sobre los indígenas a una supuesta situación de igualdad ante la ley. Ni los ladinos ni los indígenas han logrado asimilar aquellos cambios políticos y sociales que debían emerger de las reformas promovidas por el Presidente Lázaro Cárdenas en los años 30 del siglo XX.

En la novela de Castellanos, una niña de siete años se convierte en testigo de esos conflictos causados por el racismo, la explotación contra los indígenas y el descontento de los terratenientes en cuanto a la reforma agraria en México. Tales conflictos son sólo la expresión externa de un profundo choque interno que padece la gente de Chiapas en general -y la protagonista de la novela en particular-- al construir su identidad dentro de una sociedad que rechaza sus propias raíces indígenas y donde la mujer es considerada inferior frente al hombre. Así, Balún-Canán presenta cómo los vestigios del discurso colonial y sus prácticas implícitas están aún presentes en un México que se vio ensangrentado por al menos diez años de una revolución (1910-1921) cuyo objetivo era precisamente derrotar el legado colonial. Rosa María Alcalá Esqueda hace referencia al fracaso de la Revolución Mexicana en Chiapas y afirma que Balún-Canán muestra cómo los modelos de dominación colonial se repiten constantemente, a pesar del hecho de que México ha estado inmerso en una serie de transformaciones sociopolíticas (23). Tal como se puede leer en Balún-Canán, en el Chiapas de los años 30 -y diría yo que en muchos aspectos aún hoy en día-- persistían un sistema económico semi-feudal y una esclavitud enmascarada.

Como medio para resolver el conflicto interno que surge de su propio hibridismo cultural y del estado intersticial de la sociedad en que la protagonista de Balún-Canán se desarrolla, esta última recurre a la escritura. Mi afirmación es que esta novela presenta la construcción de la identidad como un proceso creativo. Esto implica la inclusión y exclusión de recuerdos de manera selectiva, así como la re-imaginación que la protagonista debe hacer de sí misma, de otros personajes y de los eventos del pasado.

Balún-Canán tiene que ver con el declive de la autoridad masculina y ladina y con el intento frustrado de establecer una relación armónica entre ladinos e indígenas. La figura mentora, representada por la nana indígena, no puede completar su labor como mediadora entre la pequeña y su pasado histórico, la tradición indígena y la naturaleza, pues la relación cercana entre ambas es abruptamente rota. No obstante, la niña logra llenar los huecos del olvido al llevar a cabo una re-creación de sí misma y de la nana a través de una narración autobiográfica.

Carecer de nombre, ser anónimo, es una de las características de los individuos que sufren de la marginación. Éste es el caso de la niña ladina y su nana. Ninguna de ellas tiene nombre; ninguna de ellas es considerada indispensable dentro de los mundos ladino y tzeltal en Chiapas. La niña protagonista es rechazada dentro de su propia familia por ser mujer, en tanto que la nana indígena es considerada inferior por los ladinos debido a su origen étnico. Además, esta mujer tzeltal no es bien aceptada por su propia gente porque '[quiere] a los que mandan, a los que poseen'[2] (Balún-Canán 16). Como consecuencia de su posición como marginadas, ambas establecen una solidaridad que les permite resistir la discriminación y enfrentar el comienzo del colapso del sistema ladino y machista.

Antes de que la niña ladina logre entablar una relación cercana con su nana, necesita desembarazarse del discurso colonial que ha aprendido de sus padres y darse cuenta de su condición como individuo híbrido y discriminado. De hecho, la evolución de la protagonista va desde un total desprecio a los indígenas hasta un sentimiento de compasión y amor por ellos. En un principio, se nota que la niña ha asimilado los estereotipos que le han sido enseñados en casa por sus padres terratenientes. Tal como afirma Homi K. Babha, la creación de estereotipos es la estrategia discursiva más destacada del colonialismo. Por ejemplo, al quejarse de las reformas impulsadas por el Presidente Lázaro Cárdenas, Zoraida, la madre de la niña ladina, expresa:

¿Justo? ¿Cuándo pisotea nuestros derechos, cuando nos arrebata nuestras propiedades? Y para dárselas ¿a quiénes?, a los indios [...] es que nunca se ha acercado a ellos ni ha sentido cómo apestan a suciedad y a trago. Es que nunca les ha hecho un favor para que le devolvieran ingratitud. No les ha encargado una tarea para que mida su haraganería. ¡Son tan hipócritas, y tan solapados y tan falsos! (46)

Éste es el tipo de palabras que la protagonista escucha en casa. Se le ha dicho que todo indígena es sucio, haragán, engañador y borracho. Los estereotipos se basan en generalizaciones, por lo que la niña ladina ha internalizado la idea de que todo indígena es ignorante. Al referirse a su nana, afirma: '¿Sabe mi nana que la odio cuando me peina? No lo sabe. No sabe nada. Es india[3] [...]' (10).

Como lo mencioné poco antes, la niña y su nana empiezan a sentirse más cercanas al darse cuenta de que ambas son invisibles y anónimas. Asimismo, la niña empieza a buscar refugio en el mundo indígena al darse cuenta de la injusticia e inequidad en las relaciones entre indígenas y ladinos. Para ella, su padre comienza a ser alguien que produce miedo al ser una encarnación del poder opresor. 'Ahora lo miro por primera vez. Es el que manda, el que posee. Y no puedo soportar su rostro y corro a refugiarme en la cocina' (16), dice la pequeña al hablar sobre su padre, César Argüello. La cocina es el lugar de los indígenas y las mujeres. Ahí se mantienen lejos de la vista de César, el patriarca ladino. En ese lugar, la protagonista ve a su nana servir la comida a un grupo de indígenas. El grupo se encuentra sentado en círculo y, como un símbolo de su deseo de romper la barrera racial, la niña entra al círculo y toma su lugar.

Al empezar a conectarse cada vez más con el mundo indígena, la niña comienza a entender mejor el sufrimiento de este pueblo. Dentro de ella, los estereotipos se colapsan por completo el día en que ayuda a su madre a limpiar una capilla católica. En ese sitio contempla horrorizada la imagen de un Cristo sangrante y lacerado. En ese momento viene a su memoria un hombre indígena cubierto de heridas y sangre, al cual vio días atrás cuando fue llevado a su casa. 'Es igual (dijo señalando al crucifijo), es igual al indio que llevaron macheteado a nuestra casa' (43), narra la pequeña. Ella se percata de que los indígenas, a quienes utilizaban como objetos, eran capaces de padecer el mismo tipo de sufrimiento divino que el Dios blanco de los ladinos y conquistadores había experimentado.

Esta revelación prepara a la niña para que, con la ayuda mediadora de su nana y una serie de ritos de iniciación, empiece a recolectar las piezas para construir su identidad. Tales ritos, como señala Douglas J. Weatherford, implican una transformación en términos de conocimiento, visión del mundo y papel que ha de desempeñarse en la sociedad (11). Estos ritos de iniciación, a cargo de los marginados -en este caso, la mujer tzeltal-- presentan elementos transculturizantes que transgreden el statu quo.

Entre estos ritos por los que la niña ladina pasa, se encuentra la narración que la nana indígena hace de la creación del ser humano. En ella mezcla elementos mayas y cristianos para subvertir el sistema de castas establecido por los conquistadores y los ladinos.

Otro momento de epifanía se presenta cuando la niña acompaña a su familia al llano de Nicalococ. Ahí, ella contempla cómo el viento juega con las aves. Ella se percata de que el viento habla y ella es capaz de escucharlo. 'Y me quedo aquí, con los ojos bajos porque (la nana me lo ha dicho[4]) es así como el respeto mira a lo que es grande' (23), cuenta la niña. Al saber sobre esta experiencia, la nana aprovecha la oportunidad para enfatizar la personificación del viento: 'Eso es bueno, niña. Porque el viento es uno de los nueve guardianes de tu pueblo' (23). Esta vivencia representa un paso más en la iniciación de la pequeña. Ella ahora sabe que puede hallar refugio y protección en la naturaleza.

El más significativo de los ritos de iniciación sucede justo antes de que la niña y la nana sean separadas por primera vez. La mujer indígena lleva a la niña al oratorio que está en la casa de esta última. Ahí, la nana asume el papel de sacerdotisa y chamán femenino, subvirtiendo la idea de que sólo los hombres pueden ser mediadores entre la gente y el Dios de la cristiandad. En un lenguaje sumamente simbólico, lleno de símiles vinculados con la naturaleza, la nana enseña a la niña principios como la mansedumbre, humildad, justicia, gratitud, caridad y frugalidad. La nana hace referencia al cuerpo de su discípula y lo transforma en un símbolo de renacimiento. Llega a ser un recordatorio de la reconciliación entre los mundos ladino e indígena. La nana ruega a Dios que bendiga los ojos, manos, lengua, entrañas y mente de la niña, a fin de que pueda librarse de la ira, la arrogancia, la crueldad y la sed de venganza. Simbólicamente, la nana levanta el rostro de la niña y lo coloca frente al suyo. Este acto manifiesta igualdad entre ellas.

Tiempo después de este rito de iniciación y de una separación temporal entre la niña y la mujer indígena, vendrá una separación definitiva. La influencia del mundo ladino comienza a desarraigar a la niña de su búsqueda de identidad. Por ello, la pequeña crea los que Pierre Nora dio en llamar lieux de mémoire, sitios de memoria o recuerdo. Nora explica que cuando el recuerdo deja de ser parte de la experiencia diaria, es necesario crear santuarios que traigan de regreso los recuerdos cuando éstos no pueden surgir espontáneamente (1). En este caso, el baúl que la nana olvidó en casa de los Argüello, el cual contiene ropa de la mujer indígena y un conjunto de piedras traídas del lugar donde nació la nana, se convierte para la niña en un lieu de mémoire.

Pero el lieu de mémoire más importante será la narración misma de la pequeña, misma que busca recolectar las piezas dispersas de sí misma. Aunque al principio de Balún-Canán uno se percata de que el principal narrador y protagonista tiene tan sólo siete años de edad, algunos aspectos formales del texto indican que el narrador cuenta la historia no desde la infancia sino desde la adultez. Al narrar en tiempo presente los hechos que fueron vividos en la infancia, esta voz adulta produce un sentido de contemporaneidad que caracteriza al recuerdo (Nora 3). Esta técnica enfatiza el papel creativo del narrador como un chamán que hace que los espíritus del pasado vengan al presente. Ya como adulta, la protagonista organiza todas aquellas voces e influencias a través de la catártica y liberadora actividad de la narración.

Bless Me, Ultima: El chamanismo de las letras

Al igual que la niña ladina de Balún-Canán, Antonio, el niño protagonista de Bless Me, Ultima, se enfrenta a la lucha de construir su identidad en un contexto donde lo híbrido provoca confusión y desorientación. No obstante, a diferencia de la niña, Antonio parece completar su discipulado junta a su mentora indígena. Tal como sucede con la niña ladina y su nana, Antonio tiene que separarse de su guía. Sin embargo, antes de que la muerte provoque esta disociación física, Antonio ha recolectado todas las piezas espirituales que necesita para construir su identidad.

Antonio Juan Márez y Luna, muchas veces llamado Tony, es un niño que no sólo enfrenta las dificultades de ser chicano en los Estados Unidos, sino también la tensión surgida de tradiciones familiares y visiones de la vida contradictorias dentro de su propio hogar. Al igual que Balún-Canán, la primera novela de Rudolfo Anaya ofrece un ejemplo de cómo construir la identidad dentro de una cultura híbrida implica un serio debate interno. Cualquier individuo que viva en este tipo de comunidades debe elegir entre someterse a la cultura dominante -en este caso la angloamericana-- y crear su propio camino alternativo con base en una interpretación personal del pasado y la tradición.

Con respecto a Antonio, él decide tomar el camino alternativo después de que ha pasado por una serie de iniciaciones sociales, culturales e incluso místicas. En este proceso, recibe la ayuda y dirección de Ultima. Como su nombre lo indica, esta mujer representa el último eslabón con el pasado indígena y mestizo en las comunidades de Las Pasturas y Guadalupe, Nuevo México.

Bless Me, Ultima es una novela que no presenta la identidad como un producto final que ha de ser encontrado, ni como un sistema de tradiciones, creencias y visiones del pasado y del futuro que son transmitidas de una generación a otra. Por el contrario, en esta obra de Anaya, la identidad es vista como un proceso de construcción permanentemente abierto, que viene como resultado de la negociación entre el individuo y todas las influencias a su alrededor.

Tony se da cuenta gradualmente de que aunque la sociedad trata de atarlo a una determinada versión del pasado, él es capaz de reinterpretar este último y su relación con él. Esta reinterpretación se logra a través del sincretismo religioso, la transculturación y una transición de la oralidad a la escritura. Esta transición representa el principal paralelismo que uno puede trazar entre la novela de Anaya y la de Castellanos. Ambos protagonistas hacen uso del modelo de la autobiografía y de la escritura creativa para organizar los elementos que formarán parte de su identidad. Sin embargo, si uno compara la narración de ambos niños, resulta evidente que la de la niña ladina refleja desesperación y caos debido a la interrupción provocada por el establishment ladino en la construcción de su identidad. En cambio, la narración de Antonio refleja un sentido de esperanza y realización de su rol como chamán-escritor. Sobre lo anterior, Marc Zimmerman explica:

The artist is seen as a kind of shaman, recreating the communal space or its surrogates and winning a war against chaos. [...] You cannot restore old Mexico or bring back Aztlán, but you can win creative space ritualistically, artistically, through creative reconstruction and projection. The space of the printed page becomes the communal writer's space of victory. (24-25)

En este proceso de construcción de su propia identidad, Tony recibe la influencia de algunos mediadores que lo constriñen y de otros que lo ayudan a expandir su visión y a liberarse de las concepciones de sí mismo que le han sido impuestas. Entre los primeros se encuentran sus padres, la escuela y la Iglesia católica, los cuales apoyan la continuidad. Entre los mediadores que promueven la liberación están Ultima y Samuel, el amigo de Antonio que comparte con él una visión sincrética de la religión.

El padre de Antonio, Gabriel Márez, desciende de conquistadores españoles que cruzaron el océano y se convirtieron en vaqueros en una tierra donde no desarrollaron raíces. Todos ellos eran Márez, hijos del mar. En el caso de María Luna, su madre, ella proviene de una familia que tuvo un papel preponderante en la colonización de Nuevo México. Después de colonizar la tierra, los Luna llegaron a ser granjeros y echaron raíces ahí. La luna tiene un ciclo previsible, fijo, mientras que el mar es indómito y sus aguas van de un lado a otro. La madre de Tony desea que su hijo se encuentre atado a la tierra, mientras que el padre aspira a que no desarrolle raíces. Ante esta tensión, Tony aprende de las palabras de su mentora: 'Ultima says a man's destiny must unfold itself like a flower, with only the sun and the earth and water making it blossom, an no one else meddling in it'[5] (Bless Me, Ultima 223).

Tanto la protagonista de Balún-Canán como Antonio reciben la ayuda y guía de mediadores indígenas que juegan un papel liberador. Aunque ambas mentoras representan el componente indígena en el relato, su posición dentro de la comunidad en la que interactúan es distinta por completo. La mujer tzeltal es rechazada por los ladinos y por su propio pueblo, en tanto que Ultima es respetada por la mayor parte de las personas en la región. Asimismo, hay una clara diferencia respecto de las familias de ambos niños. La familia de la niña ladina es completamente disfuncional, ya que la relación de sus padres se basa en la conveniencia. Por el contrario, la familia de Antonio está fundada en valores como la solidaridad, el amor y la preocupación de los unos por los otros.

En este ambiente, Antonio cada vez está más consciente de sus vínculos con los ancestros y comienza a dialogar con ellos para reinterpretar sus relatos, apropiarse de ellos, re-imaginarlos y no aceptar una visión impuesta y ajena de la historia. Esta situación se relaciona con la idea que el pedagogo Paulo Freire defendió en cuanto a que el diálogo permite develar algunos aspectos de nuestra realidad que no habían sido percibidos antes (Couto 150). Ultima indica: 'Antonio, [...] I cannot tell you what to believe. Your father and mother can tell you, because you are their blood, but I cannot. As you grow into manhood you must find your own truths [...]' (119). Así, Ultima está ayudando a Antonio a entender que necesita construir su propio conocimiento y nadie más lo puede hacer por él.

Además de la familia y Ultima, la escuela y la Iglesia católica tienen un fuerte efecto en Antonio. La primera fomenta la asimilación cultural y en ella Antonio se siente fuera de lugar. Ahí, tanto a él como a los demás mexicano-americanos se les prohíbe hablar en español. Además, Antonio recibe las burlas de sus compañeros angloamericanos en cuanto a sus costumbres, incluido el tipo de almuerzo que lleva desde casa. Antonio recuerda:

The strangeness of the school and the other children made me very sad. I did not understand them. [...] I yearned for my mother, and at the same time I understood that she had sent me to this place where I was an outcast. I had tried to learn and they had laughed at me. (59).

No obstante el choque cultural y emocional que Antonio enfrenta en la escuela, ésta promueve en Tony el pensamiento reflexivo y en ella aprende 'the magic in the letters' (58), la magia en las letras. En contraste, la Iglesia católica representa para Antonio un filtro ideológico que busca crear en él una percepción rígida de la realidad. Esta cosmovisión irá cambiando gradualmente en él al tiempo que aprende acerca de la tolerancia a través de Ultima y pasa por diversas experiencias espirituales. Sin embargo, de manera paradójica, la Iglesia católica es una de las instituciones que ha ayudado a la comunidad de Antonio (y a la comunidad chicana en general) a mantenerse ligada a la tradición -al menos a la versión oficial de ésta-- y a su lengua madre, el español.

En la novela de Castellanos, el caso de la escuela como institución mediadora es muy diferente. La protagonista de Balún-Canán asiste a una escuela para niñas no oficial, la cual no propicia la asimilación a la cultura nacional. Por el contrario, su objetivo es perpetuar la sumisión de la mujer al orden patriarcal y contrarrestar el modelo de educación socialista, implantado por el gobierno federal en el México de los años 30.

En lo que se refiere a la escuela de Antonio, ésta busca desconectar a los mexicano-americanos de las tradiciones, conocimiento y experiencias que eventualmente les permitirían crear puentes entre sus orígenes indígena y español. Entre tanto, la escuela de la niña ladina desconecta a las estudiantes de la nación, pues refuerza la idea de que los ancestros de los ladinos son los españoles conquistadores y no los indígenas. En suma, ambos modelos desalientan la construcción de una identidad mestiza.

El modelo de adoctrinamiento que la Iglesia católica realiza sobre Antonio y la niña ladina, tal como se describe en las novelas, es muy similar. Se encuentra basado en el miedo al castigo y la imposibilidad de hacer cuestionamientos. 'It was frightening to think of missing mass on Sunday, then dying, and for that one mortal sin to go to hell forever', confiesa Antonio (200). En tanto, cuando la niña ladina y su hermano Mario asisten a las clases de catecismo en casa de la señorita Amalia, ella les dice: 'No saben nada de religión, ¿verdad? Entonces es necesario que sepan lo más importante: hay infierno' (254).

Al igual que sucede con la niña ladina en Balún-Canán, Antonio ha de pasar por una serie de ritos de iniciación, siendo uno de ellos la primera comunión. En un principio, y a diferencia de la niña ladina, Antonio muestra un gran fervor por aprender los principios del catolicismo. Pero tras participar de su primera comunión, se desilusiona al no recibir el conocimiento que él pensaba vendría a él después de tomar el sacramento.

Es entonces que Antonio entra en un proceso de negociación, en el que se niega a aceptar pasivamente los dogmas católicos, así como el ateísmo propuesto por su amigo Florence y la completa adhesión a los mitos religiosos indígenas enseñados por su amigos Samuel y Cico, incluido el de la carpa dorada, un dios en forma de pez. Tony menciona que Dios podría ser comparado con la naturaleza, ya que ésta se presenta en ciclos. El niño especula que otros dioses pudieron haber reinado durante la ausencia del Dios judeocristiano. Una idea similar se encuentra presente en la cosmovisión azteca, tal como lo explica Octavio Paz. Así, mientras los españoles destruían sus templos y subyugaban al imperio azteca, los indígenas pensaban que un nuevo ciclo cósmico estaba a punto de comenzar y que nuevos dioses -de hecho, diosas-- empezarían a reinar (Paz 76). Éste fue uno de los motivos por los que fue relativamente fácil introducir entre ellos el culto a la Virgen de Guadalupe, a quienes los indígenas consideraban una representación de Tonantzin, una diosa de la fertilidad. Antonio dice a su amigo Florence: '[...] but what if there were gods to rule in his absence? [...] What if the Virgin Mary or the Golden Carp ruled instead of--! (198). Antonio no sólo acepta la viabilidad del politeísmo, sino también subvierte la idea judeocristiana de que Dios es masculino y antropomorfo. Este pensamiento es un retorno a la mitología precolombina, la cual se caracterizó por una adoración a la Madre Tiera y la personificación de la naturaleza (Báez-Jorge 94, 165). Esta misma personificación está presente en Balún-Canán cuando la protagonista cree que el viento habla y es digno de reverencia.

Otro paralelismo entre las novelas de Castellanos y Anaya es que en ambas los protagonistas ven a la naturaleza como un templo, un refugio donde se sienten cerca de sus mentoras espirituales (la indígena tzeltal y Ultima) y de sus enseñanzas. Por ejemplo, la niña ladina decide buscar abrigo en el bosque cuando desea regresar a Comitán y estar al lado de su nana. En tanto, Antonio considera sagrado el arroyo de El Rito, ya que es el lugar donde la carpa dorada se aparece.

Al entrar en el camino del sincretismo, Antonio establece un diálogo en su interior. De hecho, como lo señala el teólogo Carl Starkloff, el sincretismo puede ser interpretado como una especie de diálogo (150). Tony se da cuenta de que sólo a través de ese diálogo interno y negociación logrará alcanzar la armonía. Antonio se dice a sí mismo: 'Take the llano and the river valley, the moon and the sea, God and the golden carp--and make something new' (247). Antonio obtiene un conocimiento liberador y finalmente logra deshacerse del remordimiento que sentía tras dudar del Dios del catolicismo. En contraste, el caso de la protagonista de Balún-Canán difiere del de Tony, pues la niña no puede vencer su remordimiento y miedo ante el castigo de Dios. Una de las razones de este resultado lleno de fracaso es el constante estado de confinamiento que la niña experimenta en su hogar.

Varios lugares dentro del ambiente natural que rodea a Antonio se convierten para él en sitios de recuerdo, lieux de mémoire. Uno de ellos es el junípero donde Narciso es asesinado cuando se dirigía a advertir a Ultima que un hombre llamado Tenorio Trementina venía a matarla. Él no quería olvidar esa historia ni permitir que la historia oficial se olvidara de ese evento.

Pero los recuerdos de Antonio no sólo residirán en la naturaleza sino también en su propia escritura. Sin duda, el momento más importante en la construcción de la identidad de Tony tiene que ver con la transición de la oralidad a la escritura. El niño es enseñado por Ultima para llegar a ser un hombre de conocimiento. Ella comparte con él, de manera oral, el conocimiento relacionado con la naturaleza, la historia de sus antepasados y los rituales ligados a la vida y la salud. Como hombre de conocimiento se encontraba listo para ser un curandero, tal como Ultima. Sin embargo, él escoge la magia de las letras en lugar de la magia de las hierbas y la oralidad.

Aunque en la novela nunca se menciona explícitamente que Antonio se convertiría en escritor, su narración se presenta como una autobiografía escrita. Como Núñez Villavicencio comenta, Bless Me, Ultima trata acerca de la iniciación de Antonio como artista, como un escritor que narra desde la adultez este mismo proceso de iniciación (152). A través de la escritura creativa, Tony es capaz de establecer armonía en medio del caos y la confusión. Bless Me, Ultima es, por tanto, una representación de cómo la escritura puede ayudar al individuo a reconciliarse con las voces contradictorias del pasado para construir su identidad.

En conclusión, Balún-Canán, de Rosario Castellanos, y Bless Me, Ultima, de Rodolfo Anaya, describen el conflicto que los individuos mestizos enfrentan al tratar de definir quiénes son dentro de un contexto en el que varias influencias culturales confluyen. La principal diferencia entre ambas novelas es que los resultados de la lucha que cada protagonista encara para construir su identidad son diametralmente opuestos. La niña ladina en Balún-Canán no consigue vencer el trauma resultante del choque y violación culturales de la conquista española. Tampoco puede superar la situación trágica de una sociedad que rechaza una parte de sí misma, esto es, sus raíces amerindias, y, en consecuencia, vive en un estado incompleto. En contraste, en Bless Me, Ultima Antonio sí logra crear los puentes entre las principales voces que resuenan en su interior.

Con la ayuda de sus mentoras indígenas, ambos niños establecen una relación con el pasado, la tradición y la naturaleza. Ambos deben sobrepasar la oralidad y entrar en el reino de la escritura para re-imaginar ese pasado, re-evaluar las influencias contradictorias y reinterpretar su posición dentro de sus comunidades. En ese sentido, cada uno de ellos ha de convertirse en un chamán que invoque los 'espíritus' del pasado y consiga la reconciliación entre ellos.

Al crear tales puentes por medio de la escritura, Antonio vence el pensamiento dual. Él ya no tiene que elegir entre la forma nómada de vida de los conquistadores, representada por su padre, y el apego a la tierra, representado por su madre. De hecho, él se abre un camino alternativo como escritor y se convierte en guía de otros chicanos que leerán su relato autobiográfico. Por el contrario, la niña ladina sigue tratando de romper con el pensamiento dual que obstaculiza el desarrollo de su conciencia mestiza. Ella no consigue evitar la sombra del orden patriarcal y se mantiene atrapada entre la oposición masculino-femenino.

La escritura no es el único camino que los protagonistas toman para construir su identidad. También entran en el proceso de la transculturación y toman parte en rituales que subvierten el statu quo. Ambas novelas muestran ritos de iniciación que representan alternativas sincréticas ante los rituales oficiales. En estos ritos alternativos, la naturaleza tiene un papel preponderante. Ésta se convierte en un vínculo con los recuerdos, en una especie de archivo donde los niños establecen lieux de mémoire, sitios que preservan aquellos elementos que les serán necesarios para construir su identidad. El bosque cercano a la hacienda de los Argüello en Chactajal y el árbol junípero en el llano cercano a la casa de Antonio son dos ejemplos de ello.

Otro importante paralelismo es la presencia de instituciones que median entre los protagonistas y sus realidades histórica, social y cultural. En ambos casos, la Iglesia católica juega un papel preeminente y contradictorio al crear mecanismos de control sobre la gente y, al mismo tiempo, ofrecer alternativas para resistir los embates de la modernidad.

Con respecto a la escuela, sus objetivos son diferentes en ambas novelas. Mientras en Bless Me, Ultima la institución escolar apoya un proyecto de modernización, aculturación y asimilación a la cultura angloamericana, en Balún-Canán refuerza ciertos valores coloniales, como la visión eurocéntrica de la realidad.

Sin duda, Balún-Canán y Bless Me, Ultima presentan la formación de los protagonistas como un proceso de construcción que se encuentra abierto al cambio de manera permanente. De ahí que la construcción de la identidad en ambas novelas tenga que ver con la creación de puentes culturales y psicológicos entre las raíces y elementos que se han mantenido divididos en el interior del mestizo y la mestiza debido a visiones impuestas del pasado y el futuro.

OBRAS CITADAS

Alcalá Esqueda, Rosa María. 'Balún-Canán: Re-lectura, re-significación.' La otredad:

los discursos de la cultura hoy, 1995. Ed. Silvia Elguea Véjar. México:

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Anzaldúa, Gloria. Borderlands/La frontera: The New Mestiza. San Francisco, CA:

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Castellanos, Rosario. Balún-Canán. México: Fondo de Cultura Económica, 2002.

--. Poesía no eres tú. Poesías reunidas. México: Fondo de Cultura Económica, 1972.

Couto, Sonia. 'O método Paulo Freire.' Lecciones de Paulo Freire cruzando fronteras:

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Lutgardes Freire. Buenos Aires: CLACSO, 2003. 147-57. Consejo

Latinoamericano de Ciencias Sociales. 28 May 2004 .

Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. Segunda edición. México: Fondo de Cultura

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Gall, Olivia. 'Guerra interétnica y racismo en la historia de Chiapas. Ladinos e indios, miedos y odios'. Chiapas: Economía, política y cultura. Ed. Olivia Gall. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2001. 57-94.

Glissant, Édouard. Poetics of Relation. Tr. Betsy Wing. Ann Arbor, MI: The U of

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Starkloff, Carl. A Theology of the In-between: The Value of Syncretic Process.

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Nora, Pierre. 'Between Memory and History.' Realms of Memory: Rethinking the French Past. Vol. 1. Ed. Pierre Nora. Tr. Arthur Goldhammer. New York: Columbia UP,

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[1] La Real Academia Española define ladino como sinónimo de mestizo (ver www.rae.es). Asimismo, Olivia Gall y Julio César Soria concuerdan al utilizar el término con ese mismo sentido. Gall menciona que durante los tiempos coloniales en Chiapas, los españoles veían a los ladinos como inferiores debido a que los primeros consideraban degradante el que una persona tuviera sangre indígena (66). Pinto Soria indica que, durante el siglo XVII, el término ladino fue utilizado en Guatemala para hacer referencia al sector mestizo de la población en general (7).

[2] Las citas de la novela de Castellanos han sido tomadas de la vigésimo séptima reimpresión de la misma, publicada en la ciudad de México por el Fondo de Cultura Económica en 2002.

[3] Cursiva agregada.

[4] Cursiva agregada.

[5] Las citas de la novela de Anaya han sido tomadas de la edición de Warner Books de 1994.