1-. La muerte de la letra

El objetivo del presente trabajo es trabajar sobre las relaciones que permiten el desplazamiento del paradigma de la ciudad letrada a lo que podría ser su última versión o perversión-: la ciudad hipertextualizada. Creemos que es interesante pensar que las formas de relación que fijan el espacio de la ciudad letrada pueden ser extrapoladas. Rama no sólo suscribe una historia de la cultura y de la figura del intelectual latinoamericano sino que también establece una imaginario que liga poder y saber a un espacio. Ese espacio es el que intentaremos analizar suponiendo que las mutaciones de la tecnología han terminado por redefinir el paradigma de las relaciones en el campo cultural. El modelo propuesto además de ilustrar también permite suponer una orgánica, un cuerpo social donde se la cultura se produce, instrumentaliza y expande.

Para Rama la relación de la ciudad con la palabra se ubica desde un sentido tecnológico hacia uno ideológico. Ese locus utiliza a la palabra como la representación de una metanarración que se instala en todo nivel: el relato de una conquista subterránea del continente, mapas incluidos. Esta metanarración es una sinécdoque que en su momento de instalación, es comprendida como un desplazamiento de lo oral hacia lo escrito.

Cuando el plano damero desplaza a la geografía sagrada previa, la letra a su vez termina imponiendo y ejecutando un orden porque aunque se siguió aplicando un ritual impregnado de magia para asegurar la posesión del suelo, las ordenanzas reclamaron la participación de un script (en cualquiera de sus divergentes expresiones: un escribano, un escribiente o incluso un escritor) para redactar una escrituar. A ésta se confería un rol que se reservó siempre a los escribanos: dar fe, una fe que sólo podía proceder de la palabra escrita (...) Esta palabra escrita viviría en América como la única valedera, en oposición a la palabra hablada que pertenecía al reino de lo inseguro y lo precario [1] .

La secuencia posterior del texto de Rama refiere el viaje que autonomiza a la palabra y al escribiente del poder central y los diálogos históricos que entablan con la urbe en tanto espacio simbólico, una relación que implica cambios ideológicos y tecnológicos con respecto a la ciudad y la palabra: una perspectiva que termina en la cultura en la galaxia Gutenberg como ejemplificación más efectiva de los vaivenes producidos en el viaje. Las intenciones de autonomía del Chile en proceso de emancipación tienen su ejemplo más obvio en la llegada de la imprenta en 1811, de esta imprenta saldrían el primer periódico y el primer libro impresos en Chile, y también los primeros decretos sobre libertad de prensa expendidos en el país [2] .

Bernardo Subercaseaux la describe como la máquina de la felicidad porque la relación entre la implementación de cierto poder ( la larga cadena histórica que iba a llevar al estado nacional) iba ligado directamente a la conceptualización de los saberes que lo justificaban, las ideologías que lo sostenían y las maneras de pensar el campo cultural que quería instrumentalizar: el calificativo de ilustrado (...) no debe entenderse como adjetivo sino como sustantivo. No como sinónimo de sabio o aficionado al saber sino como sinónimo más o menos coherente de comprensión del mundo [3] .

Para esos efectos se trata, del mismo modo que Rama de un sujeto incorporado a un relato mayor. La historia del libro es también una historia de la cultura en Chile, que se comprende en una dicotomía respecto al objeto estudiado, ejemplificada en la distinción entre alma y cuerpo, que exige un enfoque que tenga en cuenta tanto los paradigmas socioculturales que han permeado la realidad y la valoración social del libro, como también las características que ha tenido en el pasado la actividad editorial en su ciclo de producción, distribución, circulación y consumo [4] .

La relación entre palabra y poder queda así suscrita más allá de la abstracción. Lo interesante es que en un pasado más o menos reciente la ciudad letrada había democratizado la palabra en la Unidad Popular (representación obvia de una utopía social modernizadora, un proyecto que traía aparejada no sólo la instalación un modelo socialista -con ese matiz entre chouvinista y triste encarnado en el calificativo de a la chilena, lo que en parte era representación de las pulsiones de una utopía particular- sino que convocaba una sincronía ideológica con el espíritu de la época, el fantasma que recorría Latinoamérica por esos días.

Ahí, la izquierda fue durante los sesenta y setenta un virus fascinante que terminó exterminado por la pavorosa asepsia militar y el congelamiento de sus megaproyectos en una iconografía que no admitía mutación alguna, en un esfuerzo obvio de repensar la misma. Las cifras de la industria del libro son elocuentes: Quimantú hizo disponible a bajo costo un gran número de títulos que clásicos literarios que iban de 500.000 a 100.000 copias (...)En un país con menos de 10 millones de habitantes una sola serie de clásicos literarios llegó a vender 3.6 millones de ejemplares en un año, fenómeno inédito en América Latina, quizás con la sola excepción de Cuba [5] . Paradoja: lo que queda ahora de eso es simplemente una noción utópica emparentada con la imposibilidad de creer en las cifras y más aún, cercana al realismo mágico, el constructo for export predilecto del boom.

Sabemos lo que pasó luego. Los militares y la revolución silenciosa que trajeron acabaron con el proyecto y lo que es peor, lo desmembraron para anular su memoria, instrumentalizar sus partes y lo que es peor, diseñar otro modelo de ciudad letrada, instalado ahora en sobre la base del autoritarismo. Un lugar donde la palabra era una moneda de cambio peligrosa y donde la censura y la autocrítica a los lenguajes -anteriores- derivó en enmascaramiento, alegorías y repliegues con la posterior separación mediática de la cultura popular y la letrada; y luego en el primer advenimiento de la democracia un mini boom criollo que instalaba a los grandes trust editoriales en Chile con las consiguientes políticas de marketing sobre el objeto literario.

En este contexto la cultura de masas es revestida de plenos poderes en cuanto a instancias de representación. Se produce un desplazamiento desde los aspectos formativos, vinculados a la cultura ilustrada (el libro) a los aspectos recreacionales, vinculados a la cultura de masas (televisión, Festival de Viña, etc) [13a]. Esa hegemonía de los aspectos recreacionales, del negocio del entretenimiento, en tanto modalidades constitutivas de la cultura de masas tiene que ver con que el predominio de la TV se traduce en un papel hegemónico e integrador con respecto a otras industrias del campo cultural, particularmente aquellas que experimentan crisis periódicas, como la industria cinematográfica, la musical y la editorial [6] .

Esa integración se constituye desde el campo estético en la creación de una comunidad imaginada que tiene como obvio referente a los medios masivos. La ausencia de la política posibilita la presencia del espectáculo en tanto la exposición de los patrones culturales, modélicos, los tics que va a seguir y consumir el público. Y es en el Festival de Viña donde el régimen propone un modelo de internacionalización de los sus logros; contraponiendo el glamour del showbusinesss con la violencia diaria, intentando redefinir lo popular desde la perspectiva del circo. En dicha estética estaban explicitados los conceptos de participación ciudadana del régimen. Por un lado el público podía sacar del escenario a un artista sobre la base de las pifias. Por otro, cuando deseaba la confirmación del mismo con ese extraño premio de la antorcha era la autoridad edilicia la que daba el visto bueno. El público de las graderías, que recibió con los años el apelativo de monstruo estaba sometido por ende a las veleidades individuales del alcalde.

El escenario de la Quinta y su retransmisión satelital con un peak de rating en ese contexto no sólo desfiguraba las posibilidades del espectáculo en vivo sino que replanteaba el rol del artista. La masa era distorsionada en su gusto impresionista mientras el artista quedaba obligado a desdibujar su propia apelación al dividirse entre el público in situ, el espectador televisivo y la confirmación de su legitimidad estética por parte de los productores, organizadores y la autoridad edilicia.

En ese contexto, la ciudad letrada terminó siendo hipertextualizada por el signo -o sino- de los tiempos. Y esto no es sólo la teorización de una escena cultural que pone en jaque ciertos supuestos anteriores respecto a las formas de entender la relación entre cultura poder y escenarios ciudadanos. Se trata de un acomoodo los imaginarios y los escenarios de producción crítica en el marco se encuentran en del replanteo de una ciudadanía inmersa en los espacios de una urbe, esta vez hiperconectada.

Ahí la relación de esta ciudad con la ciudad letrada de Rama es casi fantasmal. Su mirada/ejemplo de las relaciones entre poder y cultura ha sido trizada, fragmentada y violentada en el contexto de que el mismo estado/nación ha sido desmantelado, vendido y reubicado por el ascenso de las políticas neoliberales.

En el caso chileno, que estas políticas hayan sido instaladas durante la dictadura no deja de ser accesorio: una revolución silenciosa más cercana a una teoría finisecular de la conspiración (si pensamos en la mirada de Gabriel Salazar) y donde el rol del intelectual y la crítica han sido disminuidos, desperfilados y frivolizados en el escenario mediático heredero del glamour festivalero como símbolo de la cultura nacional.

Esta idea está esbozada con cierto cuño apocalíptico porque para efectos masivos la palabra fue reemplazada por la imagen, una imagen que no contaba con la sacralidad que imponía el viejo rito común de sentarse en una sala de cine sino por la velocidad del zapping televisivo y en el medio la ciudad transformada en un espacio donde la relación entre presente y pasado definidas por el acceso a ciertas tecnologías comunicacionales.

El sillón de terciopelo que Cortázar fetichizaba como el origen de su teoría del lector ha sido cambiado por la idea de un tipo a oscuras iluminado on line, naked in front of the computer [7] . Los grandes salones de la burocracia estatal cambiados por cubículos separados, temperaturas perfectas, con la misma luz todo el día. Microsiervos según Douglas Coupland [8] . Una nueva imaginería que queda clara, por ejemplo, en los textos de Pedro Lemebel, que somatiza -desde la lectura simbólica de la plaga del SIDA- los arquetipos de este nuevo Chile construido, cuyos efectos simbólicos son la desterritorialización de un espacio signado por la identidad nacional -fenómeno por cierto global-. Esto afecta a la relación centro- periferia, que había sido una de las modalidades espaciales predilectas de la ciudad letrada, constituida sobre la base de una serie de anillos de saber-poder.

El paradigma del estado nacional que entra en crisis y hace agua a la hora de manejar la sociedad-red, como desarrolla Manuel Castells y que en los términos micropolíticos de la urbanística implica cierta desaparición del orden previo. Para Jesús Martín Barbero, se trata de que la diseminación/ fragmentación de la ciudad densifica la mediación y la experiencia tecnológica hasta el punto de sustituir, de volver vicaria, la experiencia personal y social. Estamos habitando un nuevo espacio comunicacional en el que cuentan menos los encuentros y las muchedumbres que el tráfico, las conexiones, los flujos y las redes. Estamos ante nuevos modos de estar juntos y unos nuevos dispositivos de percepción que se hallan mediados por la televisión, el computador, y dentro de muy poco por la imbricación entre televisión e informática en una acelerada alianza entre velocidades audiovisuales e informacionales. Los ingenieros de lo urbano ya no están interesados en cuerpos reunidos, los prefieren interconectados. Mientras el cine catalizaba la experiencia de la multitud en la calle, pues era en multitud que los ciudadanos ejercían su derecho a la ciudad, lo que ahora cataliza la televisión es por el contrario la experiencia doméstica y domesticada: es desde la casa que la gente ejerce ahora cotidianamente su conexión con la ciudad [9] .

2-. McOndo y Macon.doc [10] 

Las grandes alamedas -recurriendo a una imagen utópica identitaria del pasado- , que Salvador Allende imaginara como abiertas en su discurso final, han terminado permutadas por supercarreteras de la información donde el hipertexto mediático borra el proyecto de identidad nacional.

La letra, ese orden que se había concretizado en proyectos identitarios nacionales reseñados en constituciones, códigos civiles e instituciones del XIX es desmantelado por el hipertexto mediante la hibridación mediante imágenes y luego con la interconexión. La cultura del libro implicaba un paradigma lineal que es atacado y reemplazado sin mayor problema, una ejecución lineal que se relacionaba directamente con la escritura de la historia en la medida de la suposición del avance de ésta en el espacio tiempo.

La historia como historia del estado, de los pueblos de las naciones y la linealidad esa seguridad en la fe racional de la bonhomía natural de los pueblos occidentales- unida a las nociones de progreso y cohesión nacional, en la noción de hipertexto quedan borradas porque podemos definir (tratando de llegar a una definición completa) al hipertexto como una organización textual multidimensional y elástica de la información, que permite recorridos múltiples, nuevos en cada aproximación, que no tiene definido claramente un principio y un final, un texto cuyo centro es móvil, un texto que puede ser reordenado y al que el autor o el lector le pueden añadir vínculos tanto en el momento de la publicación como posteriormente, un texto en el que puede haber muchas formas y niveles de aproximación a un tema o problema (...) El hipertexto, esta nueva forma textual altamente tecnologizada rompe con varios de los supuestos que están detrás de la cultura de la modernidad, del libro y de la cultura de la imprenta [11] .

Así, los vínculos de la ciudad letrada con la hipertextualizada son tenues pero importantes. La ciudad hipertextualizada reemplaza a la letrada en la medida que propone modalidades nuevas de intercambio cultural, además de hibridar las existentes. Plasticidad neuronal, lo llama Jesús Martín Barbero, a la hora de explicar los cambios en el paradigma del proceso de adaptación a la tecnología y la posterior fetichización de la misma en aras de una concepción nueva del cuerpo social. Señala que más que un conjunto de nuevos aparatos, de maravillosas máquinas, la comunicación designa hoy un nuevo sensorium, nuevos modos de percibir, de sentir y relacionarse con el tiempo y el espacio, nuevas maneras de re-conocerse y de juntarse (...) Se trata de una generación cuya empatía con la cultura tecnológica está hecha no sólo de facilidad para relacionarse con los aparatos audiovisuales e informáticos sino de complicidad cognitiva con sus lenguajes, fragmentaciones e hibridajes [12] .

Barbero, (un creyente tan acérrimo a la novedad tecnológica que bordea el fetichismo) asume el cambio desde la perspectiva iluminadora de la mutación. No lo dice, pero está operando igual que Mark Dery en Velocidad de escape, el texto básico de las orientaciones de la cultura digital. Dery hace ahí un repaso a las tendencias más modernas de la filosofía de lo virtual y llega a la mismas conclusiones que los citados Castells y Barbero en su visión de la era de la información: un cambio rotundo de los modelos de sociabilidad amparados en la mezcla tanto teórica como práctica- de la diversidad de las concepciones filosóficas de la noción de individuo fenómeno detonado en parte por la maltratada sensibilidad posmoderna, el auge de las religiones new age y las legitimaciones identitarias de grupos históricamente excluidos- la mutación del capitalismo, los cambios tecnológicos y la globalización de la economía como un eje que pone en movimiento todo lo anteriormente citado.

De ahí que la ciudad, que ha dejado de leerse hace tiempo en la dicotomía centro/periferia, tiene en el hipertexto una estructura ad hoc al nuevo milenio para proponer una noción que redefina el matrimonio terrible entre saber y poder. Esto porque el hipertexto puede ser leído desde dos ópticas.

La meramente tecnológica que está asociada a la utopía cientificista que lo interpreta sobre la base de modalidades de procesamiento, almacenamiento y distribución de la información. Algo que puede ser rastreado desde la ruptura de la matriz lineal en los enciclopedistas del XVIII, sigue por la propuesta del Memex de Vannevar Bush en los años cuarenta hasta que Tedd Nelson acuñara el término a fines de los sesenta. Las palabras de Nelson sobre su trabajo son decidoras: I build paradigms. I work on complex ideas and make up words for them. It is the only way. En esta lectura la sociedad de la comunicación está ya hipertextualizada sobre la base de la World Wide Web y las posibilidades que otorga el lenguaje HTML a la hora de interconectar -linkear- la información.

La segunda noción es un poco más compleja y tiene que ver con el replanteamiento de la noción de texto y la cultura del libro desde la filosofía. Una crítica que tiene como objetivo minar los campos de la razón occidental, iluminada y la modernidad que ha construido. Según Bruno da Vecchi en los años sesenta Roland Barthes, Gilles Deleuze y Felix Guattari, Jaques Derrida y otros teorizaban, cada cual a su modo y con sus matices, sobre la necesidad de contar con un nuevo tipo de texto abierto, multilineal, sin centro, múltiple (...) Derrida, quien constantemente habla de vínculos (liassons) cuestiona la linealidad, el que un texto cualquiera tenga una significación fija y verdadera, sostiene que el lenguaje es autónomo con respecto a las intenciones del hablante y pone en jaque la idea de que podemos comunicarnos de forma inequívoca a través del texto. Deleuze y Guatari, por su parte, se lanzan contra el pensamiento lineal y el pensamiento binario y hablan con entusiasmo de una estructura compleja, que comparan con la de una madriguera de ratas, una raíz o un tubérculo, a la que denominan rizoma. Esta estructura debe ser heterogénea y multiconectada, no debe responder a ningún modelo estructural o generativo y debe ser capaz de ser rota en cualquier parte sin deshacerse.

El hipertexto resulta así una estructura más que convincente para repensar lo que otrora fue la ciudad letrada porque se ubica en la dicotomía que Rama ejecutaba entre la letra en tanto símbolo y la letra como técnica: la ciudad hipertextualizada es una utopía en plena ejecución que se conecta con la globalidad y que tiene como consecuencia ciertos matices de ciencia ficción cercanos a las corrientes del ciberpunk de los ochenta. Se trata de conceptos que pelean entre sí por la posesión del copyright identitario respecto a Latinoamérica. Macondo que es reemplazado por McOndo y luego por Macon.doc. Un nuevo estado virtual: En nuestro McOndo, tal como en Macondo, todo puede pasar, claro que en el nuestro cuando la gente vuela es porque anda en avión o están muy drogados. Latinoamérica, y de alguna manera Hispanoamérica (España y todo el USA latino) nos parace tan realista mágico (surrealista, loco, contradictorio, alucinante) como el país imaginario donde la gente se eleva o predice el futuro. Acá los dictadores mueren y los desaparecidos no retornan. El clima cambia, los ríos se salen, la tierra tiembla y don Francisco coloniza nuestros inconscientes [13] .

De ahí que en su concepción instrumental hipertexto en tanto paradigma no puede eludir la globalización. Esa globalización que en su versión más o menos positiva tiene que ver con la internacionalización de la justicia y el sueño ciudadano de los derechos del hombre como algo generalizado y aplicado a las naciones, y que en su versión negativa impone una economía del punto.com con la obvia segmentación de clases, estratos y sectores que se definen sobre la base del acceso a las tecnologías y la velocidad de información.

La relación saber- poder queda entonces definida por las condiciones de acceso, de movimiento, de interconexión entre los distintos nodos del hipertexto social. Un nuevo set de discriminaciones determinadas en dos ejes: el acceso/no acceso a la tecnología y las distancias entre los usuarios actualizados y retrasados de los medios. Una percepción que Rob Glasser, fundador del sistema-intitucionalizado por Microsoft- Real Audio reseña así: Yo trato de obligarme cada una o dos semanas a usar banda angosta y conectarme a Internet con un módem 28k. Cuando navego paso por esa dolorosa experiencia de esperar cinco minutos sin que nada suceda. La verdad es que la espera no va a desaparecer hasta que la gente tenga banda ancha. Conozco gente que no se muda a cierto barrio a menos de que esté cableado para DSL o para módems de cable. No me cabe duda de que estos adelantos tendrán difusión universal en los próximos cuatro o cinco años [14] .

La propuesta de Glasser va de la mano con lo que los escritores de la corriente ciberpunk norteamericana habían previsto como el futuro en las visiones que formularon durante los años ochenta. Los ciberpunks, precursores de la cultura on line fetichizaron la tecnología con el objetivo de extrapolar las tendencias culturales en boga por esa época. El resultado fue una amalgama que implicó no sólo una modalidad de concebir la naciente cultura digital sino que además engendró un estereotipo romántico: el hacker, el vaquero de ordenadores que asalta megacorporaciones y que trafica con la información. Los ciberpunkis, al ser en sí mismos híbridos, están fascinados por las zonas intermedias, las áreas donde, en palabras de Gibson, la calle usa las cosas a su modo: son los sucios e irreprimibles graffitis callejeros, producto de ese artefacto industrial clásico, el bote de spray; es el subversivo potencial de la impresora, de la fotocopiadora doméstica y la música scracht, cuyos innovadores marginales convierten al propio tocadiscos en un instrumento, generando la música arquetípica de los ochenta (...) Todo está en la mezcla es cierto para gran parte del arte de los ochenta y del mismo modo también es aplicable al ciberpunk, como lo es al punk, la moda retro de mezclar-ensamblar y a la grabación digital multipista. Los ochenta son una época de afianzamiento, de integración, de influencias hibridadas, de liberación de viejas nociones al sacudirlas y reintepretarlas con una nueva sofisticación, desde una perspectiva más amplia. Los ciberpunkis buscan un punto de vista global y de gran alcance [15] .

Pero este texto no es sobre cibercultura. Si citamos al ciberpunk es porque su literatura tenía una cierta altura de miras que indagaba en el hibridaje del hipertexto social. Lo que interesa en este punto es que el reemplazo del paradigma letrado por el hipertextuado posee otras connotaciones sobre el tema ciudadano y las relaciones de la sociedad civil en este nuevo escenario.

De este modo en la ciudad hipertextualizada por medio de las nuevas tecnologías los derechos de autor están en un limbo, los medios de reproducción reducen sus costos y el artista entra en un nuevo paradigma. Frente a la disolución del artista subjetivado que los modernistas habían fijado en el fin de siglo decimonónico, el hipertexto propone un escenario urbano intervenido por diversas manos autoriales, alegorizado y reescrito on line. El Macon.doc, inaugura una urbe donde las relaciones entre espacios privados y públicos se confunden y diluyen. El ciudadano del presente vive los miedos del pasado pero trabaja en vistas al uturo en un escenario nuevo. La gente hoy pertenece más a los barrios urbanos (y a los barrios audiovisuales) que en los años veinte, cuando la salida al centro prometía un horizonte de deseos y peligros, una exploración de un territorio siempre distinto. De los barrios de clase media ahora no se sale al centro. Las distancias se han acortado no sólo porque la ciudad ha dejado de crecer, sino porque la gente ya no se mueve por la ciudad, de una punta a la otra [16] .

La anterior observación de Beatriz Sarlo es relevante. La nueva modalidad urbana implica la sustitución de la relación entre identidad histórica y espacio: el mall que reemplaza a la plaza pública no implica sólo un cambio físico e ideológico. Un cambio respecto al paradigma de la ciudad letrada por el hipertexto porque el plano damero que fija el diseño del script del macrorrelato es reemplazado un sitio desterritorializado pero a la vez no fronterizo.

En vez de producir cruces y heterogeneidad homogeneiza bajo la lógica de la compra y venta en un espacio artificial hasta donde el símbolo del papel moneda -y la iconografía histórica de la que es soporte- se transforma e hipervincula con la lógica del crédito. Nos encontramos ante un espacio artificial que ejemplifica el hipertexto urbano en la medida que su diseño corresponde a una matriz que está separada de la historia y donde la identidad es un decorado. La historia es usada para roles serviles y se convierte en una decoración banal: preservacionismo fetichista de algunos muros como cáscaras.

Así la relación de esta nueva ciudad (hipertextualizada, interconectada, ahistórica) con las identidades previas está en un proceso de crisis. Desterritorialización y globalización que implican la desaparición del sujeto mediador entre lo local y lo global: el estado/nación. La referencia al mismo como constructo es mimetizada con el acervo histórico que evade la cita íntima de la misma hasta que las explosión es inminente.

La memoria de la identidad nacional desaparece en el pergamino de buenos deseos de la hipermedia global. Según Nestor García Canclini cuando los Estados-nación pierden capacidad de movilizar al pueblo, las ciudades resurgen como escenarios estratégicos para el avance de nuevas formas de ciudadanía con referentes más concretos y manejables que los de las abstracciones nacionales. Además, los centros urbanos, especialmente las megalópolis, se constituyen como soportes de la participación en los flujos transnacionales de bienes, ideas, imágenes y personas [17] .

La abstracción nacional pasa a ser un concepto demodé para la edificación de la nueva sociedad del siglo XXI. Lo interesante es que en el caso específico chileno dicho concepto tiene referentes específicos que lo vinculan con la historia anterior en la medida que la implementación de la ciudad hipertextualizada es un proyecto donde el olvido y el recuerdo producen un cruce ineludible. La historia, por el contrario, se vuelve apremiante. Antes una necesidad que un lujo académico. Un ramo obligatorio y no un hobbie. La ciudadanía del hipertexto no borra necesariamente la presencia de la historia sino que al revés la hace más urgente en la medida que ese reclamo de identidad tensiona la globalización comunicacional sobre la base de plantear una agenda distinta: la tecnología y el escaso porcentaje de ciudadanos con acceso a ella en la urbe latinoamericana- es revertida en su valor de uso.

Se democratiza, pero no es una democratización abstracta, sino que por el contrario pasa a ser un elemento más de la sociedad civil, que la vuelve el fantasma de la máquina virtual, lo que no puede ser codificado, delimitado en HTML e inscrito en el efecto sujeto que el Estado crea con su urgente digitalización. La opción por la historia, por la memoria, es una elección que no puede ser desechada porque sencillamente los quiebres y fracturas siguen encontrándose ahí, persisten a pesar de los lavados de imagen y el olvido intencionado. Es algo que aparece de repente, cuando extrañamente nuestra máquina de la felicidad, la tecnología que ocupamos, se parece a nuestra máquina del poder, al proyecto que deseamos para la sociedad.

BIBLIOGRAFÍA

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Barbero, Jesús Martín (2000) Globalización y multiculturalidad: notas para una agenda de investigación. En Nuevas perspectivas desde/sobre América Latina. Cuarto Propio, Santiago, 2000

________________ (2000) Jóvenes: comunicación e identidad. Conferencia Iberoamericana de Ministros de Cultura. Panamá, 2000.

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Fuguet, Alberto y Gómez, Sergio (1996) McOndo. Mondadori, Barcelona.

Rama, Angel (1984) La ciudad letrada. Ediciones del Norte, Hanover.

Sarlo, Beatriz (1998) El Centro Comercial. Diario La Jornada, México (22/03/1998).

Sterling, Bruce (1998) Mirrorshades. Siruela, Barcelona.

Subercaseaux, Bernardo (2000) Historia del libro en Chile (Cuerpo y alma). LOM, Santiago de Chile.

 

__________

[1] 

Rama, Ángel (1984). La ciudad letrada. Hanover. Ediciones del Norte, 1984, pp. 8-9.

[2] 

Subercaseaux, Bernardo (2000). Historia del Libro en Chile (alma y cuerpo). Santiago de Chile. LOM ediciones, p. 21.

[3] 

Subercaseaux, Bernardo (2000). Op cit. 23.

[4] 

Subercasaux, Bernardo. (2000)Op cit. 8.

[5]

Avelar, Idelber. Alegorías de la derrota: ficción postdictatorial y el trabajo del duelo. Santiago de Chile. Cuarto Propio, 2000, p. 65.

[13a]

Subercaseaux, Bernardo. (2000)op. cit. pag 167.

[6]

Subercaseaux, Bernardo. (2000:170)

[7]

Expresión acuñada en una canción del grupo Faith no More, del disco Album of the year (1998).

[8]

Coupland, Douglas (1996). Microsiervos. Barcelona. Ediciones B.

[9]

Barbero, Jesús Martín (2000)Jóvenes: comunicación e identidad en Conferencia Iberoamericana de Ministros de Cultura. Página web.

[10] 

Fresán, Rodrigo (1998).La velocidad de las cosas. Barcelona. Tusquets.

[11] 

Bruno De Vecchi Espinoza. Nuevas formas de vida, nuevas estructuras de la comunicación en Interlink headline news, 1095, 29 de enero de 1998.

[12] 

Barbero, Jesús Martín (2000). Globalización y multiculturalidad: notas para una agenda de investigación. En Nuevas perspectivas desde/sobre América Latina. Santiago de Chile. Cuarto Propio, p. 26.

[13] 

Fuguet, Alberto y Gómez, Sergio (1996) McOndo. Mondadori, Barcelona, p. 17

[14]

David Glasser entrevista-: La única verdad es la realidad en Rolling Stone n° 32 (noviembre del 2000), Argentina

[15] 

Sterling, Bruce (1998). Mirrorshades. Siruela, Barcelona, p. 23.

[16] 

Sarlo, Beatriz. El Centro Comercial en La Jornada, 22 de marzo de 1998

[17] 

García Canclini, Néstor (2000) Culturas Urbanas de fin de siglo: la mirada antropológica. (www.unesco.org/issj/rics153/canclinispa.html)