Poemas inéditos de Carmen García

CARMEN GARCÍA nació en Santiago en 1979. Es socióloga de la Universidad Católica. Fundadora y editora de la revista Plagio. Ha participado en la organización de diversas actividades culturales, entre las cuales destacan el concurso de cuentos breves “Santiago en 100 palabras”, el ciclo de poesía escrita por mujeres “Cita a ciegas con Neruda” y el ciclo de poesía joven “A-ttak”. El año 2000 recibe la Beca para la Creación Poética Joven de la Fundación Pablo Neruda. Este año recibió la beca de creación literaria para escritores noveles del Consejo Nacional del libro y la lectura por su libro La insistencia, al que pertenecen los poemas que ofrecemos a continuación.

 

Los ojos de la noche

Este es el monstruo con el que soñaron las niñas la habitación del silencio, los dientes del cangrejo la rabia cuando orinábamos desnudas sobre la loza blanca tras el suave parpadeo de los que nunca nos vieron. Estuvimos ahí, las lombrices aparecían bajo tierra y la jaula era ausencia en el fondo del jardín. Estuvimos ahí y sin embargo nos ocultamos por los rincones de la casa tras los muebles, bajo los árboles. Comimos la misma miel que los pájaros, en conversación agitada con el viento con las madres que piaban por sus hijos. Nosotras, elegidas por una mano mayor para cargar con los ojos de la noche los huevos rotos de los pájaros.

 

El llanto sometido de los espejos

La sonrisa de mi madre temblando en las esquinas tosiendo el líquido amarillo jugábamos con un revólver aparecían mariposas desde mi vestido nos enceguecíamos con el reflejo del sol todo se iba quemando de a poco las hojas, los insectos que caían en manos de niños con espejos los ojos de mi padre se iban quemando los habitaban cucarachas negras el líquido amarillo que mi madre tosía mi madre también era un bicho temía a los espejos y a veces amanecía cubierta hablaba a niños con espejos la rodeaban y amanecía cubierta aparecía en los espejos con las manos ocupadas en las mariposas ella derramaba la leche porque estaba amarilla bebía agua salada y se iba secando de a poco como las hojas o los insectos de niños con espejos se iba secando sobre la leche derramada con los pechos salados cucarachas en los pechos negra la orina de mi madre se quejaba al orinar tosía el líquido amarillo, le dolía al orinar mi madre amanecía cubierta de bichos tenía espuma en la boca y hablaba el lenguaje de los ciegos.

  

A María Muñoz

Tu dices que sueñas con perros pariendo con el canto de la lechuza antes que nieble yo te pregunto por el nombre de las cosas en su vacío

te pregunto por las razones que tienen los pájaros para volar lejos de los hombres por los lugares que visitaremos los abandonados. Lo sé. Todo persiste: el orden de las cosas, tu caminar ausente entre los condenados. Madre silenciosa, hay una sombra conmovedora que te acompaña y tú, laboriosa, te repliegas en ti misma como una flor en su último invierno.

 

Elena

El ladrido rebota en la memoria perros de lana que hacía la abuela escuchando AM. Fumaba un cigarrillo igual de flaco que ella esperaba tejer el próximo y coleccionarlo como quien reúne el tiempo y deja escurrir las aguas.

 

El ojo del padre

Soy el ojo del padre que pasea ciego, vigilante de mí mismo. Tengo el corazón arqueado, agujas en el pecho, la rabia de los metales y una silueta de araña que teje sentencias a mis espaldas.

Soy el ojo del padre, tengo la mirada sujeta a la luz que define las cosas, a la ira de un dios que duerme a mí lado: silbido del desierto, llanto que envuelve los límites. El grito de la jauría en noche de caza, el nombre del músculo que sangra por la mirada.

 

“Hoy no iremos al mar porque el mar es la memoria de algo sagrado que no podemos descifrar y que nos golpea”.

Reinaldo Arenas

 

Otra vez el mar. El mar y sus penínsulas. La diadema que brilla en el fondo del mar tiene forma de isla. La diadema que cayó naufraga como nosotros es el registro macabro de la tragedia.

Hay cosas inexploradas en el fondo del mar. Cuerpos que pasean en sacos por las profundidades. Un andar constante y sonoro, delicadamente fúnebre que llega a las orillas. Hay un tiempo tras las rocas que golpea en lo profundo, la espuma de la rabia.

Éste es el abismo celeste que nos separa de la vida. Éste el tiempo que se escucha y descubre a un primo muerto en las copas de los árboles. Éste el lugar que dibuja tu ausencia: una inmensidad celeste que apunta detrás de los ojos. Es húmedo y tiene la rabia de los muertos. Es el lugar de los náufragos, hombres abandonados que pasean con una gata al hombro y una cama de acero esperando la muerte. Hay en el mar una conversación abierta, un país secreto con forma de isla que erosiona, en silencio.

Caminamos tras el caballo de los sueños. Hay sombras que nos acompañan. Un lugar oscuro surge en la memoria secreta de los hombres, una laguna que se abre para nosotros como el mar a Moisés. Hay un camino oculto en el follaje. Allí se ocultan las niñas que se fueron antes de tiempo. Ellas escapan de la laguna porque es profunda y oscura. En ella habitan caballos alados y los cuerpos terribles de los hombres. Nos dirigimos a la laguna por caminos que piden silencio por las muchachas muertas del bosque. El caballo gime como el bautista. El caballo es el bautista.

Hay cuerpos en la laguna, helicópteros, hélices que cortan el viento como el dolor corta la respiración de mi madre. Es tarde y hace frío. Hay botes volcados en el agua, un viento siniestro que viene a destruirlo todo. Es tarde y hace frío. Nadie ha visto los zapatos de la niña. La niña baila ahora en otro lado. Es de noche y la búsqueda no ha dado resultados. Solo luces que alumbran fragmentos de la laguna, columnas que se alzan por sobre las aguas, columnas de luz que construyen el cementerio de las noches. Ese día, la luz que anunció tu muerte, fue una piedra oscura y pesada que cayó sobre nosotros.

Este día se extiende como el andar de las victimas con los ojos vendados. La imaginación del silencio y los ojos vendados. Bestias que no dejan de llorar miseria. No hubo funeral: tu cuerpo envuelto en  plástico negro reclama a los hijos que aguardan crucificados por la tarde.