Estas palabras quieren ser un puñado de cerezas, un susurro -¿para quién?- entre una y otra oscuridad.

Sí, un puñado de cerezas, un susurro -¿para quién?- entre una y otra oscuridad (Jorge Teillier)

  'La lengua de un ser es el medio en el cual se comunica su ser espiritual. El río ininterrumpido de esta comunicación atraviesa toda la naturaleza, desde el ínfimo existente hasta el hombre y desde el hombre hasta Dios. El hombre se comunica con Dios mediante el nombre que da a la naturaleza y a sus semejantes (en el nombre propio) y da a la naturaleza el nombre según la comunicación que recibe de ella, porque incluso la entera naturaleza se halla atravesada por una lengua muda y sin nombre, residuo del verbo creador de Dios, que se ha conservado en el hombre como nombre conocedor y -sobre el hombre- como sentencia juzgadora. La lengua de la naturaleza puede ser comparada con una consigna secreta que cada puesto transmite al otro en su propia lengua, aunque el contenido de la consigna es la lengua del puesto mismo. Toda lengua superior es la traducción de la inferior, hasta que se despliega, en la última claridad, la palabra de Dios, que es la unidad del movimiento lingüístico.' (Walter Benjamin)[1]

 

1. Presumiblemente prescindibles palabras previas

Hay peligros en las modas, sobre todo (para nosotros) en las académicas. Muchos peligros. Peligro de suponer ciertas ciegamente algunas 'verdades', sustentarse en voces de autoridad sin cuestionarnos el por qué. Peligro de rechazar ciegamente aquello que nos puede iluminar, ante un -comprensible- desprecio intransigente por aquello que se ha masificado, en la lega voz del diletante. (Pero, ¿habría que rechazar algo que no fue escrito para él?). Peligro de verse forzado a incluir citas o autores que no queremos o no sabemos el por qué, pero que 'deben' ir: no hay una opinión válida sin ellos.

Hoy me toca entrar en ese juego con Walter Benjamin[2]. Terriblemente, de esta manera caigo en lo mismo que -tal vez- rechazo, pero este juego puede ser un vicio, y es muy difícil dejarlo. Este texto es sólo un tiro al aire, una posibilidad. Una respuesta sin responder nada. El Walter Benjamin de América Latina que poco a poco se ha vuelto la moda que el propio autor pudo temer. ¿Por qué esa moda? No se podría responder con certeza, pero sí jugar con esa respuesta, intentar adentrarse en ese juego, en ese círculo a veces inquebrantable que es la obra de su autor (tan fácilmente se puede entrar en la moda: hay tantas aperturas, es tan fácil la cita), con un molesto juego de reciclaje. Reciclar[3]: esa es de alguna manera la forma con la que intentaremos entrar. ¿Cómo? En el juego de la cita, del plagio, de la sobre-lectura. Pensar a Walter Benjamin, pensar con Walter Benjamin, ¿por qué? Habrá talvez una respuesta.

Habría, por cierto, que escoger un punto de arranque (¿arranque como escapatoria?) El punto central de mi interés es la teoría del lenguaje de Benjamin, centrándome esencialmente en su texto base, 'Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres', pero tomando otros textos de suma importancia en este contexto como guía, a saber, 'Sobre la tarea del traductor'[4], 'El narrador'[5], 'Sobre algunos temas en Baudelaire'[6], principalmente, amén de otras posibles referencias que surjan en el trayecto. Así también los clarificadores aportes de Seligmann-Silva[7] y Jeanne Marie Gagnebin[8]. Ciertamente éste no es un texto expositivo, por lo que se recomienda la lectura directa de los artículos (no explico a Benjamin, no doy mi opinión: juego con sus textos, reflexiono con ellos: sólo se puede entrar a jugar si se conocen las bases, el texto). ¿Por qué empezar un 'pensar a Benjamin' desde el ensayo sobre el lenguaje? Razones personales y prácticas: es, a mi juicio, uno de los artículos más bellos de este autor; tiene la particularidad, además, de ser el primer artículo publicado por él, donde se reconocen los gérmenes de lo que será su posterior obra. Si creemos en la continuidad de ésta, es la primera puerta de entrada, que dialogará con todo lo que vendrá más tarde.

Este artículo finalmente es un juego, sin un objetivo claro, pero del que se pretende se pueda desprender mucho. ¿Cómo explicar lo que ya fue explicado sin incurrir en una tergiversación del original? Tal vez con intentos como el presente, que no piensa en cerrar nada, ni en llegar a determinaciones... Sin embargo, quiere ser una referencia, una tentativa inconclusa. Ni Teillier quedará comentado, ni Walter Benjamin explicado, pero a quien pueda interesarle un diálogo entre estos autores, a quien quiera pensar de otra forma con Walter Benjamin, o bien con el poeta chileno, sea bienvenido con esta invitación.

Pero cómo empezar a hablar de Walter Benjamin, qué decir de su obra, desde dónde dar inicio a esta reflexión, cuál será la hebra a la cual nos aferraremos para entrar en este tejido inextricable. Mejor aún: por qué Walter Benjamin, más todavía: para qué Walter Benjamin. No quiero caer en una típicamente posmoderna retórica del fracaso, de la muerte de la intención, de la prescindibilidad del autor. Me quedo, entonces, en la reflexión, que malamente surge al pulso de estas teclas. (Me vacío en la retórica). De esa reflexión debiera, en mi deseo, surgir la reflexión postrera que justificara este texto.

Reciclar a Benjamin, descontextualizar a Benjamin, un fragmentario conjunto de citas muy al estilo del autor para conformar mi exposición, desarmar (desandar) y rearmar a Benjamin, pero sin despojarlo de contenido. La materialidad de su textualidad es lo que primará, pero hay un sentido tras todo esto: una hermenéutica subyacente que aún en este reciclaje no puede perderse. A fin de cuentas, el papel reciclado produce más papel (limpiado, eso sí, de toda marca de 'personalización' de ese papel, en un palimpsesto imposible de descifrar), el vidrio produce más vidrio. Reciclar a Walter Benjamin, en torno a la reflexión será un intento, tal vez, de 'producir más Walter Benjamin'. O bien otro Walter Benjamin, otra posible lectura. Entonces es desde su materialidad, sin perder de vista el contenido, que partiré esta reflexión, para hacer mi lectura de este autor. Mi excusa vendrá en el camino.

Pero qué hacer con esta teoría del lenguaje. Evidentemente no una árida exposición explicativa. No sólo árida sino traidora del propio Benjamin, quien constantemente hace referencia a la importancia de la forma de la exposición, más allá del contenido mismo de ésta[9]. Escoger este punto de arranque resulta sin duda de una arbitrariedad monumental. Todo texto remite al resto de su obra, y pareciera imposible la comprensión de esos textos sin la remisión a los que lo rodean, en el vicio de este círculo que el autor nunca cerró. Las opciones son múltiples, pero dos caminos divergentes se presentan como los más evidentes a seguir: o la eterna explicación que, si bien centrada en algún tema específico, remite, en el fondo, a toda la obra del autor (así los textos de los dos brasileños mencionados más arriba), o bien la concisión máxima: una línea, un eje, y nada de remisiones o contextualizaciones o explicaciones que escapen al núcleo. A esto último apelo yo. Pero no voy a exponer nada. Sólo a intentar decir (y no explicar) con (y no por medio de o gracias a) Walter Benjamin. Pero presento un nexo: la poesía de Jorge Teillier (Lautaro, 1935-1996)[10]. Teillier y su poesía lárica[11]. Pero, entonces, ¿Walter Benjamin para leer a Jorge Teillier? ¿por qué? ¿para qué?, mejor aún: ¿con que derecho? Pero no es esto lo que pretendo hacer, aunque de algún modo tenga ese punto de partida (de arranque: recuérdese: de escapatoria; mi reciclaje tendrá que dejar todo esto detrás para poder ser productivo). Sería más pertinente, tal vez, decir: Jorge Teillier para leer a Walter Benjamin. ¿Por qué? Me parece que la poesía de este autor nacional me permite, como sujeto instalado en esta realidad, en esta contextualidad, de alguna forma 'arraigar' la teoría de Benjamin, aterrizarla, me atrevería a decir: a sentirla. Teillier probablemente no leyó a Benjamin, y su poesía no es en lo que estaba pensando Benjamin cuando escribió su artículo. Pero puede leerse a uno utilizando al otro. Entonces aquí aparece el objetivo principal de este informe. La poesía de Teillier nos permitirá acercarnos al pensamiento en torno al lenguaje de Benjamin, desde mi propia reflexión. Pero luego viene la razón de ser de esta reflexión: el porqué de ella. La reflexión sobre la reflexión, que nos permitirá volver sobre la pregunta inicial (este círculo nunca se cierra): ¿por qué Walter Benjamin?

En el fondo, escojo un punto de partida, arbitrario como todos, un corte en el continuum de la obra del pensador alemán, utilizando el ejemplo o la correspondencia para ampliar esta reflexión, y finalmente volver a la pregunta a la que hubiese llegado sea cual sea ese corte como punto de partida. Esto es sólo un intento (un ensayo). Esto no es una exposición de la teoría benjaminiana. Este texto no pretende dar cuenta de la lectura de Walter Benjamin, y menos aún de la correcta comprensión (¿quién puede?) de su obra. Este breve texto será una pequeña reflexión en torno a Walter Benjamin, el pensar a Walter Benjamin, desde América Latina. Y desde aquí invoco la compañía de Jorge Teillier para ablandarme el camino. Doy comienzo, pues, a este ensayo.

2. La lengua del naufragio

Jorge Teillier será la bajada: del lenguaje en general al lenguaje de los hombres, pero desde la experiencia. Jugará el papel que presumiblemente juega Baudelaire para Benjamin, aunque el contexto es radicalmente distinto. ¿Es esa mi intención al tomar la referencia de Teillier? La intención es ese punto de conflicto. Se puede usufructuar fácilmente de la reflexión benjaminiana en cualquier contexto, como se ha visto ampliamente en la práctica. Habría, entonces, que matar esa intención, como un pre-supuesto al que se quiere llegar; no perder de vista, claro, la reflexión. Pero, ¿cómo despojarse de esa intención? Ese el juego que vamos a seguir.

Para eso debo comenzar mi discurso arrancando desde la misma poesía de Teillier. Nuevamente, no me queda otra solución que una partida arbitraria. Propongo entrar en la teoría benjaminiana al ritmo de la poesía de Teillier, intentando romper los márgenes de ese círculo o esfera que es el pensamiento de Benjamin. Una vez roto ese margen, es fácil dejarse llevar por la corriente de su pensamiento.

Este ensayo claramente se despliega desde una experiencia personal (me refiero a la mía como autor) encarnada en una reflexión. Entonces, aferrándome a esto mismo, tomaré el punto de partida que yo mismo tuve para elegir esta modalidad de trabajo: ¿qué fue lo que me hizo pensar en Teillier para leer a Benjamin? Lo primero que me llamó la atención al leer el artículo 'Sobre el lenguaje...' -y por lo tanto lo primero que utilizaré para comenzar a desplegar mi discurso- fue lo que Benjamin señala como el 'traducir el lenguaje mudo de las cosas', en la lengua nominal del hombre; de aquello que no tiene nombre a lo que sí (ver 'Sobre el lenguaje...', p. 98). Automáticamente entró Teillier en mis consideraciones. Algo hay que me recuerda con facilidad a él. Jorge Teillier simplemente expone, a veces es incluso descriptivo del paisaje, pero se entiende, se siente, que hay algo más. Léase, por ejemplo, la simplicidad del poema 'Relatos (I)':

El vuelo de las aves es un canto recién aprendido por la tierra. El día entra en la casa como un perro mojado de rocío.

Mira: se encienden las hogueras de los gallos. Los cazadores preparan sus morrales. Los caballos los esperan rompiendo con sus cascos el cielo que apenas pesa sobre lagunas de escarcha.

Tú eres un sueño que no recordamos pero que nos hace despertar alegres. Una ventana abierta hacia el trigo maduro. Busquemos grosellas junto al cerco cuyos hombros abruman los cerezos silvestres.

O el inicio del hermoso poema 'Bajo el cielo nacido tras la lluvia':

Bajo el cielo nacido tras la lluvia escucho un leve deslizarse de remos en el agua, mientras pienso que la felicidad no es sino un leve deslizarse de remos en el agua. O quizás no sea sino la luz de un pequeño barco, esa luz que aparece y desaparece en el oscuro oleaje de los años lentos como una cena tras un entierro.

El mundo de Teillier es un mundo del paraíso perdido: el mundo de la infancia, el campo, su pueblo natal. Es desde estas dos consideraciones (el paraíso perdido y el decir de las cosas) que me permito jugar con este autor. Toda su poesía parece ser un intento de recuperar mediante la palabra (el lenguaje) este mundo utópico, paradisíaco. O, al menos, dar cuenta de esa pérdida, lo que es -casi- lo mismo. Entonces recurre a la memoria. La nostalgia. Desde la memoria recupera imágenes, sólo retazos de ese mundo, de ese estado primigenio de su historia y las vierte en sutiles palabras:

IMAGEN

Te reconoces en ese niño que esta mañana de escarcha sale a comprar pan y saluda al lechero cuyo silbato despierta las calles.

Tú eres ese niño y eres el niño que a campo traviesa va hacia la casa de los vecinos con un ganso bajo el brazo bajo la luna espiada por cohetes en la que no se verán ya nunca más la Virgen, San José y el Niño.

Pero las palabras no están explicando: exponen simplemente, nada dicen si las cosas presentadas en las imágenes no hablan por sí mismas. Son las cosas, los objetos, el recuerdo y la ruina, la gente muda, el mismo Sur, el que le dice a Teillier, lo que él intenta (habría que ver el resultado de ese intento) hacer hablar. Es un pequeño intento, digamos con Benjamin, de traducir el lenguaje de las cosas en la lengua -poética- de los hombres. Pero habría que ver en que sentido está dicho esto. Sigamos.

He dicho que lo que intenta el autor chileno es recuperar un 'dominio perdido'[12], identificable, gracias a la nostalgia desde la cual surge ese deseo, con un estado paradisíaco. Nos acercamos tangencialmente a Benjamin. Sin embargo, esto no es tan así. 'Edad de oro' llama Teillier a ese espacio de la niñez[13] que ya no podrá recuperar. Pero esa niñez, o más bien el espacio que la envuelve, que la significa, no es tan simple. Es ese espacio, a su vez, el espacio que implica el 'infierno' de la infancia, aquello que no se quiere recuperar, que tal vez se quiera olvidar, pero que en la memoria va unida a aquello por lo cual ella despertó. El pasado no es sólo la utopía. O sí lo es, pero no una idealización sin matices:

'De ahí también la nostalgia de los `poetas de los lares', su búsqueda del reencuentro con una edad de oro, que no se debe confundir sólo con la de la infancia, sino con la del paraíso perdido que alguna vez estuvo sobre la tierra (y en este sentido, la nueva poesía chilena actúa sobre el campo de un Dylan Thomas, de Serguei Esenin, Gerard de Nerval, Milosz y otros)'[14].

Pero la utopía, como señalé, no es una falsa imagen idealizante:

'La primera mirada hacia la infancia hace surgir en el espejo encantado de la memoria el reino de la edad de oro, el paraíso perdido en donde llegan las voces que siempre deben escuchar aquellos que no tienen patria en el tiempo. El niño se vuelve prototipo de una condición inocente y primitiva que si se recuperara bastaría para ordenar el mundo en un diverso sentido del que la antropófaga lucha por la existencia le señala [...] la infancia no es sólo el dominio de la pureza, sino que también allí los ángeles de las tinieblas extienden sus alas. Se ha dicho que la maldad está incluso en el átomo'[15].

Los dominios se han perdido, pero siempre existe la posibilidad de redención. La poesía talvez. La recuperación de ese pasado a través del lenguaje. Como señala Benjamin en sus 'Tesis para un concepto de Historia' (o 'Sobre el concepto de historia', en la traducción de Pablo Oyarzún): 'Sólo a la humanidad redimida le concierne enteramente su pasado. Quiere decir esto: sólo a la humanidad redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus momentos'[16]. Esto es, sólo en la redención podemos transformar o, más bien, decir directamente la experiencia en lenguaje, la experiencia y el pasado se presentizan en la inmediatez del lenguaje redimido. En Teillier, la palabra poética que sólo pretende mostrar en imágenes, haciendo hablar a estas imágenes en su materialidad, como única posibilidad de recuperar el pasado desde la experiencia del fracaso[17]. Recordaremos, con Benjamin, que ese pasado no puede ser nunca lo mismo que era, esto es, recuperar un pasado a-temporal, no-cronológico, que viene a reemplazar un estado de presente. Ese pasado no puede ser así, no puede hacer tabla rasa de lo vivido e instalar sin cambios un orden perdido. No, ese pasado o ese orden entran en diálogo con el estado actual de las cosas, recupera el pasado en su vinculación con el presente[18]: 'La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino aquel pletórico de tiempo-ahora' ('Sobre el concepto de historia', p. 61); también: 'El cronista [...] tiene en cuanta la verdad de que nada de lo que alguna vez aconteció puede darse por perdido para la historia' (id., p. 49)[19]. Es, entonces, desde su presente que Teillier quiere recuperar su pasado, teniendo la conciencia siempre que ese pasado ya no es, ya no le pertenece: ese mundo ya no lo reconoce (y entonces escribe su Crónica del forastero [1968], la crónica de un hombre que ya no se reconoce en ese lugar, y ese lugar ya no lo reconoce; ver sobre todo el poema II de ese libro). Esta recuperación, esta posibilidad de redención, en cuanto recuperabilidad de algo inalcanzable en la materialidad, sólo es posible a través del lenguaje[20].

Ahora entremos en algunas consideraciones tomando en cuenta al eje de este artículo, Walter Benjamin. Teillier quiere hacer decir a las cosas[21]. La cosa hecha palabra, citable como lenguaje. La palabra como posibilidad de redención de un pasado irrecuperable. Si seguimos a Benjamin éste sería un intento de traducir el lenguaje mudo de las cosas en lenguaje humano. Si nos atenemos a los planteamientos de este autor en 'Sobre el lenguaje...', y especialmente en 'La tarea del traductor', la traducción, refiriéndose a la transposición de una lengua a otra, implica la posibilidad, aunque sea mínima, de recuperar esa lengua perdida, tras la doble caída: la expulsión del paraíso (y por lo tanto la pérdida de la lengua adánica, nominante)[22] y la confusión babélica (la pluralidad de lenguas que sólo son un intento de recuperar esa lengua originaria perdida), ya que la traducción sería un ver qué es lo que hay, en su subyacencia, en común entre una lengua y otra. Ésta no podría ser más que las reminiscencias de esa lengua perdida. La traducción es siempre, entonces, la posibilidad de ascenso de un lenguaje a otro inmediatamente superior ('El concepto de traducción conquista su pleno significado cuando se comprende que toda lengua superior (con excepción de la palabra de Dios) puede ser considerada como traducción de todas las otras')[23]. Traducir el lenguaje mudo de las cosas es de esta manera, y como iba diciendo, una posibilidad de redención a través del lenguaje, una especie de 'ascenso poético'. Sin embargo, pareciera ser que esto no puede sino terminar en ruina. Teillier nos habla siempre desde el fracaso: la ciudad en que se encuentra sumido contra su voluntad, la pérdida de un espacio que ya no existe para él (ya no lo reconoce: 'Veo pasar un rostro desconocido / en el canal que corre frente a la casa. / Ese rostro / será mi rostro un día.'; también en 'Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal': 'Pienso por primera vez / que no pertenezco a ninguna parte / que ninguna parte me pertenece'), y la voluntad poética de recuperarlo, sin nunca poder llegar a buen puerto. Naufraga en su intento. Y en esta imposibilidad, la redención encuentra su contrapartida: el alcohol y su dependencia ('Si, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones'; o: 'Ve sólo una copa vacía y una magnolia marchita / Un hombre solo en una casa enferma.')

Teillier sólo puede hablar desde la experiencia, y esa experiencia es ya un naufragio. Le queda, como he señalado, esa posible redención a través de la palabra poética. Ésta se manifiesta en un intento, reitero, de hacer decir a las cosas; prestarle voz a la lengua muda de las cosas. Si embargo, el poeta trae consigo como herramienta para hacer esto su propia lengua, que ya es una lengua caída. Ese fracaso viene marcado de antemano. Cae entonces, inevitablemente, en la sobredeterminación propia de las lenguas humanas: 'Las cosas no tienen nombres propios más que en Dios. Pues Dios las ha evocado en el verbo creador con sus nombres propios. Pero en la lengua de los hombres las cosas son superdenominadas' ('Sobre el lenguaje..., p. 101), que quieren nombrar lo que ya ha sido nombrado (en la lengua nominal adánica). Así lo señala también Jeanne Marie Gagnebin: 'La `caída' es la pérdida dolorosa de esta inmediatez [de la palabra nominal con las cosas], pérdida que se manifiesta, en el plano lingüístico, por una especie de `sobredenominación' (Überbenennung), una mediación infinita de conocimiento que nunca llega a su fin' (Gagnebin, ob.cit., p. 18). Teillier puede decir mostrando, pero esa recuperación sólo puede quedar en el intento (decir en y no a través de).

La poesía se dibuja como una posibilidad de encarnar o transmitir el contenido mágico del lenguaje[24]. ¿Sería éste el resquicio por donde colar esa redención imposible? Seguramente, y esto es lo que me permite tomar un poeta[25] para leer una teoría del lenguaje. Sin embargo, nuevamente, naufragamos en la intención. Lo que podríamos llamar el 'problema' en Jorge Teillier es que quiere 'comunicar' a través de su poesía. Comunicación y no nominación. Esto tal vez sea mucho -demasiado- pedir, pero la imposibilidad de llegar a buen puerto se ve condicionada y graficada por este hecho. El poeta trae consigo la carga de una lengua caída. Puede intentar, pero mientras la sujeción a esta lengua continúe será imposible que traduzca la lengua muda de las cosas, que es la nominación. Y sabemos que este desprendimiento lingüístico es imposible. La poesía de Teillier sólo puede ser expresamente mágica, y no inmanentemente mágica (al igual que en la lengua del exilio, el hombre ya no puede comunicarse en la lengua, como pura comunicabilidad inmediata, sino que se comunica a través o por medio de la lengua, de forma infinitamente mediata). Sólo podrá decir a través de la lengua, y nunca en la lengua, en el lenguaje en sí como comunicabilidad: deberá hacer uso del lenguaje para comunicarlo. El intento por recuperar esa especie de onomatesis perdida no tendrá, claramente, un feliz resultado. Sólo queda la experiencia. Esa experiencia es el lenguaje. Y eso es lo que nos deja Teillier. Sólo nos queda él como sujeto comunicante en el lenguaje que nos legó. Se hizo lenguaje, y en ese sentido podemos aún hablar de una especie de redención (o como la constante posibilidad) póstuma[26].

Aquí podemos retomar a Benjamin y su artículo 'El narrador'. El narrador y su huella. El narrador como aquél que no sólo cuenta una historia, sino que deja su marca personal en esa historia. El narrador transforma en comunicabilidad su propia experiencia, y al ser él mismo el sujeto comunicante se dice a sí mismo en ese acto de comunicación:

'La experiencia que se transmite de boca en boca es la fuente de la que se han servido todos los narradores [...] El narrador toma lo que narra de la experiencia; la suya propia o la transmitida, la toma a su vez, en experiencias de aquellos que escuchan su historia [...] [El narrador] no se propone transmitir, como se propone la información o el parte, el `puro' asunto en sí. Más bien lo sumerge en la vida del comunicante, para poder luego recuperarlo. Por lo tanto, la huella del narrador queda adherida a la narración, como las del alfarero a la superficie de su vasija de barro.'[27]

Al igual que esa experiencia que se quiere comunicar (la pérdida de ese orden ya referido), este mismo sujeto comunicante de esa experiencia está en extinción[28]; y es por esto mismo que es tan difícil la tarea de Teillier: recuperar un orden a través del lenguaje, de su comunicación, pero recuperarse a sí mismo, para lograr esta comunicación, como sujeto comunicante de esa experiencia, en esa experiencia. Así, en la poesía de Teillier, si bien no hay propiamente una narración (entendida como el relato de una sucesión causal de una serie de acontecimientos), sí hay la comunicación de una experiencia en donde se evidencia la huella del propio narrador. El mismo Teillier intentó transformar su experiencia (ya desde el fracaso) en narración:

'En un cuaderno de copia de cuarenta páginas durante cuatro meses fui escribiendo la Crónica del forastero [...] Escribí casi sin interrupción [...] y surgía, no mi historia (pues la visión se convirtió en narración), no mi historia, repito (pues detesto la literatura), sino algo que quiere ser arquetípico de una generación y el mito de la Frontera surgido por el enlace de sangre, fuego y trabajo de tres razas y tres mundos distintos. Cronista o memorista de una historia y de una tierra, creo que el negarse a estar en el detestable presente significa trascenderlo por medio de la imagen, y proyectar el poema a un tiempo que será mejor para los hombres.'[29]

Se transforma así en cronista de esa experiencia. Dice Benjamin respecto de la crónica: 'de entre todas las formas épicas, ninguna ocurre indudablemente en la luz pura e incolora de la historia escrita como la crónica [...] el cronista es el narrador de la historia' (En: 'El narrador'). Así también, en 'Sobre el concepto de historia', la tercera tesis parte señalando que 'el cronista, que detalla los acontecimientos sin discernir entre grandes y pequeños, tiene en cuenta la verdad de que nada de lo que alguna vez aconteció puede darse por perdido para la historia' (p. 49). Esa experiencia es la pérdida definitiva ('negarse a estar en el detestable presente'). Y entonces vuelvo a la nostalgia: la nostalgia no es sólo la pérdida del orden primigenio. Así como el hombre pierde su lugar en el paraíso, pierde con esa misma pérdida la lengua adánica, aquella lengua que era un reflejo de la lengua creadora de Dios, la lengua que era capaz de hacer hablar o traducir en palabras el lenguaje de las cosas, que no conoce el nombre. Así también, digo, en Teillier existe esa nostalgia. El orden perdido, pero también la pérdida de esa lengua que pueda dar cuenta, expresar, comunicar ese orden[30]. La nostalgia es esa imposibilidad, pero es la tentativa. Lo que lleva a cabo el poeta chileno es su posibilidad de recuperar (de redimirse) a través de la palabra, del lenguaje, pero este lenguaje no puede 'ascender'. A lo sumo se queda en la traducción, en su intento, en la posibilidad irrealizable de acercarse a ese 'sea' de la palabra divina, perdida tras la caída.

Antes de terminar se va haciendo necesaria una pequeña aclaración, o rectificación, o lo que fuere. Digo: Teillier -en una paráfrasis a mi lectura de Benjamin- quiere recuperar un orden perdido a través de su lenguaje, que es, a su vez, un intento por traducir lo que las cosas le dicen. Recuperar mediante el lenguaje la inmediatez de la lengua antes de la caída. Su redención. Así al menos lo fui entendiendo desde Benjamin, y, a la inversa, así fui entendiendo algunos puntos de los textos de Benjamin, a través de la poesía lárica. Sin embargo algo es claro: la redención de Teillier no es la posibilidad de una redención de la comunidad. No es la llegada del Mesías. Es la redención personal, la vuelta a un origen que se identifica con sí mismo, con su propia historia, aunque ésta se encuentre enraizada en todo un orden de cosas, en una constelación de objetos y personas que la representan. El 'ascenso' poético de Teillier va de su lenguaje a uno superior, pero entendido desde sí mismo. El sujeto posmoderno es el individuo, o la fractura de sí, finalmente. Pero aun se cuela otra posibilidad, por un pequeño resquicio. Señalé que el 'problema' de Teillier es su intención de comunicar. Su poesía, pese a no tener un doctrinarismo evidente, se inscribe dentro de la poesía político-social, típica de los años 50 y 60:

'Hijo de comunista, descendiente de agricultores medianos o pobres y de artesanos, yo sentimentalmente sabía que la poesía debía ser un instrumento de lucha y liberación y mis primeros amigos poetas fueron los que en ese entonces seguían el ejemplo de Neruda y luchaban por la Paz y escribían poesía social. Pero yo era incapaz de escribirla, y eso me creaba un sentimiento de culpa que aún ahora suele perseguirse. Fácilmente podía ser entonces tratado de poeta decadente, pero a mí me parece que la poesía no puede estar subordinada a ideología alguna, aun cuando el poeta como hombre y ciudadano (no quiero decir ciudadano elector, por supuesto) tiene derecho a elegir la lucha a la torre de marfil o de madera o cemento. Ninguna poesía ha calmado el hambre o remediado una injusticia social, pero su belleza puede ayudar a sobrevivir contra todas las miserias. Yo escribía lo que me dictaba mi verdadero yo, el que trato de alcanzar en esta lucha entre mí mismo y mi poesía, reflejada también en mi vida.' ('Sobre el mundo donde verdaderamente habito...', pp. 60-61)

Esto lo hace más interesante. Jorge Teillier nos está hablando de un orden, a fin de cuentas personal, perdido. Sin embargo, desde esta postura política implícita en sus poemas[31], podemos atestiguar un intento, aunque sea mínimo, redentor para con la comunidad. Nunca podríamos decir que se configura como un Mesías o que quiera serlo. Ni siquiera espera su llegada, pero en su comunicabilidad, que es su propio fracaso, se abre a una inalcanzable redención comunitaria. Pero naufraga.

3. Para reflexionar concluyendo

Esto ha sido, pues, el viaje desde Teillier a Benjamin. Quedan las últimas palabras. Poco he dicho respecto a la misma teoría del lenguaje en el pensador alemán, pues no pretendía jamás ser éste un texto expositivo (una exposición tergiversante y fragmentaria sobre el concepto benjaminiano de lenguaje) o explicativo. El original se dice a sí mismo (lo mismo corre para la poesía de Teillier) de muy diferente naturaleza respecto del actual. El modo de exposición fue quizá lo que primó a la hora de elegir el tema de mi interés. Y en esa elección radicó mi traición: el desmembramiento de la continuidad de ese texto.

Luego viene este esbozo seudo-expositivo, elaborado en unas cuantas páginas en torno a la poesía de Jorge Teillier. Un reciclaje de citas, en que varias cosas han sido dichas. Sin embargo, yo mismo pondré en jaque mi texto: ¿qué validez puede tener todo este desarrollo, toda esta reflexión en torno a la poesía teilleriana desde Benjamin y viceversa? No puedo decir: sí, desde Benjamin se entiende mucho mejor a Teillier; no caeré en esa falacia. Tampoco: la teoría de Benjamin queda clara y completamente evidenciada en la creación poética del autor nacional. Simple utilitarismo. Pero puedo dar cuenta de alguna de mis experiencias[32], que no parten desde la elaboración de este breve ensayo, sino de mucho antes, concluyendo, talvez por una cosa de temporalidad (su clausura), en estas palabras que van avanzando a medida que se dicen. Es cierto, yo no necesité a Benjamin para leer a Jorge Teillier, ni para acercarme a él ni para entenderlo. Podría decir, entonces, que la lectura de Benjamin no cambió en lo sustancial mi lectura del autor nacional, con lo que cualquier cita o referencia autoritaria (como suelen ser las referencias al best-seller Benjamin: todo texto académico, en la moda actual, para darse un cierto grado de seriedad -y grandilocuencia- debiera incluir una cita a Walter Benjamin como fuente de una verdad-saber absoluta) quedaría excluida, y más todavía, cualquier propuesta de lectura de Teillier que considere la referencia a Benjamin, de ser así, pierde toda pertinencia. Pero esto, visto tan a la ligera, también constituye una falacia. Una nueva aseveración que no me permito: la lectura de la teoría del lenguaje de Walter Benjamin no cambió ni influyó en mi lectura de Teillier. Acá está el quid del asunto. De ser cierta esta afirmación cada una de las páginas precedentes se esfumaría; incluso si se pone en duda la honestidad académica del yo-autor (es decir, un alguien que se aprovechó de una línea temática de fácil desarrollo pero que ni él mismo cree cierta o pertinente o siquiera interesante pero que dada esta facilidad se empeñó en un desarrollo coherente y convincente para dar un pronto fin a su trabajo y esperar un buen resultado) la frase anterior no es válida. Puede ser que yo pensara relativamente lo mismo de Teillier antes o después de Benjamin, pero ya no puedo decir que mi lectura es la misma. Acabo de hacer un brevísimo tránsito por la poesía teilleriana enmarcándola, iluminándola, reflexionándola, problematizándola, navegándola (y naufragándola), explicándola, desde la teoría benjaminiana. Esto es, hago mío el lenguaje de Benjamin para acercarme a otro tipo de lenguaje, amalgamándolos (mi lenguaje, para decir a Teillier, ya no es el mismo). Es como una pincelada de sentido. No quiero decir, jamás, que Teillier queda explicado cabalmente desde Benjamin, pero desde mi experiencia personal, que tuvo que confrontar dos textualidades, dos lenguajes en fin, la lectura ya no puede ser la misma. En mí, Teillier se ha 'benjaminizado' y Benjamin se ha 'teillierizado', pues todo lo que acabo de decir respecto de la lectura de Teillier se corresponde con la lectura de Walter Benjamin: ya no hay un mismo Benjamin para mí, hay un después-de, una nueva posibilidad de lectura, una iluminación respecto de sus pensamientos. Ha adquirido materialidad. Y sin embargo ninguno de estos autores se ve limitado o constreñido a esta nueva visión.

A lo que intento llegar no es a un Yo monumental verdadero objeto de estas reflexiones. Es mi experiencia para graficar una posible respuesta a la pregunta de origen (siempre volvemos al círculo): ¿por qué Walter Benjamin? Su lectura no es doctrinarismo. Su cita no es autoridad. Pero me valgo de mi ejemplo. Podemos pensar con Benjamin, reflexionar con él. Su voz no tiene que ser autoridad pero sí puede ser iluminación, una posible apertura textual, ideológica, hermenéutica. Yo no puedo explicar y constreñir a Teillier desde Benjamin. Decir: lo que vemos en este poeta se explica claramente desde el visionario pensador alemán. Ridículo. Pero sí puedo decir: puedo cambiar, afirmar, o amoldar mi lectura interpretativa a la luz de ciertas consideraciones de Benjamin. El autor no dice la verdad. Especula con ella. Nosotros podemos tomar esa especulación y darle un par de vueltas más, considerarla. No empujar mediante fuerza bruta (o bruta fuerza) a Walter Benjamin para que nos afirme, para que nos revele; simplemente dejándolo decir, y esperando que lo que nos diga nos pueda dar algunos indicios para nuestra propia reflexión. Su lectura es una posible lectura. Pensarlo es la posibilidad de otro pensamiento. Y por eso no se agota. Y por lo mismo, no podemos perderlo en la falacia del dogma, al que nunca pretendió llegar; al contrario. ¿Por qué Walter Benjamin? Porque acabo de considerar los 'naufragios' de Teillier desde el lenguaje, empujado (pero no obligado) por Benjamin; porque acabo de entender o 'aterrizar' la teoría de Benjamin en una poesía que es de mi agrado; porque me ha permitido esta misma reflexión que estoy llevando a cabo, lo que ya es una tautología; porque vendrán muchos otros informes o simples reflexiones sueltas que se opondrán tajantemente a todo lo que he dicho, lo que, como dije, hace que este autor no se agote; porque acabo de tomar dos autores, los hice dialogar, descubriendo una posible dialéctica antes impensada para mí. Pero ahora la puedo pensar.

4. Bibliografía

- Benjamin, Walter, 'Sobre la tarea del traductor' y 'Sobre el lenguaje en general y el lenguaje de los hombres', en Ensayos escogidos, Buenos Aires, Sur, 1967, pp. 77-103.

-------, 'El narrador', en página web: http://inicia.es/de/m_cabot/el_narrador.htm (traducción de Roberto Blatt, Taurus, 1991).

-------, El origen del Drama Barroco Alemán, Madrid, Taurus, 1990.

-------, 'Sobre algunos temas en Baudelaire', en Poesía y Capitalismo: Iluminaciones II, Madrid, Taurus, 1988, pp. 121-171.

-------, La dialéctica en suspenso: fragmentos sobre historia, Santiago, LOM Ediciones, 1998.

- Gagnebin, Jeanne Marie, História e Narraçao em Walter Benjamin, Sao Paulo, Editora Perspectiva, 1999.

- Kafka, Franz, Obras Completas, Tomo 4, Barcelona, Teorema, 1984.

- Seligmann-Silva, Márcio, Leer o Livro do Mundo / Walter Benjamin: Romanticismo e Crítica Poética, Sao Paulo, Editora Iluminuras, 1999.

-Teillier, Jorge, Los dominios perdidos, Santiago, Fondo de Cultura Económica, 2002.

-------, Prosas, Santiago, Editorial Sudamericana / Biblioteca Transversal, 1999.

- Página web: http://www.uchile.cl/cultura/teillier/

[1] Benjamin, Walter, 'Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres', en Ensayos escogidos, Buenos Aires, Sur, 1967, pp. 102-103.

[2] Este artículo nace como resultado del seminario de posgrado 'Walter Benjamin en América Latina: interpretado, adaptado, reciclado', dictado por el profesor Horst Nitschak durante el primer semestre de 2005. La intención originante de este seminario era precisamente el reflexionar acerca del impacto del ensayista alemán en las últimas décadas en América Latina, sustancialmente mayor al que tiene en Europa, incluyendo su propio país. El resultado fue un curso que fue record histórico en asistencia para un curso de posgrado...

[3] El nombre del seminario responde a las tres formas en que se ha recepcionado a Walter Benjamin en nuestro continente: interpretar, haciendo una hermenéutica del texto benjaminiano, intentando establecer un sentido general; adaptar, leyendo a Benjamin desde América Latina, descontextualizándolo y recontextualizándolo para la realidad cultural local; reciclar, al romper el texto benjaminiano, fragmentar, recomponer, importando más por su valor material que por su contenido. Esa última es la posibilidad que se ha escogido para el presente ensayo

[4] En Benjamin, Walter, ob. cit., pp. 77-88.

[5] 'El narrador' (1936), en página web: http://inicia.es/de/m_cabot/el_narrador.htm (traducción de Roberto Blatt, Taurus, 1991).

[6] En Benjamin, Walter, Poesía y Capitalismo: Iluminaciones II, Madrid, Taurus, 1988, pp. 121-171.

[7] Seligmann-Silva, Márcio, Leer o Livro do Mundo / Walter Benjamin: Romanticismo e Crítica Poética, Sao Paulo, Editora Iluminuras, 1999.

[8] Gagnebin, Jeanne Marie, História e Narraçao em Walter Benjamin, Sao Paulo, Editora Perspectiva, 1999. Todas las citas de este texto y las de Seligmann-Silva son traducidas por mí.

[9] Ver, por ejemplo, la introducción a su texto sobre el Drama Barroco Alemán ('Algunas cuestiones preliminares de crítica del conocimiento'), en Benjamin, Walter, El origen del Drama Barroco Alemán, Madrid, Taurus, 1990, pp. 9-37.

[10] Para una pequeña introducción a la vida y obra de este autor, se recomienda el excelente sitio monográfico elaborado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, en la página web: http://www.uchile.cl/cultura/teillier/. 'Si alguna vez mi voz deja de escucharse piensen que el bosque habla por mí en su lenguaje de raíces', versa la cita instalada en la portada de esa página. En ella se resume, tal vez, todo lo que tenga que decir en este informe.

[11] Se recomienda leer, aparte de la poesía del autor, el artículo 'Los poetas de los lares. Nueva visión de la realidad en la poesía chilena', publicado en Teillier, Jorge, Prosas, Santiago, Editorial Sudamericana / Biblioteca Transversal, 1999, pp. 21-29. También en la página referida en la nota anterior.

[12] 'Los dominios perdidos' es el título de un poema del autor, incluido en Poemas del país de nunca jamás (1963). Significativamente también, la principal antología de poemas de este autor, editado por el Fondo de Cultura Económica, lleva como título, precisamente, Los dominios perdidos.

[13] Lo importante de ese espacio no es sólo el mundo de la infancia perdida, sino, al ser un poeta 'transterrado' desde el mundo rural a la ciudad, es el sentimiento de pérdida de un tipo de orden que se está yendo para siempre. Pero este orden es, además, un tipo de vinculación del hombre con las cosas que ya es imposible en el mundo moderno. Baudelaire escribe desde el shock de la modernidad, pero como hijo de esa modernidad. Teillier, en cambio, escribe desde ese shock como un sentimiento -irrecuperable- de pérdida. A este respecto, es interesante referir la cita que hace el mismo Teillier a una carta de R. M. Rilke, intentando explicar lo que se está perdiendo, a su juicio, desde esa 'edad de oro' en confrontación con la ciudad y la vida moderna: 'Para nuestros abuelos una torre familiar, una morada, una fuente, hasta su propia vestimenta, su manto, eran aún infinitamente más familiares; cada cosa era un arca en la cual hallaban lo humano y agregaban su ahorro de humano. He aquí que hacia nosotros se precipitan llegadas de EE.UU. cosas vacías, indiferentes, apariencias de cosas, trampas de vida... Una morada en la acepción americana, una manzana americana, o una viña americana nada tienen de común con la morada, el fruto, el racimo en los cuales había penetrado la esperanza y la meditación de nuestros abuelos [...]', citado en 'Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética' en Teillier, Jorge, Prosas, p. 65.

[14] Teillier, Jorge, 'Los poetas de los lares', p. 26.

[15] 'La terrible infancia', en Teillier, Jorge, Prosas, p. 33.

[16] 'Sobre el concepto de Historia', en Benjamin, Walter, La dialéctica en suspenso: fragmentos sobre historia, Santiago, LOM Ediciones, 1998, p. 49.

[17] Ver, por ejemplo, poemas como 'Cuando todos se vayan', 'Pequeña confesión' y 'Un hombre solo en una casa sola'. Por ejemplo estos versos, del primero de estos poemas: 'Cuando todos se vayan a otros planetas / yo quedaré en la ciudad abandonada / bebiendo un último vaso de cerveza, / y luego volveré al pueblo donde siempre regreso / como el borracho a la taberna / y el niño a cabalgar /en el balancín roto.' O éstos: 'Sí, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones. / Me amaron las doncellas y preferí a las putas. / Tal vez nunca debiera haber dejado / El país de techos de zinc y cercos de madera.' (De 'Pequeña confesión'). El poeta se ve autoexiliado en una ciudad de la que no puede escapar. Su fracaso es la irrecuperabilidad del pasado que es su ausencia-presente y que sólo en su 'redención' podría completamente citar. La pérdida de los objetos es lo que (sobre)vive (a) Teillier, y así es como termina sumido en el abandono en la ciudad, en la dependencia del alcohol y sus paisajes de clínica. Respecto de los objetos y su temporalidad en Benjamin, en el contexto de la pérdida y la redención, vale la pena citar a Gagnebin: 'Historia y temporalidad no son, por lo tanto, negadas, pero se encuentran, por decirlo así, concentradas en el objeto: relación intensiva del objeto con el tiempo, del tiempo en el objeto, y no extensiva del objeto en el tiempo, puesto como por accidente en un desarrollo histórico heterogéneo a su constitución.' Gagnebin, ob. cit., p. 11.

[18] Esta es un matiz del pensamiento de Benjamin que, contrario a muchas de las lecturas contemporáneas, no está apelando al fracaso de la Modernidad, sino que entra en su dialéctica. Así como nos dice Kafka, en sus Cuadernos en octava: 'Sin embargo, la eternidad no es el detenerse del tiempo. Lo que nos oprime es la idea que nos hacemos de la eternidad; la incomprensible justificación que el tiempo habrá de sufrir en la eternidad y la consiguiente justificación de nosotros mismos, tal como somos.' En Kafka, Franz, Obras Completas, Tomo 4, Barcelona, Teorema, 1984, p. 1437.

[19] Cfr. también las apreciaciones de Gagnebin, que transcribo: 'El origen benjaminiano apunta, por tanto, más que a un proyecto restaurativo ingenuo a un retorno al pasado pero, al mismo tiempo -y porque el pasado en cuanto pasado sólo puede volver en una no-identidad consigo mismo- apertura sobre el futuro, inacabamiento constitutivo.', Gagnebin, p. 14.

[20] Entonces se cae en la mediatez (inevitable). 'La palabra debe comunicar algo (fuera de sí misma)' ('Sobre el lenguaje...', p. 99). Esa es la consecuencia de la lengua caída. La lengua ya no comunica en ella misma, nominalmente, sino que se comunica a través de ella, cayendo en la cháchara, en la opinión.

[21] 'La naturaleza es triste porque es muda' ('Sobre el lenguaje...', p. 101).

[22] '[...] el hombre abandonó, en la caída, la inmediatez en la comunicación de lo concreto, y cayó en el abismo de la mediatización de toda comunicación, de la palabra como medio, de la palabra vana: en el abismo de la charla.' ('Sobre el lenguaje..., p. 100).

[23] 'Sobre el lenguaje...', p. 97. Ver también Gagnebin, ob. cit., p. 24: 'Con la historia interviene, por lo tanto, la violencia, lo arbitrario, la extrañeza, pero también, inseparablemente, la majestad de una dinámica que transforma cada lengua supuestamente `natural' en otra, más alta que ella misma. Este movimiento violento y redentor es el de la traducción como proceso salvador [...] la verdadera traducción rompe el orden habitual de la lengua para manifestar en ella un orden de la original.'

[24] 'Lo `medial', es decir lo inmediato de cada comunicación espiritual, es el problema fundamental de la teoría lingüística, y si se quiere llamar mágica a esta inmediatez, el problema originario de la lengua es su magia.' ('Sobre el lenguaje...', p. 91) También: 'Lo incomparable del lenguaje humano es que su comunidad mágica con las cosas es inmaterial y puramente espiritual: de ahí el sonido y el símbolo' (id., p. 95).

[25] No sólo de mi lengua, sino de mi nacionalidad. La arbitrariedad tiene también su funcionalidad, pero ejemplos variados hay en otras lenguas: piénsese en el ya citado Rilke, por ejemplo, o en Paul Valéry.

[26] 'El Mesías sólo llegará cuando ya no haga falta, sólo llegará un día después de su propia llegada, no llegará en el último día, sino en el ultimísimo.' Kafka, ob. cit., p. 1426.

[27] 'El narrador', en página citada. También lo señala en 'Sobre algunos temas en Baudelaire': 'Lo que importa a ésta [la narración] no es el transmitir el puro en-sí de lo sucedido (que así hace la información); se sumerge en la vida del que relata para participarla como experiencia a los que oyen. Por eso lleva inherente la huella del narrador, igual que el plato de barro lleva la huella de la mano del alfarero' (p. 127).

[28] Señala en 'El narrador': 'Es la misma experiencia la que nos dice que el arte de la narración está tocando a su fin [...] En todos los casos, el que narra es un hombre que tiene consejos para el que escucha. Y aunque hoy el `saber consejo' nos suene pasado de moda, eso se debe a la circunstancia de una menguante comunicabilidad de la experiencia [...] El arte de narrar se aproxima a su fin, porque el aspecto épico de la verdad, es decir, la sabiduría, se está extinguiendo.' Respecto al contexto de producción de Baudelaire, señala: 'Si se volvieron desfavorables las condiciones de la recepción de la literatura lírica, no será difícil imaginarse que sólo en excepciones conserva la poesía lírica el contacto con la experiencia de los lectores. Y tal vez sea así porque esa experiencia se ha modificado en su estructura' ('Sobre algunos temas en Baudelaire', p. 124).

[29] 'Escribir una crónica', en Teillier, Prosas, p. 49. Ver, por supuesto, los poemas que conforman Crónica del forastero.

[30] A propósito de la lengua originaria perdida y el papel que juega el traductor, señala Seligmann-Silva: 'La traducción debe justamente despertar la nostalgia (saudade) con relación a esta lengua `perdida'.' Seligmann-Silva, ob. cit., p. 89.

[31] Respecto de esto último, y en relación con el efecto mágico del lenguaje que propongo busca Teillier, señala Seligmann-Silva: 'La oposición de Benjamin a toda literatura que apuntase a un efecto (político) explícito a través de la utilización de la lengua como medio de contenido, lo lleva a destacar el elemento mágico del lenguaje y, más aún, a encontrar la esencia del lenguaje en el espacio mismo del silencio'. Seligmann-Silva, ob. cit., p. 79.

[32] Aunque no es ni era su intención, aparecen en el presente discurso marcas de una voz autorial que puede configurarse como un narrador en el sentido benjaminiano, diciéndose un poco a sí mismo en un texto académico-experiencial.