Indice

 

I LOS FUEGOS FATUOS 1   Canto de lo oscuro 2 Escrito en el viento 5 La noche 6 Los fuegos fatuos 8 La novia del lago 11 La marisma 13 Perséfona 14 Los duendes 17   II ESTRELLA NEGRA / LA MUSA DOLIENTE 19   De novio con la muerte 20 Abrazado a tu fantasma 21 Amores negros 23 La ausencia 25 Canción de amor 27 El amor virado hacia la izquierda 28 La esperanza 30 Podrías haber sido reina 31 Lamento 33 Estrella negra 34 Los amantes locos 35 Retrato 36 La musa doliente 38 Las rubias de antaño o el vals de la ingratitud 40 En otra vida próxima o lejana 42 Lilith 45       III HISTORIAS NATURALES 48   Sabiduría de las momias 49 Los viejos 51 Las noches blancas 54 El libro de los gatos 56 Los poetas 58 Cumpleaños tardío 61 Ya floreció el jacarandá 63 El enano viejo 65 La Zamira 68 Los ombligos 70 Laberinto de pasión 72 Paternidad 74 Sapitos de rulo 76 1 El último cielo 76 2 La música de las pobres esferas 77 3 El cuchillo de esmeralda 78 Popol-Vuh o la sombra darwiniana 79     IV MUSICA TROPICAL   Música tropical 83 Bill Evans 84 Ugly Beauty 86 Guess I'll Hang My Tears Out to Dry 89 Nada más que un corazón solitario 91 Pannonica 93 Pietro Ciampi (1934-1980) 95 These Foolish Things / Esas cositas tontas 97 Vocalise 99

Selección de poemas

 

 I LOS FUEGOS FATUOS

CANTO DE LO OSCURO

 Afuera aúllan los coyotes En el horizonte del Hollister Peak Esperando una luz que se abra todavía más lejos. Allá afuera también caminan los gatos entre los sotos Como si fueran las sombras que antes teníamos Entre ceja y ceja. Y las arañas tejen las telas Que en un momento muy próximo, mañana acaso Podremos ver a plena luz como ejemplo de lo insólito Que el destino puede dejar a nuestros pies. La vida es una hoja de papel en blanco: Siempre afuera, el árbol centenario, la encina enana Se apodera de otra gota, la última, de rocío Cuajando en sus ramas que vieron otros siglos y otros soles Cuando aquí había osos, iguanas, y muchas moscas amarillas. Mi rostro viejo se hiela con ellos, los gatos pobres Bajo esa luna tan simple como para repartir A cada mísero habitante un poco de su plata fundida Y sumar a cada momento otro momento mágico: Temí por mi sombrero y lo hallé Colmado de plumas de quetzal: Un antifaz me buscaba para terminar mi cara. No sabía que era mejor morir que ser enterrado Y que el arcoiris también estaba hecho de sombras. Mientras buscaba un libro de Felisberto Hernández Tropecé con los gestos que mi boca exhibía Con desidia, con gusto, con orgullo académico: En un par de huevos fritos encontré consuelo Y en el hemisferio doliente de una uña. Duele y duele todo este trabajo del noble hígado Buscando preservarme, preservar El instante ínfimo en que creemos existir Como espíritus dilectos. En cambio Los animales sufren en silencio bajo la luna Tienen sueños exactos sobre la muerte y despiertan Cuando viene otro rayo con su mensaje cifrado a la conciencia: Así en su dolor y su pobreza otra esquina del mundo se abre Al dormir nosotros torturados Por las mismas visiones que creamos Mientras el Don Diego de la Noche vela Sobre nuestras caras lívidas: la espera es larga. Otra vez los animales podrían hacer un coro o un corro Un apretón de garra o de pluma, un saludo benemérito Entrando o saliendo de ese espacio donde nuestras almas escaparon Y buscaron desaparecer o conjugarse En el silencio del bosque, donde más de una marmota escucha en su cueva Y donde los pajarillos, cabeza bajo el ala Protegidos por los buenos fantasmas Esperan la mañana para considerarnos en sus trinos. Ojo al charqui, ojo a las Musas Que es el momento de escuchar a Stan Getz, solos en la noche Que nos abriga y nos da sus caramelos de luz y de plata En las huellas de los caracoles. Hay una almohada para cada tragedia Y un grillo que, oculto dentro del cemento de la pared Suena con su cricrí como el de los lejanos colocolos en El Molle En casonas donde se respiraba el aire de las estrellas Y mi madre y mi tía con los Apey cabalgaban burros de clara inocencia Y destreza para vadear el río de Elqui. Allá abajo están, donde está todo frío Y duermen los gatos enroscados En sus cajas de cartón con mis suéteres viejos Y donde los ojos de las otras criaturas Despiertan del sueño de los sueños Para vivir otra vez y otra vez y otra. Mi rostro blanquecino les da la bienvenida Y hasta los poetas regresan, en el rocío de la luna Y en las copas vaciadas del vino del estío Porque es invierno allá en el Sur Ese mundo donde aún estoy Y donde todo lo perdí y todo lo tengo. Mayo 2004 

LOS FUEGOS FATUOS

  Una luna grande y sucia pasa detrás de las nubes: Yo apenas había sacado del mar ese pez oscuro Llamado esperanza, de la variedad escamosa Y con unos ojos grandes como monedas de nácar Que celebraban su agonía. Había flores en la ribera mugrosa, porque Alguien había partido muy lejos, al Sur, dejando Huellas bien profundas en la arena Y también en mis mejillas cubiertas de cicatrices. Naturalmente, era un misterio insondable Saber que mis deseos, que podían haber florecido Bajo las estrellas del equinoccio Ahora en el solsticio repicaban Zamarreando una sarta de dolores y abriendo de par en par Las puertas donde te escapabas para siempre. Ahí muy cerca estaba el que podía tenerte El que acaso ya te había tenido, pero como Todo no era más que una historia sombría Una suave tomadura de pelo a los dioses Entonces tanto tu dolor como el mío Podían anularse, el uno con el otro Y disolverse en la tinta del calamar gigante. Es ése el consuelo miserable con que suelo Acompañar el morbo melancólico de las tardes --Como el viejo marino de Rubén Darío-- Y ese sueño nos acompaña como la sombra fiel De los espíritus obligados a transformarse en fuegos fatuos. Ahora ellos Solamente brillan en los amores irrefrenables y negados Los que traen puro sufrimiento y jamás un momento de dicha Un beso bien dado, un solo yacer entregados a vida nueva Que nos da el amar y ser amados. Todo lo que tuviste se te devuelve, pero También largas manos aparecen para arrebatarte Tu sueño que penosamente se realizaba. Todos los demás moríamos, porque ese era El designio, la parola d'ordine, entre los que sabían Que amarte era peor que amar a una piedra En la cumbre de una montaña, un canto Rodado o los huesitos de un zorro Lavados por cien inviernos. Tenemos la certeza de morir, y de hacerlo cantando: Esos oscuros himnos, esos boleros cepillados Por los tríos sempiternos, y por Ramón Aguilera, el maestro Que me vaticinó una noche todos estos dolores Pero él mismo no pudo anunciar su propia muerte. Así era la ley, no amargar más a la que se va Para que allá lejos, la misma que llega reciba Su felicidad ganada después de tanto dolor Y tanto probar amores varios Todos un poquito más rijosos, un poco más impotentes. En ese momento todos queríamos tu amor Hubiéramos muerto por una brizna de él Pero nuevamente habían desaparecido los manjares De la mesa: helados, caramelos, pasteles Porque el que esconde la muerte debajo de la lengua ¿Cómo podría estar volviendo con las manos vacías O mejor, llenas? Hay que retirarse con el corazón Vacío, aderezado de plumas y con hacha de sílex En la diestra para sacar, inmolar la víscera loca. Sobre todo ese corazón mío, que ya está listo y cortado Para el shish-kabob, para que su carne resplandezca Y ojalá también tú la devores sin saberlo. 23. 8. 04   

II ESTRELLA NEGRA / LA MUSA DOLIENTE

 

AMORES NEGROS

 Los amores negros van saliendo de sus espinas Van naciendo a trasmano, en instantes efímeros Tan breves de parecerles que el tiempo tiene una garganta Como la del Mäelstrom o la de los Ogros legendarios Para tragarse cada sorbo de felicidad Igual que papeles secantes de extensión ilimitada, donde está Impreso el rostro de quienes, por amarnos como nadie Nos guían suavemente hasta el abismo Para luego empujarnos y escuchar nuestro grito De horror en la caída. Cuando la luna se vuelve oscura, esto es Cuando navega hacia atrás en el calendario Mientras todos dormimos, menos los ojos Que se abren hacia el reino de la locura, ahí Los amantes negros pueden mirarse a los ojos. También cuando el vino se adensa en las arterias De los que aman pero no son amados Y de los que quisieran amar pero tampoco pueden Porque tienen una espina atravesada en la lengua En aquella parte donde la palabra suele brillar Como un lirio de cristal que se destruye al ser pronunciada. En esa distancia que trasciende todas las distancias Tu ojo enfermo miró al mío, también enfermo Este desde siempre, desde que miré al cometa de 1948 Caer como si el cielo me lo estuviera regalando Porque sabía que no tenía ni nunca tendría amor verdadero Esto es el que se da y se recibe, no solamente el recibido. Los amantes negros pueden juntarse En el hueco de un alfiler que perfora la Nada Provocando a su vez una oquedad Como una perla negra que valiera por sí sola Todo este mundo y el otro. Pero ninguno Al menos ni tú ni yo, podría verla ni tocarla. Si tan sólo supieras cuánto me queda por llorar En un momento te detendrías a mirarme, lo sé Pero nuestro llanto y nuestra risa son estrellas Que nunca se han abierto en ningún cielo Salvo el que en el fondo de algún pozo secreto Dos ojos vieron allá abajo, en esa agua bendita, antes De que todo desapareciera. 4. 7. 04

CANCION DE AMOR

  Tú que estás más que nadie lejos del nido Pero vives en él y en él te acurrucas Porque tienes ojos de ardilla soñolienta, pero bailas Como en Babilonia habrá bailado Semíramis O a orillas del Urubamba lo habrán hecho Las princesas incas antes de morir. Así como mis sueños Traen tu piel y tu blusa levantada por los senos Cerca de mi oído, así también Arrastran y me inyectan la realidad que se esfuma Con cada inhalación de aire y cada latido Que se va galopando en las tinieblas. Cada vez que te veo--como lo dijo Bergman-- Estoy más cerca de la muerte, como si esa visión Se aferrara a mi esqueleto y mi espinazo Igual que el de una acémila se curvara Bajo el peso del universo. Oh sí, las mujeres tienen el secreto de los secretos En la saliva que bajo su lengua permanece como un tesoro Enterrado ahí por un príncipe tan bello como necio Que con sus anchas espaldas y sus manos fuertes Sembró en ellas el deseo y su culminación absoluta En medio del tiempo que nos fue concedido, que es muy poco Y el que nos resta, que es todavía menos. Pero aún tenemos tiempo de cortar una rosa. 16. 1. 04

ESTRELLA NEGRA

 La estrella negra que brilla desde adentro Y que alumbra a los peces ciegos, diez mil Brazas bajo las olas del mar, la estrella Que se ve a ojos cerrados o que los cieguitos Pueden atisbar sin agujerearse las pupilas. La estrellita que está en medio del cielo Cuando la luz llena el espacio de arriba Y también el de abajo, y nos llama a cerrar Las ventanas donde hace tiempo se asomaba Un monstruo con dos horribles cabezas. La estrella que la canalla no puede ni quiere ver Sólo el que se ha rajado el corazón a mitad Y de él caen pedacitos de hielo o de ámbar Puede verla como cuarzo flotando en sangre. La estrella loca que tenías hace treinta años En tus ojos, antes que los apagaras con rabia Infinita, con dulzura infinita, y con el sueño Atrasado que se traen los que han dormido Durante cien largas vidas, y ahora despiertan Para dormir de nuevo y así verla brillando Muy oscura en un fondo blanco de luz matutina. La estrella vacía y rota, que pisaste al nacer Y que te acompaña en tu camino, llorando Y riendo y finalmente llegó a vivir en tus ojos.  3. 4. 04

LA MUSA DOLIENTE

  La musa de los desesperados La Pincoya de los desesperados La que fue robada del corazón de otro, que agonizaba O bien dormía muy cerca suyo, cerca de un barranco Y un camino donde los ciervos iban a abrevarse Y tenían que caminar muchas leguas Para encontrar un arroyuelo en medio de casas Habitadas por profesores ya muertos Y por guacamayos que sabían proferir Salmos y palabrotas. En este eclipse total de luna saldremos a verla Por si en el astro comido por el dragón chino O por la tortuga con apetito insaciable Aparece desnuda, como las ninfas solían darse Al delirio de los sátiros, que conocían a la perfección Los senderos frecuentados por las bellas. En la ribera del lago, Nereida asolea sus muslos Prietos y morenos como torneadas espigas de canela Que vinieran recién llegando del Erebus y regando Su misterio para los ojos sin luz, que sólo podían verla En la transparencia de las noche tristes Las que traen sobre todo lágrimas Y también el cólico miserere, que sabe premiar A los más descabellados en el propósito De amar sin norte ni destino. Con la serenidad inocua traída por las consumaciones Y las tempestades eléctricas con rayos verdes Que se precipitan sin vacilar encima Del único ojo que permanecía abierto.  25. 10. 04         

III HISTORIAS NATURALES 

EL ENANO VIEJO

 Su último refugio es su calvicie, que lo aparta del peligro Entronizado por las hembras jóvenes o maduras Que siembran destellos en sus ojos bizcos. El sabe que mejor se aparta, mejor se encierra En la burbuja pálida que se inventó mientras envejecía. Pero también (oh las paradojas de la fiebre) daría el resto De su vida--es bien poco pero a la vez es todo-- Por correr detrás de aquellas hembras como reinas O tan sólo de la que se aburre de los monstruos Y desea mucho encontrar un sueño nuevo, sin saber Que sólo los sueños domesticados, obsequiosos Emputecidos por mucha vigilia y muchos paréntesis Podrían hacernos despertar por un segundo Un rato sideral, mientras allá arriba las lunas Cometas y espectros colisionan como cantos rodados. Sí: el universo es un total disparate Pero siendo yo tan ínfimo--piensa el enano viejo--podría Siquiera esconderme en el pliegue de sus labios Acercarme al milagro de su entrepierna Para allí morir de un soponcio extraído de sus orgasmos --Que eran orgasmos recibidos de otros-- O de varios infartos y bloqueos arteriales Que me ahoguen por fin, haciéndome ver la luz. Sí, sería maravilloso poder amar o recordar esa palabra insensata Para traerla otra vez a los labios Y al pronunciarla con voz entera Hacerla vivir de nuevo, igual Como viven las mejores flores de un día venturoso O como el Don Diego de la Noche Que sólo brilla en la sombra. Porque los enanos no tienen uñas Ni suspiros suficientes para llenar el valle de lágrimas O piscina temperada que la bella se cavó por tantos años Desde los pechos hasta el vientre Y hasta un poquito más abajo, ahí donde todo se vuelve eléctrico y perfumado Y donde está la puerta del paraíso, que sólo se abre para los elegidos. Ah enano maldito, sin ser ese otro que ya pertenece a la historia Por el hecho de tener tantos deseos formulados y tan pocos cumplidos En virtud del Código del Derecho Y de las flores que arruinan tu propio jardín Te deseamos buena suerte, te pasamos al otro lado de la calle Como se haría con un ciego que posee un olfato gigantesco Y por estar su nariz tan cerca del pavimento Lo libra de morir en el crepúsculo, y de remontarse Allá donde Alsino ardió por amor, por idiotez sublime Allá donde sólo la pequeña calva suya relumbra pese a sus fechorías: Allá tienes todo el derecho de llorar Y de abrazar a esa hembra. Allá lejos... Long Ago And Far Away... 18. 1. 04  

LA ZAMIRA

  Es una tristeza suma, oir cada noche Tu fantasma arrastrar sus babuchas Buscando un sueño y un mendrugo, y el eco de mis pasos Ya más perdidos que los tuyos. Allá donde hay huesitos y cenizas confundidos Y donde yo grito a mi padre: papá estoy vomitando sangre, ahí Hay un hueco que espera a ambos, pero también está El país incierto donde una vez despertaremos todos Y escribiremos, nota tras nota, tus canciones Hasta que ellas mismas se agoten Y vuelvan al silencio. Porque todo al fin se agota, como tu calavera que me sonríe Viva en su último respiro, que de todos modos es muy largo Como la respiración de un yoga, en su porfía De atravesar los puentes caminando hacia atrás. De tanto tocar valses de Chopin, ya no lo reconoces Y lo confundes con Porfirio Díaz Todo es una estrella silenciosa girando Y hasta la música atronada por el boom box Es parte de ese silencio que te abriga y corrompe Y me persigue en el baño cerrado y su vapor o en el sueño Destruyendo en mí hasta el último vestigio de tu imagen. Tú que estás a un paso de la muerte O menos de eso, a lo mejor podrías saber algo Del desatino que ha sido vivir, juntos o separados. Pero cada vez que te miro, pienso que sólo estamos Un poco más lejos, aunque el tiempo sardónico Nos reúna en su entrecejo, en sus ojos bizcos Cuya mirada se cruza en el infinito.  5. 12. 03 en su cumpleaños 95

LOS OMBLIGOS

  Cuando los ombligos sirvan Para algo más que enturbiar las aguas Y esas aguas, turbias de tanto ombligo, remonten Los cauces de los ríos hacia arriba, hacia la montaña Que los parió o hacia el glaciar Donde hubo un cataclismo hace millones de años. Ahí precisamente empezaron A nadar los ombligos guarda abajo Y fue entonces que llegaron a vivir En el centro pineal de nuestros egos, y de ahí en adelante Los ombligos cubrieron de a poco todo el cuerpo. Sin embargo, hay que reconocer Que los ombligos han madurado, sí, y ahora cantan En coro, como las estudiantinas de Toledo o de Guanajuato: Se han afiatado buscando su centro Como si dentro de cada ombligo hubiera otro A su vez más egoísta o majadero. Pero alguna vez un ombligo nos unió a nuestra madre Luego, ella nos parió y del cordón de su sangre Que nos lo daba todo sin pedir nada, sólo Quedó otro ombligo nefasto en el mundo. La verdad es que vivimos cercados Por ombligos ajenos como ventosas que asfixian Y al desierto le falta agua porque se la bebió un ombligo Grande como el planeta Marte o como un hoyo negro De los que se apotincan en el centro de cada universo Comiéndose estrellas, galaxias, mundos enteros Con todos sus habitantes y también sus sueños. Sí, hay tantos ombligos allá arriba Como aquí abajo, y el tiempo Por añadidura está hecho de ombligos tirantes Donde rebotamos, somos manteados Como aquella vez , no hace mucho Se vio volar a Sancho Panza sobre los muros O como la cabeza de los indios lanzada por Inés de Suárez Nos hizo ver que ya entonces había malvados ombligos En lo que no era Chile aún: Sólo la fértil provincia señalada. Las batallas de Lepanto De Waterloo, de Iwo Jima Se combatieron dentro de ombligos Y si no fue así, lo será mañana Cuando nuestro cuerpo llene el universo Y sus culpas sean expiadas, diluidas, transformadas En cenizas y diamantes, como se veía en la película Donde un caballo se revolcaba en un prado Y en la banda de sonido se escuchaba La más lánguida y fatal mazurka de Chopin. 5. 3. 04  

SAPITOS DE RULO

  1 EL ÚLTIMO CIELO Dormidos en el cieno, que copia el cielo Miles de sapitos esperan otro ciclo de los sueños Donde vengan cayendo las estrellas de todos los firmamentos Y también más allá del último cielo posible. Cuando todos podamos soñar junto a los sapitos De rulo, entonces despertaremos en medio de los ángeles Que tienen mejillas de guagua o de azucena Y el poder insensato de cabalgar los relámpagos. Cuando un pinchazo de luz en la oscuridad De repente devuelve a todos el significado de las sombras Así los que pasan sin verse ni ver, reconocen al fin sus culpas Y las expían sanándose a sí mismos Con el último rayo de sol. Pero aún así, creo que en ese momento venturoso Donde todas las estrellas brillen de día También ese día tú y yo pasaremos El uno al lado del otro Sin reconocernos.  2 LA MÚSICA DE LAS POBRES ESFERAS Ah la música La música que escuchan como ninguno Los que duermen bajo tierra, el violín Del viejo Antonio Agri, violinista de Piazzolla Monstruo radiante de los abismos Y los dobles luceros regalados Por antiguos novios a novias predestinadas A crecer bajo otros cielos, y a dormirse también Por mucho tiempo, bellas durmientes Que ningún príncipe lograría despertar. Mientras llueve la oscuridad y la sangre, mientras Las pobres esferas cantan como las ranas de Aristófanes Que sabían desde siempre lo que habría de pasar Inclusive hoy, cuando el mundo es dirigido Por sapos monstruosos, malditos verdugos Que para mayor escarnio Fueron elegidos por los mismos renacuajos. Mientras todo eso ocurre El que vive en el polvo enamorado Sabe que el agua salvadora está por ahí En alguna parte del cielo.

IV MUSICA TROPICAL

MUSICA TROPICAL

   En esa música tropical Antigua o antiguamente trovada, donde llegué Al umbral de tu cuerpo, allí donde la otra tú --La verdadera-- brillaba desde el fondo Como una estrella recién encendida Con las brasas que Prometeo le robaba al cielo Y también antes, mucho antes Para que sólo entonces viviéramos, sólo En ese momento imposible de existir Caminara hacia adentro de tu cuerpo Usando como vía secreta y pasadizo El laberinto que te rodeaba y nos rodeaba Abrasado por la belleza de lo desconocido Y donde nadie sino tú--o sea nosotros--podía saber La respuesta del enigma, el reposo final De las almas exhaustas de tanto penar En cuerpos equivocados.  20. 5. 05    

PANNONICA

 Allá en la iglesia de Harlem Thelonius Monk yace muerto En un ataúd de terciopelo morado Como un obispo triste que llegara de lejos Y con una sonrisa sardónica en sus labios arriscados Pero también morigerados por la muerte. A su lado se sentaban Nellie su esposa y Pannonica La baronesa flacucha que también compartió su amor Y su odio, sus demonios, y el humo De miles de cigarrillos negros. También el amor De unos cuarenta gatos que ya son, todos Polvo del planeta. Eran lindos y trágicos, aquellos gatos Como lo era el Hudson, lleno De témpanos grises del petróleo, y gaviotas ateridas Que buscaban algo más sustancioso que la muerte. Al menos, un trozo de pescado vivo. Ambas, Nellie y Nika, ya estaban más allá De los celos, como si el viejo Nietzche les hubiera dado Su bendición escalofriante, a la vera de ese ataúd Que saldaba todas las cuentas de esta vida y las otras: Crepuscule with Nellie. Pero antes, mucho antes Los acordes de Pannonica sonaban en aquella casa De New Jersey, con todos esos gatos Refrendando el milagro de existir y donde Le estaba designado morir. Ahí Monk Sonreía como si llorara, como solía hacerlo Al sentarse al piano, hilvanando su exquisita Balada de amor hacia la otra, que era ésta Al lado zurdo del Hudson, del Leteo Que es el río imposible de cruzar en vida Y lloraba Monk lentas lágrimas sucias Porque los amores le salían caros Porque siempre la música estaba en la otra orilla Porque los gatos pedían Más carne cruda y menos galleta marinera Porque el sueño y la vigilia se devoraban mutuamente Al llorar, que era como reír y viceversa. La música con su verdad llegaba a borrarlo todo Y a sostener su miembro flácido y a llenar los alvéolos De sus pulmones con oxígeno de otro planeta Donde se hubiera nacido al revés Como en ese cuento de Calvino en el que se nace viejo Un esqueleto danzante y se muere Siendo un feto que desaparece. Y entre canción y canción puede irse una vida Pero también ella se recrea, renace de las cenizas Que se esparcieron cigarrillos y cuerpos Mojados por el fuego de sus propias contradicciones Y desnudos, por fin, del regocijo y la angustia Entre gallos y medianoche o alrededor de ella Cuando la música se convierte en luz Y el viento zodiacal arrastra tu nombre. 11. 3. 04