Una lectura furtiva de 'El Jardín' de César Valdebenito , por Marisol Montero

Es el segundo libro que leo de Valdebenito y me encuentro con una poesía lúdica, fresca y también no menos compleja,  escrita con una estética en que aparentemente podría haber sido un error y, sin embargo, el resultado es genial. El Jardín es un libro de veinte poemas con una estructura corta y sin puntuación lo que llama la atención y que  claramente deja en evidencia la libertad del autor a la hora de crear los versos donde echó a volar sus sueños e imágenes.  Mención aparte son los espacios entre las palabras y también entre un verso y otro. Sin duda, la intención del autor es que leamos y al mismo tiempo nos detengamos a contemplar cada cuadro o cada escena de su viaje. 

No sé si con la señorita Jean  La señorita Lili  Nancy o Isabel  Pero viajé  Viajé y viajé  Y el viaje           fue casi una lágrima  

Los poemas son una  mixtura de viajes que nos muestran atmósferas y paisajes creados desde el amor y la pasión que el poeta siente. Los poemas, imágenes y cada verso nos atrapa en los sueños y los recuerdos permitiéndonos, también, a nosotros, conectarnos con nuestros propios sueños y recuerdos.  …la vida que para mí  se convertía a cada minuto en piel  línea de labio o de silueta  y ello        como si las Torres Gemelas prendieran  en el mismo firmamento   pero comprendía que eso   acabaría   y  sería un triste recuerdo.    La lectura fluye a través de los símbolos e imágenes de lugares y experiencias vividas no sólo en un espacio, un tiempo y lugar físico reconocible; sino también por todo aquello que acontece en lo vacío y lo oculto. El poeta logra sumergirnos en una lectura profunda, fruitiva,  evocadora y nos provoca la maravillosa sensación de que el tiempo así como lo conocemos, no existe, ya que a través de las imágenes hay una interacción dimensional de espacio – tiempo en que mágicamente sabemos que estuvimos en otros paisajes aunque no nos hayamos movido ni un ápice de nuestro sitio.  

En El Jardín, puedo reconocer a un autor más joven que nos habla desde el amor y la pasión que lo mueven a escribir unos memorables poemas. 

A Enrique Syms

Por César Valdevenito

   El 7 de mayo, he recibido tu última novela y te contesto en esta carta: estarás furioso conmigo y tienes razón, pero el trabajo literario se desarrolla en un montón de papeles, en el que los más antiguos van quedando día a día sumergidos bajo los más recientes y apremiantes. Te diré que empecé a leer la novela inmediatamente y vi que no la podía aceptar. Sin embargo, para contestarte quería tener tiempo de llegar hasta el final, porque tú me lo habías pedido. La novela no me gustó, porque está la vieja historia de siempre, y sobretodo porque sacas a relucir de vez en cuando; '...', '...', '...' ¿quién te ha enseñado a escribir éstas cosas? ¿Cómo es posible? ¡Por Dios, si me dan ganas de romperte la cara!

   Lo he leído detenidamente y todo es muy inmaduro en cuanto a escritura, en cuanto a humanidad, en cuanto a gusto, pero tu libro es una anécdota muy viva y alcanza su efecto. También es una cursilería tremenda, llena de cosas truculentas y de obscenidades. Tiene pocas cualidades y muchos defectos. En mi opinión deberías cambiar de método. Escribe una frase, reléela y si sientes que tienes algo ya oído, algo que cosquillea tu gusto, bórrala y recházala, hasta sentirla completamente normal, sin ninguna complacencia, pero que describa las cosas como son. Y sigue así. No escribas cosas tan inverosímiles o infantiles: describe lo que haces desde la mañana cuando te levantas, hasta la noche cuando te vas a dormir. Al cabo de poco descubrirás un montón de cosas y te darás cuenta de que tocas la realidad con tus manos. Tengo que decirte, por otra parte, que no hay nada que haga exclamar: 'Oh, formidable', que te lleve a descubrimientos insospechados. Es un 'honesto' librito que se debate entre tropiezos. Me parece que todavía sientes la tentación de decir demasiadas cosas, en su mayoría superfluas. Y es evidente que has jugado con esa treta de que el hombre sea una mezcla de bien y de mal, pero a mí, en el fondo me importa muy poco, ¿por qué?, porque es algo viejo, que se da por descontado, que debe estar ahí, ya se sabe. A mí me importa el problema del hombre contemporáneo. He leído con cuidado cada página y me pregunto ¿aún se pueden escribir libros así? Echo de menos el conocimiento preciso de un mundo concreto que se convierte en concepción del universo. Por lo demás lo que molesta, son esos personajes que resultan un poco monótonos, que hacen y dicen siempre lo mismo. Y además los pones al lado de mujeres que son más monótonas que ellos y eso te demuele a ti y a cualquier obra, y al final, ciertos personajes resultan un poco mecánicos, esquemáticos. Tus esfuerzos deberían apuntar a la individualización de sentimientos, dramas, ironías que estén en el alma de las personas, que sean concretas, calientes de vida, presentándolas de la manera más sencilla posible.

   Sin embargo, debo reconocer que en alguna hoja, logras cierta tensión, no está ni muy subrayado ni es demasiado poco, está bien. Por esto te pediría que lo releyeras y volvieras a trabajarlo más minuciosamente, debes rehacer el comienzo y el  final, y todos esos diálogos de pacotilla. Creo que fácilmente podrías borrar la mitad del libro y no perdería nada, al contrario, ganaría. En muchos pasajes aceptas lo que es solo 'moda' y no lo que es realidad, y en muchos pasajes falta seriedad y compromiso creador. En otros eres tosco e ingenuo. Creo que con mucho esfuerzo podrías salir adelante. ¿Cómo no puedes salirte de todo eso? Tienes que leer mucho a los autores modernos, hasta entender el vinculo entre lenguaje hablado y estilo literario. Por lo tanto, te espero dentro de algunos años, que para ti sean años de lectura, de reflexión, de buen trabajo. 

Afectuosos saludos

César Valdebenito. 

A los críticos literarios de la Revista de Libros del diario El Mercurio de Chile

Por César Valdevenito

    A Camilo Mark, Albaro Bisama, Mario Rodrdiguez,  Hernán Millas, Luis Vargas Saavedra y a los seudocríticos de revista de Libros.   

   Perdónenme si he tardado tanto en escribirles. No siempre puedo dedicar tiempo a estos papeles. Ahora lo he leído todo (reseñas, estudios, notas y otras cosas) a pesar de que los textos que tengo están llenos de palabras equivocadas, errores a cada línea y, por lo tanto es material de segundo orden. Ustedes tienen entre las manos temas buenísimos, ¡y van y los rellenan con esos desechos de intelectualismo retórico de dos céntimos! Estoy enojado porque no logro hacerlos comprender. Los autores y libros me parecen escogidos con el adecuado sentido crítico. Por supuesto me gustaría verlos marcar posiciones en el momento en que se producen en la literatura mundial cambios que hacen envejecer obras que ayer mismo parecían espléndidas. Sin embargo hay cosas coherentes, ahí están las notas al pie de página y sus matices, pero luego nada cobra un significado más vasto y al final ello termina por ser un poco ingenuo, un poco evidente, un poco descabellado. ¿Por qué escriben en ese dialecto apenas traducido o en esa jerga de maleante? ¿Por qué buscan modos de decir que apestan a libros y utilizan palabras técnicas que se vuelven abstractas y mentirosas? ¿Cómo no son capaces de distinguir las palabras que han nacido muertas? ¡Oh, diablos! Si no cambian me veré obligado a mandarles un asesino a sueldo para que los mate.

   Por supuesto que hay partes (las menos) que se leen bien, hay ciertas hojitas bastante pulcras, ciertas frases que son preciadas y legibles, pero a medio andar se caen y aquello se torna insípido, superfluo, básico. No se añade nada a lo que ya se sabe. Han leído muy mal a Calvino. Refrésquense con Bloom o con Susan Sotan. En este juego se necesita sensibilidad para no ir en el rebaño. Y lo malo es que muchos de estos papeles son tan imprecisos que el lector interesado se siente irresistiblemente inclinado a saltarlos. Todo es demasiado cómico. También tengo fuertes reservas cuando abordan las conclusiones que habría que escribir de manera clara y ordenada. Mucho antes los párrafos se deshilachan, cada uno va por su lado y todo se esboza y este cuadro se plantea una y otra vez en sus diversos detalles. Quizás abría que tomar algunos textos como un primer apunte o un punteo o ejercicio de escritura, no sé. ¿La ortografía?, es bastante aceptable. Hay un bello esfuerzo en la puntuación. Y en ocasiones en la sintaxis, aunque se pueden hallar casos bochornosos. Es claro que cada vez que reflexionan a uno le entra el pánico, sin embargo me llama la atención encontrar esos pensamientos que son el ejemplo cabal del conciliador libertino oportunista que está permitiendo que la corrección política haga trizas la (ya pobre) literatura chilena. Los años venideros serán duros. Pero sobre otra cosa tengo que decir algo (y no sólo porque no estoy de acuerdo con la cuestión), sino porque no se puede pretender examinar ciertos temas (como ustedes lo hacen) en tan pocas páginas; páginas opacas y oscuras. ¿Entre ustedes donde encontrar a uno que sepa apreciar un libro? No lo sé. Luego hay unos papeles que fluyen mejor, pero al final uno se topa con toda esa ratahília de palabras y se embrollan. Lo cual delata a un grupito lamentable que carece de ingenio y convicciones. No puedo decir más aunque con franqueza les recomiendo rescribir los finales en sus diversos sentidos, que son bastante débiles o absurdos, por no decir insólitos. Estoy seguro que cada cosa la podrán ver cuando abran bien los ojos. Los conocimientos de un buen crítico literario deben ser como una vasta bodega de buen vino, fresca y aseada, en constante maduración, reaprovisionada periódicamente con la aparición de nuevas cosechas. Invitan al lector a sorber y paladear, en cantidad suficiente para apreciar la calidad de los vinos disponibles. Pero nunca obligan al invitado a beber más de una copa en cada ocasión, de modo que las visitas a la bodega conserven su frescura y placer. Por otro lado debo decir que escriben bien cuando se dejan llevar libremente por la escritura. ¡Ojalá todo estuviera escrito así! No sé que más decirles. Por orgullo o pudor traten por un momento de abstenerse de seguir escribiendo reseñas, prólogos, críticas y otras yerbas y, si lo hacen traten, tal vez, de escribir de manera totalmente distinta, y verán lo que consiguen. Deseándoles el mejor de los futuros y que se tomen unos años de silencio y reflexión fructífera. 

Afectuosos saludos

César Valdebenito

Casi todo el rato

Por César Valdevenito

   -Lo de ustedes es verdaderamente una obsesión con las mujeres de pechos grandes.

   -No, no, no. En la revista Sien hay de todo. No soy partidario de la censura, en ninguna parte. Nuestra revista es un espejo, y refleja todo. Le decimos a nuestros lectores que no tienen por qué odiarse a sí mismos cuando les apetece echar un polvo; que no se convierten en seres despreciables por el mero hecho de hacerse una paja; y que no les hace ninguna falta que venga Freaud o Hefner o una estrella porno y los legitime. Yo no soy gay, pero estamos empezando a publicar un montón de cosas sobre el asunto. Servimos de ayuda a nuestros hombres casados cuando quieren echar un polvo rapidito. Hoy en día, casi todas las mamadas las practican travestis, gays y hombres casados. ¿Está usted casado?

   -Sí, mire, fui gay y tuve mi época de pestañas postizas y de travesti y ahora estoy casado; y, además, tengo tres hijos.

   -Y, ¿no sabía lo que acabo de decirle?

   -No, no lo sabía.

   -Bueno, está claro que la vida nos enseña cosas. Todos ustedes, ciudadanos chilenos serios y responsables, impolutos, nada degenerados, nada egoístas, leales, altruistas, que llevan sobre sus hombros todas las cargas del pueblo chileno y en sus mentes  todas las inquietudes sobre su futuro como nación necesitan una revista Electrónica como Sien. Nosotros estamos dispuestos a convertirla en el Charles Atlas de la bondad.

   -¡Qué papel tan difícil!

   -Pero, al mismo tiempo, tan reconfortante.

   -Y que les diría a aquellos que –con tanta corrección y finura y decoro- afirman que un escritor como usted anda por ahí fornicando, eligiendo un público en vez de elegir lectores.

   -Te diría que fueras a los parques, a los cines, a los baños de los bares, alrededor de las bencineras, a los garage, a los sitios eriazos, a las universidades, cerca de los restaurantes de camioneros… cada vez que alguien se la mama a alguien, en Chile, es en esos sitios donde ocurre. El sexo está cambiando en Chile. La gente se desenfrena, come vaginas, las mujeres se dejan culear más, los preadolescentes maman penes… y eso es lo que refleja Sien. ¿Qué se supone que deberíamos hacer? La nación cambia, pero a nosotros ningún cambio nos parece suficiente. Claro que de eso no va a enterarse leyendo la página cultural de El Mercurio o en la mierda de El Mostrador.

   -Entiendo, pero…

   -Quieres que de verdad te diga lo que dicen mis detractores.

   No hubo respuesta. Estaba claro que no le interesaba  continuar, pero a mi sí.

   -Yo soy producto de la moda, ellos son para siempre. Yo ando por ahí fornicando, ellos piensan. Yo soy un “caso”, yo llevo adelante una “carrera”, ellos, por supuesto, siguen su vocación. Y te voy a decir en qué consiste su vocación: Presidente de la Sociedad para la Supresión del Coito en Pro de los Más Elevados Valores. Regla número uno. No mencionar el propio pene. ¡Mamón!

   Pausa. Silencio.

   -¿Sabes como pusimos en marcha Sien?

   No hubo respuesta. Miró una cámara, tomó el micrófono, una gota de sudor apareció en su frente. Pero el entrevistador seguía con su sonrisa angelical e imperturbable.

   -Tenía por aquel entonces un Club liberal, ya sabes, de intercambio de parejas (por supuesto el director del diario ni siquiera sabe de esto). En Víctor Lamas esquina Prat. Odisea del Espacio, 2001. Tampoco lo habrás oído mencionar, nadie pagaba por el sexo, y no había ley que el municipio pudiera invocar para meternos en chirona. La misma alcaldesa estaba metida en el tinglado. Sexo consentido entre adultos, y eso, en Concepción era una revolución para aquella época. Era fantástico. Bueno, la gerente que tenía está ahora en la cárcel, por falsificación y estupro. Le echaron seis años. Una tipa muy agradable, llamada Michael. Michael y le decíamos la Bachelet.

   Michael Bachelet era grito y plata. 

   -Por favor, señor Valdebenito, por favor…

   -Déjame contarte, la Michael, a primera hora de la noche, con su borrachera a cuestas, con la mejilla aplastada contra la alfombrilla y el trasero levantado hasta la altura de mi cara me gritaba: ¡Clávame, clávame, crucifícame con ese pene católico que tienes! Y en ese preciso momento a alguien se le vino la idea del diario.

   -Bastante divertido.

   -Sí, todo era bastante divertido.

   -Gracias señor Valdebenito por sus reconfortantes palabras.

   -Muy bien caballero.

   -¿Necesito decirle que no es usted el hombre que esperaba?

   -Puede decir lo que considere pertinente, amigo.

   -Perdone, pero no soy su amigo.

   -Conste que lo reconozco, el noventa y seis por ciento de la pornografía es un aburrimiento, una cosa insípida y trivial. Pero así son las vidas de casi todos los seres humanos, y no por ello les negamos el derecho a existir. Para la mayor parte de la gente, lo verdaderamente aburrido y trivial es tener que sentarse a cagar en el water, un cordón desatado en el momento menos oportuno. O estar ahí esperando la micro bajo la lluvia. O quedarse clavado contemplando la marquesina mientras la pareja te deja plantado. No hacer nada. O hacer sin hacer. En cambio, mientras fornicamos y llega el orgasmo ¡Dios Santo! Y bueno, por eso es por lo que Sien lucha. Por lo que Valdebenito lucha y por lo que yo creo que Claudio (el director) y toda su pandilla lucha. Y eso es lo que les damos, y creo que lo que hacemos es bueno e inmejorable casi todo el rato.

El maestro

Por César Valdevenito

Marisol ¿qué demonios haces? ¡Tu, que siguiendo los pasos de un confundido Picasso me volviste loco durante tu último cuadro, haciéndome luchar como un tigre para convencerte de no cubrirlo con ni una pincelada excesiva  e incluso entonces insististe machaconamente en que debía darte las gracias porque eso era una graciosa concesión.

Escúchame, Marisol. La verdad es que no hay razón alguna para que yo me comprometa con tus lunáticos planes.  Tengo entre manos un cuento jugoso sobre algunos escritores menores (que concierne a la historia de la literatura chilena ortodoxa) e incluso si no termino el cuento, lo que gano con ello es aproximadamente un milésimo de lo que tu has ganado con tus cuadros en toda tu vida. Que te jodan, Marisol. Dame instrucciones finales y te ayudaré cuando quieras, como quiera  y dónde quieras.

   Porque no puedo negarme a tus deseos. Debido al hecho de que tu voz no suena con avaricia. Al contrario. Tu voz resuena en mis oídos de forma agradable, con tonos suaves y rotundos, con refinamiento sonriente y didáctico, como un intelectual impecablemente hedonista. Por tu aspecto pareces casi más europeo que los europeos. En dos palabras, podrías darle a la Princesa de España unas cuantas lecciones de buenas maneras.

   Cuando te pregunto, por ejemplo, por qué te gusta tanto la idea de que te aconseje sobre la línea o el dibujo de tus pinturas en el mismo momento en que estás pintando. Tu me respondes mansamente, con una suerte de sonrisa “Oh, vamos, por favor”, como si te hubiera hecho una pregunta completamente infantil, por debajo de tu dignidad y la mía, y a reglón seguido rechazas uno de mis chocolates, pero te dignas –posiblemente como gesto de solidaridad- a aceptarme una caricia en la mejilla. Das las gracias y me lanzas una suerte de mirada penetrante. Luego vuelves la mirada a tu pintura y te cierras como una ostra. ¿Y quién soy yo para ti? ¿El lacayo, el suche, el maestro, el crítico? ¿Yo? ¿Mi papel es puramente simbólico? Nuestro señor Valdebenito es un hombre de letras. Goza de una reputación mundial. En Chile se le respeta enormemente, casi podríamos decir que se le admira. Lo cierto es que para ti todas esas increíbles credenciales no cuentan para nada.

   Querida, Marisol. Con el debido respeto, tú ganas con tus jocosas ingeniosidades más  dinero en media hora de lo que yo he ganado con todos mis trabajos. Incluido esta carta. Y ahora daré por finalizada esta conversación. Si es que a estas líneas le puedo llamar conversación. Si algo de todo esto te molesta, te ruego tengas la amabilidad de olvidar estas líneas, considerarlas una desgraciada broma y considerar las últimas palabras como no escritas y nunca pronunciadas. 

De granujillas, reptilesias e ineptitudes a Camilo Marks

Por César Valdebenito 

   Hace poco tiempo el “crítico” literario Camilo Marks publica un balance de la literatura en el mundo, titulado, pomposamente;”La gran literatura en Deuda”. C. Marks parte asegurando que “hoy existe una ausencia conspicua de grandes creadores” desde Río Grande hasta Cabo de Hornos (snobismo atroz). Y el “crítico” se pregunta; “¿A quién le importan hoy por hoy los nuevos títulos de Volpi, Fresan, Piglia?, etc., etc. Con respecto a la literatura del Reino Unido afirma que “las luminarias brillan un momento para apagarse”. Con respecto a los franceses: “No tienen nada que ofrecer”. Y finaliza el artículo escribiendo que, en definitiva, existe una real ausencia de grandes escritores en todo el mundo o, en el caso de que los hubiese, no los conocemos. Si un “crítico” hace semejantes afirmaciones, sin duda quiere decir que él ha explorado los libros de, literalmente, millones de escritores actuales, leído los libros de los escritores de, por lo menos, UN PAR de continentes, antes de llegar a tal conclusión lo que es, absolutamente imposible para un lector de primera, incluso para un lector de la envergadura como la mía. Biológicamente es imposible. Y deseo recalcar la siguiente afirmación del señor Marks: “En caso de que los hubiese (grandes escritores) no los conocemos”. Con esta fracesita, al fin y al cabo, demuestra que dentro de su ingenuidad es lector de ocasión y posee la modesta mente de estudiante de segundo curso de español, tan desprovistos de tema y más aún, peca de sobervia y mal informado y de que, en definitiva, tiene un extraordinario mal gusto, lo que transforma al señor Marks en otra mosca zambullida en las heces, ya que en todas las épocas han existido escritores de envergadura, de primera línea, en algunas existirán más en otras menos, pero siempre los ha habido y los hay. Que el señor Camilo M., no lo sepa no es nuestra culpa. Después de leer el desliz no se puede tomar con seriedad ninguna afirmación del caballero. Por supuesto hay critiquillos que lo adoran incluidos un tal Rodríguez de Concepción y directivos de TVN (pero no se puede hacer nada con gente inculta y mínima sensibilidad). En el mentado articulo cada frase desafortunada nos lleva a una nueva frase desafortunada y uno se pregunta ¿quién es el que le da tribuna al mentecato, esa alma límpida de tacto y de ternura? ¿Esa alma tan sincera, honesta y de tan buenos modos? Y en la dichosa columna realiza otra serie de afirmaciones del mismo tenor.: “…a los chilenos les cautivan solamente sus prosistas.”, nueva generalidad  que cae en el saco de los embustes triviales que nos regala el señor Marks. Y la afirmación la justifica diciendo con que la lista de los libros más vendidos indica esto. Le pregunto a Marks ¿si las lecturas de los chilenos se reducen a los títulos de libros que se publican en la lista de los más vendidos? (dicho sea de paso la listita se determina con información que un periodista recopiló preguntando en cuatro o cinco librerías, las cuales a su vez le entregan información a vuelo de pájaro y, lo que nunca se dice, de acuerdo a las propias conveniencias). ¿Qué sucede con las obras que mes a mes leemos los chilenos y que no aparecen en la mentada lista? Eso sólo significa que no son los libros que aparecen en el compendio de los más solicitados de la semana, pero no significa que no sean leídos, más aún  hay muchos libros de autores que no son chilenos y que son muy cotizados y en muchas ocasiones son los más adquiridos. Y con esto no quiero decir que los chilenos seamos grandes lectores, pero es un dato viejo y archisabido que el lector medio, el lector chileno común y corriente ni siquiera lee la lista de los más vendidos y el lector de excelencia menos las toma en cuenta al momento de comprar en las librerías o elegir entre la paupérrima variedad de títulos de una biblioteca. Y “el gran” Camilo Marks luego se manda el numerito de tildar… se aventura a tildar la literatura de nuestro país como en el resto del mundo como “nublado, parcial despejado”. ¡Sublime frase que se despacha! ¡Y la lanza como si fuera un cuchillo! A estas alturas, cualquiera con algo de lógica (no menciono cultivado) siente que en vez de estar leyendo el articulo está bajo una carpa y se encuentra a boca de jarro con  el payaso. Y después continúa con su perorata: “Hace algunos años un ensayista Argentino nos calificó de la siguiente manera: “Ustedes tienen escritores malos, pero son los únicos que producen best seller internacionales” ” Camilo nos informa que en parte tiene la razón el Argentino… luego de explicar esto dice que descontando a Bolaño, Chile es la patria de Isabel Allende. Quiero decirle a mi amigo Marks que efectivamente Chile es la patria de Isabel Allende y que estoy de acuerdo  en que ella es una muy mala narradora, pero al mismo tiempo quiero señalar que al señor Marks al parecer le dio amnesia, ya que debería releer los artículos donde el mismo ensalzaba y aplaudía a cuanta novela barata de los mismos escritores chilenos que hoy critica. Recuerden la adulación que le dio a Marcelo Lillo en uno de  sus últimos artículos. O sea para chapucero está mandado a ser el viejito Marks. Y lo más chistoso viene ahora, en el mismo articulo se da vuelta DE CARNERO explicando: “…al decir que (los novelistas chilenos) siempre ocupan los primeros lugares de venta, estamos constatando un hecho incuestionable, sin pronunciarnos acerca de sus cualidades o falta de ellas”. Después de decir y repetir hasta el cansancio que existe una real ausencia de grandes escritores en todo el mundo. Recordemos como se llamaba el articulo “LA GRAN LITERATURA EN DEUDA”. Si el pobre hombre parte diciendo que está de acuerdo con el ensayista argentino (Mentiroso y cobarde más encima). ¡Qué más claro! Pero el señor Marks es un farsante de esos que existen pocos, cree que sabe, pero no sabe, y su misma incapacidad y miopía es lo que hace trastabillar al gaznápiro y caer de bruces en el fango, no hay otra manera de explicar su medianía, falta de tacto, ¡Es un “crítico”! ¡Y con ese pergamino lo ponen en la Revista de Libros! Y si continuamos con el desaguisado nos revela que en el presente hay autores que han sido inhumados o son prácticamente desconocidos y pone como ejemplo a: D.H.Laewrens, Aldous Huxley y otros. ¡Barbaridad de barbaridades! Nombra a dos escritores, de envergadura, muy conocidos y leídos en el mundo. Que han generado una basta tradición lectora. A estas alturas a uno no le queda más que preguntarse, si Marks escribió esto después de tomarse un cocktail de pastillas y coca. O lo escribió después de recibir la iluminación de otra galaxia. ¿Cómo tan inepto, reptil, bruto, burro, ignorante? Perdónenme que lo insulte, pero no hay manera de tratar con este tipo. No encuentro otra explicación. Me pregunto si alguien en La Revista de Libros del diario El Mercurio, ese diario que tiene una historia de seriedad, revisión y búsqueda en sus artículos de Cultura y en particular de literatura, repito, me pregunto, ¿se dieron el trabajo de leer esta broma? Allí no hay una frase que la redima. Los editores deberían bajar la cabeza y pedir perdón a página completa.

   Las presiones sociales y las modas periodísticas: los columnistas impostados y falsos críticos, esas divas del pop, esos farsantes por derecho propio pueden llegar a oscurecer ciertos criterios literarios durante un tiempo, pero estos seudo columnistas con fecha de caducidad no perdurarán. A los Marks los vemos convertidos en opinólogos baratos de esos programas de farándula o abusando de su ignorancia en algún espacio sospechosamente conquistado. Sin embargo la mortalidad acecha y todos aprendemos que el tiempo siempre triunfa.

La última noche con Viki

Por César Valdebenito 

   Tratándose de Viki, lo curioso no está en su oficio de secretaria, sino en lo sexual. En su casa hay pornografía por todas partes. Y cámaras expuestas a plena vista. Ella me muestra las cintas de las fiestas. Sus amigos merodean por el exterior y miran por las ventanas. En su trabajo la miran de reojo. Incluso, hay veces en que ven cosas y se excitan. Lo cual viene a ser una agradable distracción en su mezquino y feroz trabajo. Le hace bien y les hace bien. A todo el mundo le hace bien.

   A casa de Viki vienen niñas de doce años. Se visten de putas callejeras y pueden proceder hasta de quinientos kilómetros a la redonda. Todo el mundo, incluido el púber con cara de zángano de la plaza, anda en busca de diversión. Viki dice: “Si te van las orgías, ven conmigo.” Viki dice: “Desde que llegaste tú las mejores orgías de Chile se montan aquí.” En casa de Viki puedes hacer todo lo que se te pase por la cabeza. Asesinatos: no, pero si mucha droga. Puedes culear, puedes masturbarte, puedes mirar imágenes cochinas o tu propia figura en el espejo mientras eres empalado por algún tipo, puedes no hacer nada. Aquí viene lo mejor de lo mejor. También lo peor. Ahora, todos somos viejos amigos. Vente a la orgía, Valdebenito: así verás el Sumo Apocalipsis de la Vida. La última noche se une a nosotros una chica alta y esbelta. Lleva una minifalda que le llega al ombligo, se nota que no usa calzón por que se le ve la pelambrera de la vagina. El maquillaje le recubre el afilado rostro de pájaro. Tiene los ojos grises, como de gato, y una sonrisa que emite señales.

   -Sé quién eres –me susurra.

   -¿Y quién eres tú?

   -No sé. Ni siquiera tengo la impresión de existir.

   Y añade, para el gordito, semi borracho, que esta a su lado:

   -¿Existo yo?

   -Te presento a Rosa –me dice Viki-. Tiene las mejores piernas de Concepción. Y te las está enseñando. Por lo demás, no, no existe.

   El gordito se acerca a Rosa, le hace una reverencia palaciega y le toma la mano. Es un gordito insignificante. El gordito le esta susurrando algo al oído. Ella lo aparta con un gesto. Pongo mi mano en la pierna de Rosa. Rosa se queda mirando el techo con los ojos inyectados en sangre, como si yo fuera un depravado. Rosa dice:

   -Eres un ignorante, un vago, un egoísta. Un consumidor chileno de mierda. Tus amigos son autenticas nulidades, el típico hombrecillo al que van dirigidos los anuncios de automóviles. De lo único que hablan es de cómo ser un gran artista antes de los veinticinco años… sin trabajar, claro. Imagínate, cuando estábamos en el colegio, que alguien hubiera dicho la palabra artista delante de sus padres, con admiración y respeto. Los oigo recitar de memoria los nombres de los titanes del negocio del arte y me dan ganas de rebanarles el cuello. Pero eres un soltero gorrón, y tienes toda la pinta de que una mujer  te va a llevar a cuestas para siempre. Se supone que estas escribiendo día tras día, pero no creo que conozcas ni de nombre lo que significa terminar una página.

   Se hace el silencio. Viki me defiende. Viki dice: “todo el mundo lo adora.” Rosa arremete, señala que me vaya a la mierda e insinúa que ahora mismo se va a ir a vivir con su madre y que no va a volver nunca, porque (según ella) me paso muchísimo de hijo de puta y de falso y de exigente.

   -Pues vete, Rosa, ahora mismo: yo te pago el taxi  -le contesto.

   Pero claro, Rosa se queda muda y Viki explica que la madre está fuera del país y anda un poco majareta, y allí hace un frío que pela, de modo que, en vez de marcharse de la casa de Viki, para nunca más volver, a los cinco minutos está en el segundo piso tirándose al gordito. Cuando me cabreo le aseguro a Viki:

   -Rosa es un encanto.

   -No hagas chistes baratos.

   -Lo que soporto bien es la hipocresía. La farsa. La negación de nuestros falos. La falta de parecido entre la vida como yo la he vivido en la calle, que es todo sexo y hacerse pajas y pasarse el día entero pensando en vaginas, y lo que algunos dicen que debería ser la vida. Cómo montárselo… ésa es la cuestión. Lo único que de verdad importa. Y sigue importando. Da miedo pensarlo, por las dimensiones que alcanza la cosa. ¿Por qué negar el permiso de existir?  ¿Qué se supone que deberíamos hacer? ¿Mentir? Hay estadísticas. Se están produciendo cambios fundamentales. A mí, en mi condición de erotómano hipersexual, ninguno me parece suficiente. Todo va demasiado lento. Pero, así y todo, durante la última década la producción chilena de semen ha subido gracias a un pequeño segmento de la población. Claro que de eso no te vas a enterar leyendo los diarios de circulación nacional. El hombre de la calle, se queda mirando las conejitas Playboy y, ¿qué es lo que ocurre? Que son inaccesibles, son mujeres que nunca se las pondrán a tiro. Pues qué bien. Una paja, y a la cama, a dormir con la esposa.

   Ese era todo el problema. La casa de Viki era tremendamente agradable. Allí podía vivir la diferencia entre la fantasía infantil y la realidad. Y yo era un fanfarrón sexual católico que amaba la realidad.

   -Hoy casi todas las mamadas las practican hombres casados –creo que dije.

   Dos semanas atrás, Rosa llego a Concepción, procedente de Florida y ya habíamos tenido una gresca furibunda.

   -Tiene toda la tristeza de su raza, y un esplendido par de tetas –le aseguré a Viki, delante de Rosa.

   Era una asquerosa bromita de sicópata, pero a Rosa no la puso nada feliz.

   -¡A mí me vas a hablar de bromas asquerosas! ¡No se te ocurra insultarme, intelectual de mierda! ¡Un farsante, eso es lo que eres! ¿Cómo te atreves, y en nombre del Arte más elevado estoy segura que no tienes corazón en el pecho, hijo de puta? Yo en la vida soy cien veces mejor que tu, cara de culo. Lo sabe todo el que me conoce. Detesto la violencia. Detesto los insultos y el sufrimiento.  Lo que está sucediendo en este país, ahora mismo, me da náuseas. Más vale que te pongas en marcha y deprisa.

   ¿Cómo se habría comportado Neruda? ¿Y Donoso? ¿Y Coloane? En mis tiempos de universidad siempre me planteaba así estas cosas. Mejor preguntarse qué habría hecho Bin Laden o Rasputin o un  adorable, pero descontrolado asesino en serie. 

Réplica al maletín literario

Por César Valdebenito 

   ¿Cómo un escritor “escritor” puede pensar de forma tan corrupta, poco seria, llena de patetismo? La respuesta la dieron Alberto Fuguet y Álvaro Bisama en sus respectivas columnas del domingo de la Revista de Libros de El Mercurio. Los dos escribieron sendas columnas defendiendo, desde sus maltrechas trincheras, El Maletín Literario. El lector, al final de cada columna, no sabe si los disparates  de Bisama son más reprochables que los disparates de Fuguet o viceversa. Y entonces llegan estos dos señoritos. Que se creen: ¡Los señoritos Fortíssimos! Llegan para interpretar con tal brío lo del maletín Literario, con ese ritmo y alarde que aseguran que noquean. Pero yo tengo el alma sin afeitar, y siempre al borde de un precipicio y les empiezo a dar. ¿Qué nos dice Fuguet? Parte afirmando que no le interesa participar en el debate nacional y, a reglón seguido, escribe esta columna a página completa en el diario de mayor circulación del país justificándose por todos los flancos. Dice que en otra época tenía serios reparos con el Maletín, pero que al ser llamado por teléfono por un ángel del poder, se le iluminó la sesera y cambió de opinión, es decir en un santiamén al farsante se le ocurrieron unas cuantas excelentes razones para aceptar de buen gusto la nominación. El lo justifica de muchas formas, pero nunca menciona el suculento billete que se le pagó, es interesante porque ¡nunca ningún jurado lo menciona! Y Fuguet recalca que antes de ser designado “…era, desde luego, como buen escritor, muy escéptico”, esas fueron las palabras. Y comienza con las mentiras de siempre y la farsa: “que se me ocurrió que si todos  iban a decir que no, ¿quién diría que sí?”. ¿Qué razonamiento más hueco e  incomparable?,  y así damos inicio a la invocación del cliché y  al comienzo de la trivialización de la experiencia del Maletín Literario, sin embargo lo que resulta inverosímil es la solemnidad y la sensación de autoridad que tiene el “escritor” al expresarlo. Le quiero aclarar a Fuguet que veinte escritores aceptaron de muy buen agrado y le puedo revelar que  podemos encontrar más de cien que aceptarían y con muchas más codicia, alegría y patriotismo que él. ¿Cómo tan básica y cómica su argumentación? La verdad es la verdad. Estas son las espantosas irregularidades que definen los asuntos humanos. Y luego afirma, taxativamente, que no se arrepiente. Cómo si alguien fuera a pensar que se arrepiente, eso solo se condice con el nivel de su calaña, sin más, simple y llanamente. Así de claro. Luego explica que no cree que las familias modestas y pobres salgan a vender los libros regalados. ¿En qué mundo vive el lacayo Fuguet? ¿Cuando un ser humano tiene hambre está pensando en leer? Lo que explica lo mal escritor que es, no conoce el alma humana, no conoce los oscuros recovecos del ser humano, solo los vive con todos sus vicios, ya que es un escritor vicioso, viciado. Y así, suma y  sigue. En cambio, ¿qué nos señala Bisama? Me da pudor dejarlo en vergüenza. Bisama parte atacando a la escritora Marta Blanco, diciendo que se comporta como el profesor Banderas porque la escritora asegura que un niño de 7, 8 o 9 años no va a ser capaz de entender libros como Cien Años de Soledad. Según Bisama, el niño, va a hacer capaz. Me gustaría que Bisama me diera el nombre de un solo niño que posea la capacidad de hacerlo. Bisama se habrá preguntado si a esa edad al niño le interesa leer semejante historia, EN LA CUAL LA MITAD DE LAS PALABRAS NO LAS VA A ENTENDER. Me refiero a eso y a nada más que eso y lo digo literalmente. Si Bisama cree que un niño va a estar con un diccionario buscando cientos y cientos de palabras que no sabe el significado, si el energúmeno de Bisama cree eso, es porque  Bisama es un estúpido redomado hasta los tuétanos. Y eso, Bisama, no es subestimar a la gente ni su capacidad lectora, ya que no es gente cualquiera; SON NIÑOS DE ESCASOS RECURSOS. Y entonces, Bisama trata a Marta Blanco de  pequeño profesor Banderas (y quiero aclarar que ella no es santo de mi devoción, todo lo contrario la encuentro una pésima escritora), pero, ante esto, debo aclarar que Bisama debe ser el mono que parió al tal Banderas. Y es a ese tipo de vocinglero al que  le da tribuna El Mercurio. Es claro, Bisama no parece un tipo que va a tocar el piano sino, más bien, el operario de mudanzas que va a llevárselo o que está tocando la flauta en esta fiesta.

   Estoy seguro que los ideadores del Maletín son unas personas sencillas, hechizados por una idea fantástica que les era imposible llevar a cabo de una manera racional, pero por la que estaban entusiastamente dispuestos a sacrificarlo todo: la claridad, la buena voluntad, incluso su propia cordura. Ya que esa idea fantástica implicaba otras fuerzas, unas fuerzas en constante movimiento, la complicada red oculta de intereses extendida hasta el límite, la batalla constante para obtener ventajas, la subyugación que no cesa, la ironía, la bufonada, las colisiones y las colusiones entre facciones, la jerga taimada de la moralidad, el déspota benigno que es la convención, la conveniencia, la inestable ilusión de la inestabilidad. Y vuelvo a preguntar ¿se necesitan veinte escritores y toda esa burocracia pagada para elegir ese empobrecido maletín literario?

Sorpresa para escritores

Por César Valdebenito 

   Leía y leía, su voz se escuchaba bastante bien. Se levantó de la cama. Bebió un vaso de jugo de naranja y continuó.

   -Siempre das la impresión de decirles algo nuevo y desgarrador de los chilenos, algo, en general, sobre las ambigüedades de la prudencia y las ansias del desorden, sobre el hambre de vida, la negociación de la vida y el terror de la vida en sus más elementales manifestaciones. Tu sensibilidad y palabras y maneras vienen a ser, las más de las veces, las de un don nadie salido de cualquier parte, alejado de un hogar donde no hay quien lo eche de menos, pero al que debe regresar sin demora. Tu celebrada mezcla de ironía, compasión e impiedad elevada a la monumental categoría Marciana por la revista Quiltro, tras haber ninguneado a medio Chile durante décadas. Nada llama más la atención que esas frases filudas como salidas de un personaje aislado y desconcertado que se arma de valor para entusiasmarse.

   -No lo dirás en serio.

   -Pues claro que lo digo en serio.

   -No esta nada mal, nada mal.

   -¡Si lo está! ¡Y tú lo sabes! Limítate a decirme por qué. ¿Cómo voy a aprender si no me dices por qué?

   -Bueno –dije, dispuesto a ceder-, digamos que las palabras no son precisamente concisas, Paula.

   -¿No?

   Traté de sonar lo más reflexivo posible.

   -No, claro que no es tan “malo”…

   -Pero no es bueno como yo creo. Vale. De acuerdo. ¿Qué me dices de las ideas, de lo que trato de comunicar? Las palabras se pueden pulir. La redacción puedo hacer que la arregle un editor, si tú dices que hace falta. Pero, claro, las ideas, las ideas en sí mismas…

   -Ya veo.

   También, Paula lo veía, es decir: mi incredulidad. Y se apresuró a tranquilizarme.

   -Hay peores analfabetos que yo haciendo crítica literaria, César. Hay peores trogloditas y tontos del culo.

   Bueno, sobre ese punto no iba a discutir. La miré ciegamente a la cara. Paula tenía todo el aspecto de haberse quedado congelada.

   -¿Y?

   -¿Y qué? –pregunté.

   -¡La verdad! Es de mi vida de lo que estamos hablando, mi oportunidad de tener una segunda oportunidad. ¡Necesito la verdad!

   -Bueno, la verdad es… -pero, viendo el sudor correr por el rostro de Paula, lo pensé mejor y concluí-: seguro que está bien para una revista.

   -¿Pero? Hay un enorme pero en tu voz, César. Pero ¿qué?

   No aguante más.

   -¡Paréntesis! Paula -le solté la palabra directamente al oído-. ¿Qué sabes tu de literatura y de Quiltro, hijita de tu mama? Escucho lo que dices. Para ti la palabra literatura es el chop-suey de los domingos, en el centro. Para ti es entretenerte en la función teatral del colegio. Para ti es Mc Donald y Mafalda. ¡Paréntesis! ¡Tarada, si que eres una tarada! ¡Paréntesis es un latino con un cuchillo! ¡Paréntesis es una puta con sífilis! ¡Paréntesis son los conscriptos de la infantería cagandose en la puerta de tu casa y todo ardiendo hasta los cimientos! ¡Paréntesis es una jauría de orientales persiguiendo asquerosos hispanos con palanquetas en la mano! ¡Paréntesis es ruina! ¡Paréntesis es cenizas! ¡Paréntesis son negrazos y escombros y porquería! ¡Roba un automóvil y en seguida averiguaras cono funciona y de que va Quiltro! ¡Entonces podrás escribir veinte críticas para Quiltro! ¡Y vas a escribir hasta que te den ganas de rebanarte el pescueso! ¡Y desearas mostrar la vagina en la portada de  Paréntesis y cortarte las tetas solo para divertirte! Es mi opinión. Ya que me la preguntas.

   -Uuuf.

   Empezó a golpearse la palma de la mano con el cuaderno de notas.

   -Desenfundas y disparas desde la cadera. Fiu. Ya se ve que esa revista tuya no salió del aire, eso está claro. La sátira, quiero decir. Uau.