VESTIDA DE NIEVE

 

 

Todo ha callado en el ruido de la nuez.
La  mano castaña cuenta sus ramas
tres
dos
vacío.
Hundida
sumergida
en el pasador del pasillo
abraza rocío de falange extranjera
recuerda besos cuando lee magia.
Tanta cara escrita
en uñas risueñas
bocas destetadas
pies sin reloj.
Como estatua la verdad.
No contó nada, para qué hablar.
Tanto rasguño
y alguna mancha


INVIERNO

 

 

Comienza la cuenta de atrás
Mil
Cien
Diez
No quiere entrar.
Hay un lobby deconocido
sin equilibrio ni malla
arrugas dulces y bastones nuevos.
El corazón de hombres desaparecidos mudos
ya no canta letanías a comunión tibia
El mes de espera, todo el calendario.
Y pareciera que habíamos amado tanto
Y parece amamos nada.
No hay  un solo cuerpo en el  cercano
algodón frío.
Sueño con el príncipe viejo
y dispongo la acogida en mi silla
así me susurra el cuento de nuevo
Anhelo volver al  muelle
donde mi ala oxidada
se desenhebra
desperdigada

 

 

DESNUDA 

 

 

Crié glóbulos fríos donde había ecuador
y hormigueo ajeno en vez de hijos.
Venían de otros cielos
y fueron nacidos en otras latitudes
Sordas sus  palabras ahora.
Entonces  jugueteaba esa risa de cristal
en la campana de cintura angosta
(El caballo volvía como disco espiral en las tardes)
Burlaba todo candado
apresuraba las zapatillas en un  trote sin ojos.
Ningún barrote colgó letrero.
Su grito era de criatura pegada al cielo
Y la cintura angosta pudo haber dejado de serlo.
El afluente más circular
albergó esa vez un diamante en bruto.
Quedó allí en que uno más uno no es dos
El silencio del padre
recoge las aguas noctámbulas.