PEQUEÑAS HISTORIAS DE MUJERES
EN TIEMPOS DE DICTADURA
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Lorena Antezana Barrios
"Si estoy en tu memoria, soy parte de la historia"
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Voy a relatar esta historia en primera persona, porque ésta, es también mi historia, mi búsqueda de respuestas, mi necesidad de encontrar la tierra prometida, aquella en la cual podría plantar un árbol, echar una raíz, y quedarme.
Crecí en Bolivia y siempre creí que tenía una familia con sangre gitana, era lo que mi padre decía cuando nos llegaban cartas de mis tíos... bastante viajeros. Algunos destinos habían sido Argentina, Rumania, Suiza y nosotros en Bolivia.

Cuando cumplí 18 años mis tíos me invitaron a estudiar allá y ese año (tenía 17) empecé a hilar retazos, recoger fragmentos, darle sentido a conversaciones que había escuchado, frases y silencios.

En los largos paseos que daba en el cementerio en Ginebra solía recordar, detalles de mi infancia, de mi casa, de mis hermanos, de Bolivia... y me daba cuenta de que algo faltaba.

Recordé mis pesadillas de pequeña, descubriendo, con asombro, que existía una misma matriz en ellas. Cuando era pequeña soñaba que corría desesperadamente por un bosque buscando a mi papá, al principio con mi hermano (un año menor que yo), luego, él tampoco estaba y a ambos se los habían llevado unas brujas verdes y los tenían encerrados en un gran huevo. Yo caminaba alrededor del mismo sin encontrar por donde entrar.

Más adelante, cuando nació mi hermana, soñaba que desde un closet sin puertas salían unos seres verdes (los mismos que dibuja un niño) y rodeaban la cuna, se reían maliciosamente y empezaban a tocarla, y yo no podía ni gritar ni moverme.

Luego, adolescente ya, un grupo de hombres (parecían terroristas) raptaban a mi papá y a mi hermano y los tenían encerrados en una cueva, muy fría, los habían maltratado, y otra vez la sensación de impotencia, de angustia, de búsqueda.

Recuerdo también, en otro sueño, que estaba buscando a mi papá y un tío, estaba con mi tía Ely
3 y corríamos por largos pasillos, dos hombres nos perseguían, pero nosotros sabíamos que los íbamos a encontrar. Entonces llegábamos a un gran gallinero y muchas personas estaban encerradas allí, preguntábamos por ellos y nos respondían que al parecer estaban allí.

En los últimos años, antes de irme a Suiza, ya eran militares los que se llevaban a los que quería, y ya no sólo se trataba de mi padre o hermano, pero eran siempre hombres, y hombres queridos.
Al llegar a Suiza, empecé a darme cuenta de que muchas de las cosas que yo había creído siempre no eran así. Primero descubrí que a mi tío Luis (hermano mayor de mi mamá) todos le decían José, después me dí cuenta de que el no había elegido irse a Suiza, sino que había tenido que salir y entonces, se derrumbó la creencia de que tenía una familia con sangre gitana, a la que le gustaba salir a la aventura. En realidad, no tenía mucho sentido que mis tres tíos vivieran lejos de Chile, y toda la familia de Marga (esposa de Luis) también.

Recordaba también que cuando mi abuelita Mercedes empeoró por el cáncer que había ocultado durante tanto tiempo, nosotros viajamos por tierra desde Bolivia para estar con ella, pero ninguno de mis tíos viajó a verla desde Suiza, y la querían tanto...

Siempre había sabido del golpe de Estado en Chile, y también sabía que mis padres y tíos no estaban de acuerdo con lo que había pasado pero, mi papá nos había dicho que él decidió salir del país porque la situación no era fácil. Y nunca pregunté nada más.

Cuando yo salí de Chile tenía sólo dos años, se supone que un niño tan pequeño no se da cuenta ni se acuerda de nada a esas alturas, sin embargo no era así.

Viajé de Suiza directamente a Chile, bajé del avión y caminé con mi mochila de doce kilos en libros a la espalda hacia la salida. Las puertas se abrieron y entre la multitud divisé a mi papá y a Alvaro (mi hermano), se abrían también las puertas a la conversación, y yo tenía muchas ganas de conversar y muchas preguntas que hacer.

No fue en ese momento que hablamos, fue mucho después. Sin embargo creí mi deber el reconstruir esta historia, depurar los recuerdos, forzar a todos los implicados a hablar, porque es una deuda que debemos saldar, por todos los que no fuimos protagonistas pero desde la platea recibimos el impacto de lo que sucedió.

Grabadora en mano comencé a reconstruir la historia, los recuerdos ya no eran tan nítidos, el olvido había llenado de lagunas la memoria. Sistemáticamente me reuní con los que estaban aquí, intentando reconstruir una historia y llegando más bien a unir retazos.

A MODO DE CONTEXTO

En Chile hay una herida abierta que no ha cicatrizado y aún se tienen deudas con la verdad y la justicia. Este trabajo, en primera instancia y desde su gestación, pretendía recoger casos específicos de mujeres implicadas en la temática de los derechos humanos desde diferentes lugares de la sociedad: mujeres militantes políticas víctimas de la represión, mujeres familiares de detenidos y de detenidos desaparecidos, mujeres vinculadas a la labor de organizaciones de apoyo. Muchas mujeres no habían salido nunca de su entorno familiar y debido a las circunstancias, a la ausencia de alguno de los miembros de su espacio afectivo, se lanzan a la calle, a la búsqueda, pierden el miedo, empiezan a acudir a organismos que puedan apoyarlas, se movilizan, se agrupan.

Tal vez era más fácil entender el lenguaje femenino por ser yo mujer, y creo también que las mujeres de esta familia, al igual que tantas otras, asumieron roles que en situaciones normales no hubieran conocido. Mi misma madre me da una visión de cómo era antes que no corresponde en absoluto a lo audaz y decidida que fue en su momento, a todos los riesgos que corrió, a su coraje al enfrentar incluso a su propia familia. Al igual que lo que fue capaz de hacer Marga en relación a su hermano y su marido (mi tío), o la misma Gloria (tía Ely).

La memoria histórica de un país se va construyendo y enriqueciendo con las experiencias individuales de cada una de las personas que habitan en él. Estos procesos contienen una enseñanza que las generaciones venideras no deben ignorar. Los recuerdos de Mónica, José Miguel, Luis, Marga y Gloria que se articulan en tres relatos tienen un valor histórico por ser, más que números, historias concretas; historias personales que le dan identidad al número inmenso de los que vivieron situaciones similares. En este artículo, por razones de espacio, presentaré sólo algunos fragmentos de los recuerdos de mi madre, Mónica.

LA RECONSTITUCIÓN DE LA ESCENA

En primera instancia, presentaré a mis abuelos maternos, Luis Barrios y Mercedes Alvarez quienes residían en Casablanca en la época del Golpe de Estado de 1973. Dos de sus cinco hijos vivían con ellos, los menores Gloria y Gustavo que aún estaban en el Liceo. La hija mayor, Mónica (mi madre), casada con José Miguel Antezana vivía en el sur, en un pueblo de la Papelera, oficialmente conocido como Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones. En ese entonces ya habían nacido sus hijos Lorena (yo) y Alvaro. Luis, otro hijo de la familia Barrios-Alvarez, se encontraba en Valparaíso, formaba parte del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), lo mismo que su hermano Max, quien operaba en Santiago y los alrededores de Casablanca.

Luis había entrado a la clandestinidad, operaba en Valparaíso y su principal actividad era la de sobrevivir, casi todos sus compañeros comenzaron a caer y él se vio obligado a trasladarse a Santiago donde tenía más posibilidades de esconderse. Su familia no tenía noticias de su paradero.

En Marzo de 1974, Luis viaja al sur con el objeto de realizar un reconocimiento de los miembros de su partido y ver la manera de ayudar a salir del país a los que eran más buscados. En muchos casos ya era demasiado tarde. Un mes después Max sale exiliado a Argentina con su esposa Patricia y su pequeño hijo Gaspar. Andaba muy asustado pues había sido detenido en Valparaíso y liberado de forma misteriosa.

Desde el primero de junio al 31 de diciembre de 1974 centenares de miristas cayeron en manos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA). Muchos murieron, otros recuperaron la libertad y partieron al exilio. Pero 123 de los apresados en ese periodo permanecen aún desaparecidos.

El 3 de noviembre de 1974, en la madrugada, Lumi Videla Moya (Luisa), militante del MIR, compañera de Sergio Pérez Molina (El Chico), fue sacada muerta del cuartel de la DINA en José Domingo Cañas y arrojada por encima de las rejas de la embajada de Italia, por ese entonces repleta de asilados. El mensaje era macabro pero claro: de ahora en adelante, sólo muertos podrían asilarse los cuadros del MIR.
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Lumi Videla era el contacto que Luis tenía en Santiago. Con su muerte, él quedó a cargo de su grupo y sin muchas posibilidades de acción. En ese tiempo, Mónica se encontraba en Santiago, José Miguel había sido liberado tras tres meses de encierro y se había ido a Bolivia. Ella se encontraba vendiendo algunas cosas para partir. Durante su estadía en el sur Mónica había tomado contacto con Guido Peters, párroco en Laja, quien fue trasladado a La Legua. En contacto con Luis y en un gran operativo lograron asilarse 22 personas en la Nunciatura y salir hacia Argentina. Luis se había casado unos días antes con Marga, hermana de uno de sus compañeros de partido.

En 1975 Max sale de Argentina rumbo a Rumania. Desde allí realiza gestiones para la salida de Luis, quien se vio afectado por la represión pos golpe militar en Argentina en 1976
5, por lo cual, en octubre de ese mismo año parte rumbo a Suiza.

A esas alturas, se le había declarado un cáncer a Mercedes Alvarez (mi abuela) y no era mucho el tiempo de vida que le quedaba. En 1976 se intenta la primera reunión de la familia en Bolivia, donde vivían Mónica y José Miguel. Gustavo se encontraba con ellos. A esta reunión no pudo asistir Luis. Max se llevó a Gustavo a Suiza.

En noviembre de 1979 Mercedes y Lucho viajan a Suiza, esta sería la última vez que los tres Barrios hombres verían a su mamá que muere al año siguiente.

En marzo de 1991 se produjo el primer encuentro sobre la tierra natal. La familia de mi madre se reunía después de 18 años, una persona estaba ausente: la abuela. Su no presencia se hacía latente en cada abrazo, en cada apretón de manos, en cada lágrima vertida.

En un principio pensé en estructurar este escrito a partir de la figura ausente, de mi abuela, pero descubrí que no era mucho lo que sabía de ella. En una segunda etapa pensé en tomar como referencia a mi madre. Sin embargo, me di cuenta de que ella, centrada en su propia historia, desconocía bastante de lo que les había pasado a los demás, por lo cual tenía que tomar como inicio a la menor de esta familia, a mi tía Gloria, porque fue la única que permaneció en Chile, y su imagen es como un cable a tierra para todos los otros desparramados por el mundo. Veo a esta mujer como testigo de un proceso doloroso, la mujer cuya presencia mantiene vivo el recuerdo, así como las madres de la Plaza de Mayo en Argentina, o en Chile la Agrupación de Familiares de Detenidos

Desaparecidos, o las mujeres de esta historia.

Los cinco hermanos se reunieron, Mónica (mi madre), Luis, Max, Gustavo y Gloria. De todos ellos, Gloria, la más pequeña, permaneció con mis abuelos hasta la muerte de mi abuela en 1980. Quizás el rumbo que tomó cada uno de los hermanos Barrios Alvarez después del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 podría ser reconstituido a partir de los relatos de Mónica y Gloria, sin embargo más que el tiempo, la necesidad manifestada por los entrevistados, de olvidar las etapas dolorosas, llena de vacíos importantes la historia. Para tratar de suplir esto, incluyo los testimonios de otras personas que no estaban originalmente consideradas, de Marga (esposa de Luis), y de Luis, además del relato de José Miguel (mi padre).

La reconstitución de ese período está basada en los relatos de las tres mujeres de la historia, Mónica y Gloria (hermanas mayor y menor respectivamente) y Marga, esposa de Luis. Además, de manera de poder complementar sus versiones se tomó el testimonio de José Miguel (esposo de Mónica) y de Luis (hermano).
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Cada uno de los recuerdos traía consigo pequeños retazos de historias de otras personas, y estos no han sido omitidos en la versión original aunque por razones de espacio no figuran en este artículo. Los relatos de los entrevistados se superponen, se confunden, a veces se contradicen pero esto también ya es parte de la historia que tejió cada uno, por lo cual figuran aquí todas las versiones.

LOS RECUERDOS DE MI MADRE

Pasó mucho tiempo desde que pedí a mi mamá que me contara algunas cosas sobre lo sucedido con ella y su familia durante el Golpe Militar. Nunca hubo una negativa de su parte pero, los días iban pasando y la conversación no se llevaba a cabo. Al fin pudimos quedarnos a solas, un fin de semana en que estábamos en la playa (en una pequeña cabaña que construyó José Miguel a 7 Km. de Los Molles). Después del desayuno nos pusimos a conversar, Mónica está mirando el mar, el cabello corto, negro - rojizo y brillante, un rostro agradable, atractivo. Al hablar mueve mucho las manos, y su rostro habla con ella. Durante la conversación los ojos se le llenan de lágrimas.

"Mi visión de Chile en el periodo pre-dictadura es bien pobre porque en ese tiempo yo no estaba inmersa en ningún asunto de política, ni movimiento de nada, excepto en la euforia de vivir esa experiencia que parecía tan nueva de lo que era el Gobierno de Allende con todo lo que significaba, la euforia que había en la gente joven, en los grupos... Pero yo igual era una espectadora en alguna medida de eso y muy volada a la época, por lo menos en mi pequeño mundo, que estaba recién empezando la familia con dos niños chicos era como estar jugando.

La verdad es que no me acuerdo en detalle de muchas cosas previas al Golpe, José Miguel hacia los turnos que le daban en la fábrica. Todo el mundo andaba como muy alborotado en alguna medida, habían rumores, pero ya el día 11 me acuerdo porque José Miguel hizo turno de noche y tenía que llegar en la mañana. Llegó temprano y yo salí a comprar y cuando estaba haciendo las compras se supo del golpe en Santiago, yo llegué corriendo a la casa y todo el mundo se metía a las casas para escuchar las noticias, no quedaba nadie en las calles.

José Miguel salió inmediatamente a ver lo que pasaba en la Papelera, a ver que era lo que se suponía tenía que hacer. Estábamos con unos nervios terribles, yo me quedé con ustedes
7 y después José Miguel llegó a la casa super desalentado, como que no hablábamos, nos dábamos vueltas viendo que pasaba. En eso llegó a la casa nuestra amiga Marta del hospital, también se fue a la casa y estábamos ahí esperando no sé qué, José Miguel pensó en un momento arrancarse, irse y estaba ahí sin saber que hacer, cuando llegó en la mañana una patrulla de policías en una furgoneta, fue de las primeras personas que tomaron, fue algo inesperado, ni nos soñábamos que podía pasar una cosa como esa, nos pensábamos simplemente como espectadores de lo que podía pasar en todo el país, como que le podía pasar al resto de la gente, pero que a nosotros no nos tenía por que pasar nada.

Fue como muy violento y sorpresivo, porque José Miguel no estaba en ningún cargo ni activamente en cosas políticas ni nada y lo llevaron, tocaron la puerta, nosotros miramos por la ventana, tocaron fuerte, claro, porque bajaron con todo un aparataje. Eran como seis u ocho tipos con ametralladoras o no sé como se llamarían esos asuntos. Con eso golpearon la puerta, miramos por la ventana, estábamos con esa amiga la Marta y bajamos corriendo porque yo no podía creer y José Miguel bajó tranquilo como si le iban a preguntar algo, lo pescaron lo llevaron a tirones para fuera. Él por supuesto no se opuso ni nada, y tú llorabas y el Alvaro lloraba y no entendíamos. Un poco como que era algo irreal, no era real lo que estaba pasando, fue muy brusco muy increíble.

Ahí nos quedamos en casa sin saber que hacer, la Marta fue al hospital para ver que pasaba y no sabíamos que hacer. Yo llamé a Santiago creo a la familia y no habían comunicaciones, estaba todo como cortado y luego empezaron a moverse los jóvenes a salir con mochilas. No entendía que pasaba y era que estaban yendo a buscar a la gente que estaba arrancando. El primer día fue de mucha angustia sin saber nada, esta amiga se fue a la casa con nosotros y no sé, como que no me acuerdo mucho qué hice o qué pasaba, ni para dónde salíamos, porque era todo un alboroto, todo un despiste, las patrullas pasaban, no me acuerdo de más detalles de lo que pasó.

Esa noche Marta tuvo que ir hacer un turno al hospital, yo me quedé sola con ustedes, se durmieron, me amanecí toda la noche sacando libros, leyendo. Creo que en una noche leí todo lo que no había leído en toda mi vida, porque lo poco que se sabía es que estaban quemando en Santiago grandes pilas de todo tipo de libros y revistas, en la biblioteca se quemaba todo lo que era Quimantú que era la editorial en la época de Allende, se quemaban miles de libros. Yo pensaba que nunca más iba a tener la opción de leer cosas que no había alcanzado a leer hasta esa época y me leí todo esa noche y por supuesto no me acuerdo de nada de lo que leí, entre pensar en eso y pensar en el papá, aparte que todavía no había noticias de la gente que se llevaban. No había noticias de nada, no había una experiencia previa que dijeran que estaban siendo torturados, desaparecidos, ni nada, solamente estaban los militares que decían a cada minuto que no había que preocuparse que las personas que detuvieran, que solamente los llevaron para ver qué pasaba y que todo estaba normal.

No sabíamos dónde estaba José Miguel, no se sabía si estaba en Laja, si se lo habían llevado, se suponía que seguían en Laja, pero resulta que no había ninguna certeza. Yo preguntaba a la policía en Laja, que era un cuartel chico. Nunca antes lo había conocido, pero ya empezaba la alarma porque había gente a la que se la habían llevado por estar en la puerta, nadie sabía para qué.
Cada día era más angustiante porque se iba sabiendo de los desaparecidos entre comillas, porque todavía no se sabía que tan desaparecidos eran y de la gente que habían matado, porque ya se sabía que habían fusilados en los mismos lugares porque supuestamente estaban arrancando.

Entonces, a la par de eso, la situación dentro de lo que era la vida familiar y la vida en el entorno empezó a cambiar, porque ya los vecinos dejaban de saludar, empezaron a correr chismes. Había una persona que me decía: "qué bueno que se llevaron a tu marido porque habríamos muerto todos aquí o habría hecho explotar todas las casas", y yo pensaba "pero, de dónde esta gente dice este tipo de cosas".

Resulta que un día en que yo iba a la pulpería para buscar verduras, porque era el único lugar de abastecimiento que había, estaba cerrada mi posibilidad de adquirir cualquier cosa, no tenía acceso. Pedí hablar con el jefe de personal de la empresa, para ver cuál era mi situación, porque cada día que uno iba a caminar los pasos podían llegar menos lejos que antes y me iban cerrando puertas sin previo aviso. Yo quería saber porque tenía dos niños chicos y no era que me digan de un minuto a otro que tenía que desocupar la casa, porque no había nadie que avisara con tiempo.

Este tipo estaba choqueado con lo que pasaba allá adentro, era un superintendente, era como el más bueno que había. Yo pedí entrevistarme porque realmente, a la gente que estaba en una situación como la mía le cortaban todo, el me repuso el teléfono y me dijo "quédese tranquila en la casa" porque mientras él estuviera ahí se iba a encargar de que nada más nos fuera quitado y que él encontraba que si hubo una detención injusta y que no entendía era la de José Miguel. Me mostró cantidades de cantidades de folders que estaban arrimados en el suelo de su oficina y me dijo: "todos esos folders que están ahí son personas, historias de cada persona de esta empresa que se llevaron", y agregó "para mí esto es algo increíble, porque yo sé que en la reunión que hubo previa a la detención de los primeros grupos, una reunión entre militares, policías de la zona y jerarcas de la papelera para determinar a quienes iban a detener de la empresa se hizo un listado". Según esta persona, en ese listado tenían 13 personas y alguien del grupo de la papelera dijo "uh! pero 13 personas es número de la mala suerte", entonces otro dijo "bueno pongan ahí a Antezana para que no sean trece", y fue por eso que lo detuvieron.

Mis amigas Marta y Natalia empezaron a ayudar a mucha gente y nos acercamos a lo de la Iglesia porque era el único recurso para obtener algún tipo de veracidad en las informaciones, porque uno no sabía nada de nada, solamente los curas podían tener más acceso a saber. A pesar de que en el caso de Laja fue patético porque eran dos curas belgas que había y el párroco de la iglesia, que era el mayor, se tuvo que ir de Chile muy mal, muy enfermo.

Ya después en Los Angeles nos empezamos a encontrar con mucha gente de Laja y gente que era del sindicato. De los que estaban desaparecidos había uno súper conocido. Nos ayudábamos en la medida que podíamos, además empezábamos a ayudar a la gente, la mayoría era campesina y hacían colas por horas y horas para saber noticias de su gente. En su mayoría eran analfabetas, no sabían leer unos papelitos tipo telegramas donde tenían el nombre del detenido y no sabíamos siquiera el lugar de detención, supuestamente ellos buscaban y se encargaban de seleccionar y todo eso. Incluso tenían los recados que querían. Entonces, nosotros llegábamos todas las mañanas y las tardes y llenábamos y llenábamos papeles para toda esta gente y resulta que después nos vamos enterando que todos esos papeles no iban a dar a ninguna parte, que eran motivo de risas.

Nosotros, a todo esto, como íbamos en auto (en el de la doctora y la Nachi), ya éramos conocidas para los de la Cruz Roja y nos hacían pasar. Entrábamos sin hacer colas y adentro era la chacota de "dónde van a meter todo esto. No, que lo mandamos a Filipinas total lo botan en el camino" porque en la Cruz Roja estaban los militares también. Había un grupo de militares que hacía selección de papeles y cosas y nos dimos cuenta que todo eso era nada, y después de un tiempo, yo creo que debe haber sido como mes y medio o algo así, llegaron papeles reales.

La gente se sacrificaba llevando cosas, que nadie recibía, estaba todo ahí. Bueno, a todo esto, entre todas esas idas y venidas, empezamos a recorrer la cárcel, nos mandaban de la cárcel adonde los militares. Nos decían "no, aquí no hay presos políticos", y así nos llevábamos todo el día de aquí para allá. En una oportunidad alguien nos dijo que en el cuarto piso de la cárcel estaban los presos políticos. Entonces yo me fui con ustedes, que eran chiquititos, con la esperanza de que por las ventanas, si estaba José Miguel, nos viera.

Era un peladero todo alrededor de la cárcel y estábamos nosotros nomás. Fui con la hermana de José Miguel, con la Gloria, y estábamos caminando, dando vueltas por todo el rededor con la esperanza de que él nos viera porque nosotros no podíamos ver. Como era cárcel, en los primeros pisos habían presos comunes, delincuentes. Y entonces estos tipos se desnudaban, se asomaban por las ventanas, era sumamente fuerte y terrible y a mi me daba lata porque ustedes eran chicos. Entonces, tratábamos de distraerlos un poco con la Gloria para que no se dieran cuenta mucho qué estaba pasando y Alvaro estaba recién empezando a caminar. De pronto del cuarto piso alguien grita"a quién, por quién quieren saber". Gritamos con la Gloria juntas "José Miguel Antezana" entonces de ahí nos contestaron que sí que estaba ahí. "Si, esta aquí, está aquí en el cuarto piso, está bien" y todos gritaban para que no alcanzaran a escuchar. Eran, en realidad, presos políticos los del cuarto piso porque eran con otro tipo de actitudes. No se los veía, no los alcanzábamos a ver, pero ya supimos que José Miguel nos podía ver. Entonces hicimos que el Alvaro caminara para que vea, porque cuando se lo llevaron Alvaro todavía no caminaba.

Ustedes se movían por ahí. Tratábamos de hacer que se noten, que se vean, pero sin que ustedes supieran más o menos lo que estaba pasando. A todo esto, los guardias de unas torres, como tienen en todos estos lugares, empezaron a gritarnos que nos retiráramos de ahí, que estaba prohibido, que nos fuéramos. Entonces nos fuimos y ahí supimos que estaba ahí y nos quedamos más tranquilas, por lo menos sabiendo que estaba vivo y que estaba ahí. Además nos fuimos porque teníamos miedo de que le pegaran, porque sabíamos que los castigaban.

Después llegó la abuelita y nos fuimos a Los Angeles, porque tenía una amiga en Los Angeles. Un hermano de mi suegra era general en retiro, el tío Luis Jerez, y había sido padrino de matrimonio del coronel Reden que estaba a cargo de toda la zona de Los Angeles. Era el capo de ahí, era un tipo onda nazi de verlo nomás, daba susto mirarlo. Entonces, mi suegra apeló a él, a su hermano, para que hablara con Reden y ver que pasaba con José Miguel. Por supuesto que el hermano no quiso hacer nada ni hablar con Reden, ni mandar una tarjeta, una nota, absolutamente nada. Mi suegra se tomó la atribución de ir y nombrar a su hermano y pidió una audiencia. Costó mucho que nos la dieran, todos los días íbamos para ver si nos recibía y todos los días mientras estábamos en la prefectura de Los Angeles veíamos barbaridades.

La gran mayoría de la gente del sector eran campesinos, habían mujeres que parecían muy, muy viejas y no lo eran. Había una que estaba sentada en el suelo y pasó un tipo civil cojeando, alto, muy prepotente, y esta señora dijo "este que va de civil es un militar y fue a mi casa con una patrulla en un camión, en la noche, y se llevaron a mi marido y mis hijos y ahora cuando yo he venido todas las veces que vengo le digo qué pasó con mis hijos, porque mi marido esta detenido en tal parte y no sé que pasó con mis hijos. Se los llevaron en calzoncillos. Yo le rogué, me tiré al suelo, le supliqué que los dejara vestirse, que los dejara ponerse sus zapatillas y no los dejó ponerse nada y ahora me dijo que le muestre los certificados de nacimiento de mis hijos y resulta que voy a buscar y no existen y no hay papeles. Hicieron desaparecer los registros, las actas de mucha gente y me dice que yo estoy loca, que cuándo he tenido hijos, que me imaginé que tenía, que en ninguna parte están, que es mi palabra contra la de él. Yo sé que tengo a mis hijos y el se los llevó pero no puedo demostrarle que mis hijos existieron". Entonces, era angustiante, era terrible.

Nosotros con la abuelita le llevábamos cosas para comer, porque siempre estaba sentada ahí, como muchas otras. Finalmente logramos entrar y fue horrible, por respeto a mi suegra no los mandé al diablo, a decirles cualquier barbaridad, porque apenas entramos nos trato pésimo, no hizo ninguna diferencia porque era hermana de su padrino ni nada. Al contrario, la trató muy mal y preguntó por José Miguel, qué era, qué hacía, de qué partido político, y cuando supo que había sido comunista en la Universidad dijo: "no me hablen más nada, así que ustedes vienen a buscar a alguien que es comunista, comunista, asesino y ladrón es lo mismo, así que no tienen para qué preguntar por una persona como esta y si lo toman bien, porque bien muerto tiene que estar". Mi suegra no podía creer, se le corrían las lagrimas y yo le tomé el brazo y la saqué afuera y si no era ella y no hubiera quedado tan mal como quedó en ese minuto, yo le hubiera dicho a este tipo cualquier garabato, aunque me pescaran, porque fue tan prepotente, tan grosero.
Nos fuimos y no pasó nada, entonces mi suegra se vino a Santiago, muy bajoneada. Realmente ella seguía, en el fondo pensando que tenía que ser así porque era lógico, no podía entender otra cosa y toda la familia peleando conmigo porque no me quería ir a Santiago. Les dije que no, mientras la Papelera me diera la posibilidad de quedarme en la casa tenía la oportunidad de seguir viviendo independiente. Dije que no sabía qué pasaría con nosotros en el futuro, si íbamos a depender del resto de la familia, ir de allegados a alguna parte, pero que mientras pudiéramos hacer nuestra vida, y sobre todo estar cerca de José Miguel, de alguna manera, era nuestra única esperanza de saber algo.

Empecé a relacionarme con el cura más chico, que antes nunca estaba. Yo le digo el más chico porque era menos importante, no lo conocía de antes porque ni siquiera iba a la iglesia. El nunca se había metido en cosas de política, era belga también, pero a partir del golpe este cura, Guido Peters, empezó a meterse con los grupos de los jóvenes, a ayudarlos, a tratar de ayudar a las familias que estaban mal, porque todo el mundo les empezaba a cerrar las puertas y entre todo el mundo estaba la familia, porque todos trataban de no correr ningún riesgo. Entonces, este cura empezó a meterse cada día más y de esta forma lo fuimos conociendo, empezó a visitarnos, nos juntábamos con la Marta y esta amiga evangélica también y se empezó a desarrollar como un grupo.
Este cuento de ir a Los Angeles era muy bajoneador porque todos los días veías esta cosa injusta, incluso el nivel social de la gente que atendía, los que estaban en las colas y nunca teníamos la certeza de dónde estaba el papá. Un día cualquiera llegamos a la Cruz Roja como a las tres de la tarde, había una tremenda cola, ya todos nos conocíamos y alguien dice "a ver, espérate un poquito, a ver" y empieza a mirar alguien de la Cruz Roja que no era de la cola "parece que por aquí estaba" y yo decía "pero quien".
Los días anteriores habían salido algunas personas que estaban detenidas, familiares de los que estaban en las colas, y esta persona me dice "parece que tu marido salió hoy". "¿El mío?" le dije, "no te puedo creer" y me vino una desesperación terrible. Y de repente empezaron otros y decían "salió un grupo de tres personas de Laja y estuvieron aquí, los trajeron por aquí pero no sabemos quienes". Entonces, en eso, alguien de la cola me dice "mire allá, al medio de la calle, de esos bandejones con árboles", lejos, como a dos cuadras, se veía un grupito de personas, y este hombre me dice "ese grupo que está allá, ese hombre es uno de los que salió" y yo me fui corriendo y le dije disculpe y le pregunté si había salido esa tarde, "si" me dijo, "¿usted conoce a José Miguel Antezana?", le pregunté, "¿habrá salido con usted?", "sí, sí salió conmigo". Yo no podía creer, entonces llamé a la casa de unos amigos de Los Angeles que eran amigos de la familia.

Ahí estaba José Miguel, pero super mal, muy, muy asustado, flaco, flaco y con el pelo largo y muy, muy mal. Entonces no quería que se junte nadie, que nadie vaya a la casa. No podía irse a Laja porque tenía que firmar todos los días un libro en Los Angeles, y no quería que nadie fuera, que no llame a nadie porque le habían hecho una simulación de fusilamiento antes de salir y no podían juntarse con nadie.

Entonces yo partí a Laja para buscarlos a ustedes e irnos a Los Angeles y no podía creer. Era una sensación terrible de angustia, porque no sabíamos si estaba bien o no. Llegué a Laja y me acuerdo que alguien nos llevó, creo que Raúl, para irnos y tomar lo necesario y partir para allá. Yo llego y en esto estoy guardando las cosas para irnos, pero viene Manuel que era el marido de la doctora y yo salgo corriendo a encontrarlo. Le doy un abrazo fuerte, tratando que las demás gentes de las casas no se dieran cuenta, le digo "José Miguel está libre, está bien y nos vamos", entonces partimos, pesqué todas las cosas y partimos.

José Miguel estaba medio traumado al principio, no decía nada. Apenas sentía un ruido de algo llegaba a saltar y no hablaba de lo que pasó tampoco. Estaba aterrado y pasó como 15 días firmando cuando llamó Pedro, su hermano, y le dijo que no vaya a firmar más, que era un riesgo más bien que lo dejaran allá adentro, y era una angustia para todos nosotros. Todos los días que iba a firmar íbamos con él y cuando él se bajaba a firmar era un susto que entrara y no saliera más.
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José Miguel no quería, no se atrevía a nada, pero lo convencieron igual y nos fuimos a Santiago, sin aviso, sin ninguna cosa. Pero en esa época igual tenían el desbarajuste de todo
9, que al final nunca se supo si lo buscaron. Esto fue como en diciembre. Entonces José Miguel dijo "nos vamos de Chile". Como la única posibilidad real, cercana con algún contacto era Bolivia, mi suegro decía "quédense un mes ó dos más para que planifiquemos y ver algo" y José Miguel dijo "no, es ahora mismo", porque siempre estaba asustado. Así que partimos así y fue buen momento, porque a lo mejor después no hubiera resultado, porque de ahí las cosas se empezaron a poner más controladas, tomaban a la gente en las fronteras.

Cuando nosotros salimos todavía había un alboroto, nos fuimos juntos y nos fuimos sin los niños. Se quedaron con mi mamá y yo alcancé a estar muy poco allá y me vine a buscarlos. Antes de un mes ya estaba de vuelta para buscarlos y quedarnos allá todos. Pero en lo que era mi vivencia y la realidad, aparte de todo lo del cambio de vida, de repente de vivir en una burbuja en alguna medida se cambió la película completamente, porque también estaba el tema de mis hermanos por un lado y la situación de mi mamá, que igual estaba conmigo pero estaba angustiada por mis hermanos porque no sabíamos si mis hermanos estaban vivos o no.

Cuando yo volví a buscar a los niños, estaba donde mi suegra y teníamos una pieza que tenía salida al garaje. Mi hermano, el que era buscado
10, apareció una noche. Estuvimos toda esa noche juntos pero nadie sabía que mi hermano estaba ahí, porque sino les daba ataque, porque les daba susto. Antes del toque de queda él se iba y yo no quería que se fuera. Y todos los días me quedaba con una angustia y unas ganas de llorar terribles, porque él se iba justo cuando quedaba poco tiempo para caminar en las calles y no tenía donde ir, pero no se quería quedar conmigo para no comprometernos y meternos en algún problema. Era horrible, porque yo no sabía dónde iba a alcanzar a llegar en media hora o en una hora. Todos los días cuando se iba yo pensaba que era el último día que lo veía.
Él era muy tranquilo y me daba seguridad a mí. "No te preocupes flaca, han estado a punto de pescarme miles de veces y no me han pillado y no me van a pillar" pero un día, a los cinco minutos que había salido, vino una ráfaga de fuego terrible y yo pensé que lo habían matado y me lo lloré todo. Al otro día, yo llamé a este cura, al Guido de Laja. La Iglesia, en forma de castigo por haberse metido mucho políticamente con todos los detenidos lo sacó de Laja y lo mandaron a La Legua, pero como castigo. El al comienzo no quería, estaba muy, muy mal, porque él trabajaba con la gente joven a nivel de Iglesia en el Sur y no quería dejar a toda la gente que ayudaba y estaba con problemas. Se tenía que ir a una población que le habían dicho que era tan mala, llena de delincuentes y el no conocía a nadie y no se quería venir.

Irresponsablemente fui a la legua unas dos veces. No había problema para ir, siempre y cuando no estuviera controlada de afuera. La gente de La Legua era todo una porque esta gente se salva así, en comunidad, y Guido entró de prepo a ayudar a todo el mundo. Además ahí la cosa fue tan dura que había casi una población de puras huérfanas y viudas porque liquidaron a casi todos los hombres. Eso funcionaba en un círculo super cerrado.

Yo creo que me subía a la micro y todo el mundo sabía que iba a ver a Guido y era de alguna forma parte de ello y ellos a mi no me tocaban. Lo protegían más bien, protegían al cura y a todos ellos. Después vinieron los desaparecidos de La legua, los torturados, los de la agrupación Leopardo que salía en todos los periódicos. Supuestamente iban a matar y hacer volar casi a todo Santiago con los cables de alta tensión y que tenían facsímiles en el Mercurio con firmas y letras y resulta que estos tipos eran analfabetos, uno tenía un retardo. Entonces era todo pura mentira y Guido se las jugó con todos ellos.

Guido se quedó con nuestros muebles y con hartas cosas, porque las compró para la iglesia, porque tenía que habilitar a esa casa parroquial, como una forma de ayudarnos cuando teníamos que irnos.

Yo fui ahí a buscarlo, a contarle de mi hermano y pedirle que por favor hiciera algo, que mi hermano no sabía que yo estaba hablando por él y no sabía si lo iba a ver de nuevo, si estaba vivo o no, porque en la noche sentí esos disparos, pero que yo me adelantaba a preguntarle si había alguna posibilidad para él, para ayudarlo a salir del país y que yo iba a hablar con Luis para proponérselo. Este cura me dijo que era sumamente difícil, que a través de la Nunciatura había sacado gente, pero que había allí mucha gente que era de derecha y no tenía ningún interés por hacer algo, ni por ayudar a estas personas.

Al día siguiente apareció Luis. Para mí, cada vez que lo veía era como que resucitaba de nuevo. Estábamos en febrero del 74, entonces ahí le conté a Luis y él me dijo que solamente hablaría con él, pero que junto con él tenían que salir otras personas de su grupo, porque ya habían liquidado a muchos y quedaban como veinte y tantas personas y que salían todos o nada. Ahí se complicaba mucho todo, si era difícil sacar a uno, a veinte y tantos era mucho más complicado. Entonces, yo fui a hablar de nuevo con Guido y le expliqué, me entrevisté yo con él y fue difícil que se pusieran de acuerdo porque finalmente Luis manejaba más la situación que Guido y pedía más seguridades de control.

Tampoco se avanzó mucho, porque este cura me contaba que en vez de que sea él quien entrevistaba a Luis, era Luis que entrevistaba al cura y se aseguraba de con quien estaba hablando y quien era y en resumen no le contó nada. La salida se fue afinando en más tiempo y finalmente tomaron por asalto la Nunciatura, porque el Nuncio no estaba de acuerdo absolutamente para nada con ellos. Y él se las jugó por tomársela junto con ellos para que los aceptaran, porque si no los iban a entregar a la primera.
Nosotros nos fuimos antes a Bolivia, antes de que salieran ellos, estando ya allá me enteré, porque fue todo un escándalo que salió en los periódicos. Fue contra la voluntad de la Nunciatura y además tuvieron que negociarla de tal forma que los que salieron nadie sabía quienes eran. Aquí entra todo ese cuento del convenio que había con Argentina y estos países, porque ahí en Argentina murieron casi todos los que se salvaron en Chile o se escaparon. Sólo vivieron cuatro y dos de ellos en muy malas condiciones, porque estas personas fueron muy torturadas aquí en Chile y estaban psíquicamente muy, muy mal porque entraron directo en Europa a estas instituciones mentales.
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Luis y el hermano de la Marga se salvaron, y Julio, uno de Casablanca. Julio quedó muy mal, muy mal de todo porque él nunca pudo tener hijos, psicológicamente mal y otro que creo al final no sé si murió, no sé si se suicidó. Eso fue toda una larga historia, lo que significó para ellos, para la Marga, en Argentina, clandestinos, en lugares donde no tenían luz, ni agua ni nada, escondidos.
Nosotros ya en Bolivia nos desentendimos un poco de todo esto, porque en Bolivia las noticias apenas llegaban. Entonces quedamos desvinculados. Además, allá las conexiones para todos lados no se dan con tanta facilidad y algunos que llegaron a La Paz fueron reprimidos y buscados, pero como nosotros estábamos metidos más adentro no pasó nada.

Max estuvo preso en Viña porque, a todo esto, para poder pescar a Luis había que torturar y buscar. Si no pudieron con mi papá había que buscar al resto y al resto para poder atraparlo. Entonces en este cuento pescaron a Max, porque él vivía justo al frente de una comisaría. El vivía con la Paty, estaban casados, y ella le decía "no te preocupes porque la policía me conoce desde que yo nací, así que no nos van a venir a buscar aquí y no te van hacer nada de nada". Los dos eran igual de izquierda, luchaban y andaban con periódicos, vendiendo revistas, qué sé yo, pero eran demasiado lolos. Max era un flaco chico con cara de guagua y ella estaba muy confiada como tanta gente diciendo "no, si los carabineros son seguridad para nosotros y además nos conocen de toda la vida". Y los mismos que la conocían de toda la vida fueron los que llegaron un día y les allanaron todo el departamento.
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Esto debe haber ocurrido en noviembre no sé, porque ahí yo estaba demasiado metida en lo nuestro, José Miguel estaba preso, Ely
13 te podría decir, pero a Max lo pescaron, lo tuvieron preso y también le hicieron la simulación de fusilamiento. El dice que estaban metidos no sé cuantos en un bañito o una pieza como de un metro por un metro, con los brazos en alto porque no podían bajarlos, porque no había espacio para moverse y de repente los llamaron a Max y a un marino. Los iban a interrogar. Pensó "aquí sonamos". Se los llevaron a otra parte, y este tipo les dijo "los voy a sacar por la playa apuntándoles frente a todas las tropas de afuera y ustedes caminan y cuando yo les diga arrancan y arrancan sin mirar atrás y arranquen, arranquen y se pierden. Hagan lo que sea pero se tienen que perder de todas partes".

Entonces, Max dijo "sonamos, nos van aplicar la ley de fuga". Y salieron apuntados con las manos arriba por todo el recinto militar a la playa y de repente este tipo dijo "arranquen" y Max dice que no quería arrancar y el otro tampoco. No hablaban nada pero sabían que al primero que diera el primer paso le iban a disparar y el tipo dijo nuevamente "corran tales por cuales". Entonces, no les quedaba otra, porque igual les iban a disparar. Empezaron a correr y Max dice que no tiene noción del tiempo, lo único que sabe es que corría y corría porque no podía creer que seguía corriendo y siguió corriendo. El tipo realmente los salvó, nunca supo quién era ni nada y ahí quedó muy asustado.

Después lo trajeron en un camión frigorífico a Santiago, porque a todos los vehículos los abrían en el camino, pero a esos no. Yo me acuerdo que estaba tratando de vender nuestras cosas, José Miguel estaba en Bolivia y yo estaba vendiendo nuestras cosas para tratar de juntar algo de plata. En esa época no tenían ni un veinte y yo tenía, creo, que cinco dólares, ya había vendido algo y le compré un moisés transportable para su guagüita y ropa y le dí los dólares que le pedían supuestamente para el aeropuerto. Lo fuimos a dejar y me daba una pena terrible porque era además como transparente y chico.

Partieron así, sin saber a donde, con una guagua chica. Sabíamos que a Argentina, pero esto era un punto de paso porque era una trampa mortal. A todo esto, Max se fue antes que Luis, claro, porque de ahí Max salió rápidamente. Estuvo en Argentina no sé que tiempo, creo que un mes en una casa muy grande donde estaban todos los chilenos amontonados, ahogados, asfixiados porque todos fumaban el mismo minuto, guaguas, mujeres, niños todos juntos.

Entonces, en una de esas, presentando papeles fueron aceptadas como cuatro solicitudes para irse a Rumania. Max estaba fascinado porque podía irse. Y cuando llegó a Rumania y le dijeron que ese era el país de las flores y de los niños creyó que estaba en el paraíso, pero eso no le duró nada, igual fue duro, porque la misma gente de izquierda que estaba en el país no era solidaria para nada. Los dejaban fuera de todo, incluso entraron a una fábrica a trabajar y no les dejaban hacer nada. Hacían todo el trabajo que podían y más para que ellos no hicieran nada.

Fue Max el que sacó realmente a Luis de Argentina como un año después más o menos, cuando ya a Luis lo iban cercando en Argentina. Max se pudo ir a Suiza ya separado de la Paty. Estaba siempre metido en la política, tenía amigos en la ONU y a través de ellos lograron sacar a Luis de Argentina. Luis llegó directo a Suiza, yo creo que con más personas, porque la idea de Luis era de grupo, así que él no se salvaba sólo, no le interesaba.

Gustavo estuvo escondido en casa de familiares porque era más chico, pero no estaba en la casa tampoco y después no tenía más nada que hacer como mucha gente, sin futuro, sin perspectivas ni nada. Entonces nosotros con José Miguel pensamos que podíamos darle una mano y empezar allá, en Bolivia, y le mandamos pasajes, debe haber sido el 74.

Gustavo vivió con nosotros y bueno, para él no fue fácil, andaba muy perdido en todo porque él sí que nunca tuvo que ver en política, andaba en otra. Así que para él fue muy duro, porque además se sintió sin sus hermanos, escondido, perseguido sin saber ni de qué; conflictuado con mi papá, porque mi papá tenía muchos conflictos, porque no podía ver a los militares ni a la gente de izquierda y de repente se encontraba con que sus hijos se las habían jugado por cosas que él no conocía. Entonces era una catástrofe la cosa de la familia y a Gustavo le afectó mucho todo eso. Y llegó allá, a un lugar que en el fondo no tenía nada que ver con él, a hacer cosas que él no había pensado hacer y no se sentía motivado. Trabajó un tiempo en yacimientos, podía haber hecho muchas cosas porque lo aceptaron bien, pero no era lo de él

Aquí cierro esta historia, aunque éste es el principio, el inicio de todas las otras historias que se enlazan a esta. La historia de un país. Mi historia.

  

Notas

1 Este trabajo fue presentado por la autora a la Escuela de Periodismo de la U. de Chile para optar al título de periodista.
2 Afiche de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos.
3 Ella es Gloria Elizabeth, pero en la familia la llamamos Ely.
4 "La Historia Oculta del Régimen Militar" Memoria de una época, 1973 - 1988. Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda. 4 Editorial Grijalbo. Primera Edición septiembre de 1997.Op. Cit p.47
5 Golpe de Estado que derroca a la presidenta María Estela Martínez, viuda de Perón (24 de Marzo 1976), el Teniente General Jorge R. Videla es designado presidente.
6 Las versiones masculinas no figuran en este artículo.
7 Se refiere a mí y a mi hermano Alvaro.
8 Aquí hay una diferencia en los relatos en relación al tiempo que estuvieron en Los Angeles.
9 Esto coincide con el relato de Marga, quien cuenta que en esa época no estaban muy ordenados los procedimientos, no se tenían nóminas de las personas que no podían salir del país, o que eran buscadas.
10 Se refiere a Luis
11 Esta información no coincide con el relato de Luis y Marga. Ellos estuvieron en Argentina y aunque relatan que supieron de muchos a los que habían detenido, no fueron muchos los que fueron asesinados allá. Al menos del grupo de gente que conocían.
12 Esta versión coincide con la de Gloria pero es distinta a la de Luis y Marga, quienes afirman que tomaron a Max en una redada y lo tuvieron unas horas detenido, dejandolo libre a continuación.
13 Todos los hermanos llaman a Gloria por el diminutivo de su segundo nombre, Elizabeth.