Género y Generación en la Transmisión de la Memoria.


María Elena Acuña

La memoria colectiva es el proceso de reconstrucción del pasado a partir de sus intereses y marcos referenciales del presente (Halbwachs 1950). Así la memoria colectiva es un sistema organizado de recuerdos cuyo soporte son grupos sociales espacial y temporalmente situados (Bezerra de Meneses 1992). Esta no es homogénea, sino que la construcción de sentido del pasado puede enfrentar variadas versiones, generándose un proceso denominado memoria dividida, es decir la existencia de varias interpretaciones de un acontecimiento que determinan de manera diferente el modo en que este repercute en la comunidad. Es un mecanismo de poder, de control social que aprovecha diversos instrumentos y mecanismos que van desde los recuerdos individuales hasta soportes técnicos y que puede adquirir diversas dinámicas sociales(Portelli 1996).
Este artículo pretende discutir sobre algunos aspectos de la relación entre memoria colectiva e identidad en mujeres que vivieron los procesos de exilio y retorno en tanto hijas. Así, reflexionaremos sobre la memoria dividida generacionalmente. Para determinar algunos aspectos de estos procesos de construcción de memoria colectiva nos valdremos del concepto de lugares de memoria, en tanto nudos problemáticos que gatillan los recuerdos, los agrupan y a su vez sirven de guía para la interpretación de las dinámicas que adquiere la memoria colectiva en un grupo o comunidad (Nora 1993).

La memoria es un acto de representación selectiva del pasado, un pasado que nunca es sólo de un individuo porque los individuos están insertos en contextos familiares, sociales y nacionales, por lo tanto la memoria es colectiva (Halbwachs 1992). Debemos por tanto considerar que toda memoria individual está dentro de un marco social y la memoria colectiva se vale de las memorias individuales.
El exilio ha tendido ha ser conceptualizado como una experiencia masculina y de adultos, debido a que la mayoría de las personas con prohibición de ingreso eran hombres y los altos dirigentes políticos del gobierno anterior cuando regresaron impusieron, a través de los medios de comunicación, un discurso hegemónicamente masculino, desdibujando las experiencias de mujeres y niños.

En el caso de la segunda generación, la de los/as niños/as y jóvenes hay un doble problema, por un lado se marginaliza su experiencia y por otro, el tema de la transmisión de la memoria, entendiendo que hay una generación que posee el sentido del pasado y que lo transmite y que la otra lo recibe en un proceso más o menos simple, con más o menos dificultades. Ambos problemas tienden a la marginación de sus experiencias. Memoria e identidad son dos fenómenos que se entrelazan debido a la necesidad de estructurar una identidad que funcionara para el retorno, lo que en el caso de los/as jóvenes tensa la construcción de su propia identidad.

Memoria e identidad se encuentran entrelazadas de modo que el conjunto de significados de toda identidad individual y grupal que da un sentido de pertenencia a través del tiempo y el espacio está basada en el recuerdo y a su vez lo que es recordado está definido por la identidad asumida. Memoria e identidad no son cosas fijas sino representaciones o construcciones de la realidad, fenómenos subjetivos antes que objetivos (Gillis 1994), y para quienes salieron de Chile siendo niños/as o que nacieron en otros países, la resignificación del pasado es imprescindible para enfrentar el proceso de negociación entre las dos sociedades (la de origen, la de acogida). Asimismo, para enfrentar la inversión de estos polos respecto de sus padres/madres ya que en el caso de la segunda generación la sociedad de acogida pasa a ser su sociedad de origen y Chile, su sociedad de acogida. Existe una tensión en el hecho de recocerse pero no sentirse chileno/a, que determina una identidad escindida que se empalma con el proceso de memoria dividida.

Para los niños/as del exilio la transmisión de información sobre el país, sobre Chile constituye un lugar de memoria que opera en la dinámica de la construcción de un mito sobre Chile; mito que se expresa de diversas maneras y que se sintetiza en la nostalgia de sus padres y madres evocada a través de la Cordillera, la familia, el paisaje y la calidad de las relaciones sociales y humanas.

Elementos a la vez que reales se constituyen en representaciones, que están en la base de los lugares de memoria. Chile, es un lugar de memoria en sí, que en un primer momento fue funcional, es decir , tenía como objetivo recalcar que el Chile normal había sido roto, quebrado por el golpe militar, creando conciencia sobre la situación que se vivía y por qué se vivía fuera de los márgenes determinados por la cordillera (Acuña 2001).

El retorno o los viajes temporales a Chile entregan la posibilidad de contrastar la información con la "realidad", y se produce una ruptura entre la el relato recibido y lo observado. El quiebre es vivido como una pérdida debido a la constatación de que lo relatado es si no irreal, al menos abstracto. Así, el retorno es de alguna manera el inicio de la experiencia del exilio de manera individual para las personas que salieron del país siendo niños/as, ya que con anterioridad el exilio es una experiencia que como acontecimiento está más significada a través de la experiencia de los padres/madres. Se trata, como lo ha señalado Poggio (1999) de vivir el exilio de los padres. La generación más joven siente que Chile es un país ajeno, "constatando de paso que ni las empanadas eran tan ricas, ni los tomates tan grandes, ni la gente tan amable ni hospitalaria como surgían del relato de los padres" (Castillo & Piper 1996 : 307).

El proceso de transmisión de la memoria, tiene asimismo aspectos de continuidad, y estos están relacionados a las representaciones de la "patria" y de la familia. En el caso de la primera, a pesar del desconocimiento, extrañeza y tal vez desconcierto que causa Chile -también en tanto representación- persiste la necesidad de tener un país que pueda ser reconocido como propio desarrollando estrategias para construir simbólica y realmente lo necesitado y esto a veces implica cortes radicales con los entornos sociales y familiares de los jóvenes., ...me quería ir, peleaba todos los días, me encerraba en la pieza (habitación) y vivía mi mundo, yo, mi pieza era mi país y punto testimonio recogido en Castillo & Piper 1996 : 165). La construcción, la invención de un país es el problema para los/as jóvenes que regresan.

En los primeros años de vida en Chile, los/as jóvenes no tienen patria, está pasa a ser imaginaria: el exilio: "Toda mi vida está marcada por el exilio (...) y podría suponer que yo sería muy diferente a lo que soy, si nunca hubiera estado exiliada. Y a veces pregunto como sería yo... (Anita, testimonio recogido en Jedlicki 1999:61, la traducción es nuestra).

Un dinámica similar se desarrolla en la construcción de la familia, más aún si consideramos que los movimientos migratorios hacia y desde Chile son una constante dentro de este grupo. La familia, es un referente relacionado con la necesidad de arraigo por lo que su existencia se separa de la familia estrictamente sanguínea, y así como se creció siendo niños/as del exilio, también se creció con la familia extensa del exilio, "Mi verdadera familia son mis amigos, y me siento muy feliz y querida por ellos" (testimonio entregado por Lorena Cabrera, hija de exiliados residente en Francia, recogido en Montupil 1993 :108).

En estos casos de migraciones forzadas, la niñez suele ser un espacio simbólico para la búsqueda de lugares de memoria, solo así también se entiende que la experiencia de quienes han ido y venido varias veces siempre se muevan en la búsqueda ya no del Chile de la niñez sino del otro sitio de su propia infancia (Poggio 1990) porque, "uno planta en la infancia sus raíces en el suelo" como lo señaló la actriz Adela Secall, al referirse a su retorno a Chile en los años 90 (Revista Ya, 26 de octubre de 1999).

Otro elemento que debemos considerar la analizar esta suerte de tensión en la transmisión de saberes sobre Chile es el papel que el hecho marca en la estructuración del tiempo, y los paradigmas sociales y los referentes espaciales que están involucrados en el mismo. Estas tres dimensiones que configuran a todo acontecimiento que está inscrito en la memoria colectiva han sido ampliamente discutidos por A. Portelli (1989 y 1990).

Si consideramos la dimensión temporal, consideramos que un hecho se inscribe en la memoria colectiva cuando transforma el tiempo en unidades discretas, esto puede suceder por descomposición horizontal marcando un antes y un después; o a través de una fragmentación de tipo vertical que marca una contemporaneidad con el acontecimiento. Así, para la primera generación "el golpe" es el acontecimiento que divide el tiempo y esto opera como una descomposición horizontal que señala como ya hemos discutido el fin del Chile de la niñez y para segunda generación el retorno es ese hecho puntual pero esta vez se instala en el eje vertical porque genera una "experiencia común" a todos los/as hijos/as de retornados : la extranjería, la ajenidad. "Chile es el país de sus padres, es un país casi místico del que han escuchado las peores cosas (tortura, represión, miseria) o las más grandes maravillas (paisajes, familia, estilo de vida)..." (Bolzman 1993a).

La polaridad con que el relato de los padres había presentado a Chile, lo bueno y lo malo como ámbitos separados, como relatos independientes es otra dimensión que tensa la relación entre memoria e identidad. La venida a Chile ayuda a constatar que no hay separación, que más que polaridades se vive un continuo y a veces no es posible ubicar el Chile mítico ni siquiera en la familia pues lugares y personas habían sufrido la misma suerte, habían sido convertidos en referentes primarios. La patria pasa a ser imaginaria : el exilio : "Toda mi vida está marcada por el exilio [...] y yo podría suponer que yo sería muy diferente a lo que yo soy, si yo nunca hubiera estado exiliada. Y a veces me pregunto como sería yo... (Anita, testimonio recogido en Jedlicki 1999 : 61, la traducción es nuestra).

Para la generación de los hijos/as, los que nacieron o se criaron fuera, el exilio se inicia en el momento del retorno de sus padres/madres con ellos/as. Se constituye en un aquí- ahora en el instante de la llegada a un país donde no tienen historia ni recuerdos, atrás queda el país de la infancia y la posibilidad de recuperarlo es mucho más difusa pues no es parte del proyecto de vida de los padres/madres que se los trajeron. Considerando la edad de esos niños/as y adolescente/as no es difícil constatar que será más difícil su proceso de construcción de identidad con estas memorias escindidas entre un allá (el país donde se criaron, su patria) que no parece factible recuperar hasta la adultez y un acá (el país de sus padres) que no da cabida a sus ambigüedades.

La marginación de las experiencias de exilio de los/as jóvenes entrelaza el tema de la memoria con la identidad. Al no haber un reconocimiento social de su experiencia y, debido a la edad, tampoco hay testimonios escritos de este hecho (no hay cuentos, novelas, ni poesía sobre exilio escritos por la segunda generación en Chile), que constituye huellas materiales capaces de dar cuenta de que el fenómeno si existe . Cuando más se lo ha consignado como un problema psicológico, como trauma o desadaptación; lo que ocasiona una dificultad para construir referentes identitarios colectivos.


Bibliografía

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