Un reducto de selva exuberante emergía en la esquina de Estados Unidos y República de Colombia, casi en pleno centro de la ciudad de Asunción. Apenas contenido por el viejo muro que intentaba retenerlo, aquel estallido de vigor vegetal parecía a punto de invadir las calles adyacentes para recuperar el territorio antaño usurpado al bosque milenario.