HUIDOBRO EN ESPAÑA

 

por Andrés Morales

Universidad de Chile

 

 

La importancia de las visitas del poeta chileno Vicente Huidobro a España han sido fuente constante de polémica entre sus defensores y detractores (1) quienes aumentan o disminuyen el peso específico de su alcance sobre los autores del momento. De lo que no cabe ninguna duda es que su paso por Madrid fue decisivo para la necesaria renovación de la poesía que, por ese entonces se escribía en la península ibérica. Aunque quizás su primer viaje de 1918, con la difusión de libros como El espejo de agua y Horizon Carré o la divulgación de sus ideas creacionistas que darían como fruto el nacimiento del ultraísmo, haya sido más decisivo que el segundo de 1919 (con la temprana noticia a Cansinos de su poema Altazor), el polémico tercero de 1920, el cuarto de 1921, el quinto de 1931 (en el que publicará Altazor y Temblor de Cielo), el sexto - marcado por la guerra civil - de 1936, o el séptimo de 1937 (año del famoso Congreso de Escritores Antifascistas) todos revisten una importancia que ningún crítico puede desestimar. Lo que hoy aparece como indispensable es dimensionar con la mayor equidad posible la trascendencia que estas visitas significaron para la literatura española de esos días y, también, para la propia escritura del autor chileno. Esta necesaria revisión debe entregar las claves para un mejor conocimiento de la poesía vanguardista peninsular y también para entender los inicios y vínculos con una parte importante de la literatura hispanoamericana de vanguardias.

 

El primer viaje: 1918

 

Aunque ya se podían constatar algunos cambios y un interés por las nuevas técnicas escriturales que se practicaban en Francia e Italia (2), dentro de la poesía española de la época, pocos son los ejemplos auténticamente vanguardistas que pueden citarse con propiedad. En el año 1918 la poesía escrita en la península (salvo contadas excepciones) aún adolecía de un fuerte influjo del Modernismo e incluso de los últimos ecos del Romanticismo tardío. Poco o nada hacía prever que se pudiesen registrar cambios radicales en los procedimientos y en los temas (ya casi anquilosados) de los poetas españoles. Si bien las tertulias cumplían un importante papel como espacios de difusión de las noticias que algunos viajeros traían desde el otro lado de los Pirineos, la mayoría de los escritores no se atrevía - por desconocimiento o timidez - a ensayar aquellas técnicas y, más que eso, a poner en práctica esa autentica revolución estilística que constituía la avant garde.

La llegada a Madrid de Vicente Huidobro en ese año debe ser considerada con toda justicia y propiedad como el punto de arranque para que esos jóvenes poetas contertulios de Cansinos Asséns abriesen sus mentes a las nuevas corrientes literarias que desde hacía tiempo ya habían hecho su aparición en el resto del continente europeo (3). Ningún argumento más válido para sostener esta afirmación que las propias palabras de Rafael Cansinos Assens, quien da testimonio de la importancia de este hecho llegando a considerar la visita del poeta chileno a su tertulia del Café "Colonial" como uno de los acontecimientos más importantes de 1918:

 

"(…) el acontecimiento supremo del año literario que

ahora acaba, lo constituye el tránsito por esta corte

del joven poeta chileno Vicente Huidobro, que a me-

diados de estío llegó a nosotros, de regreso de París

donde pudo ver las grandes cosas de la guerra y al-

canzar las últimas evoluciones literarias. Pocas líneas

en nuestra prensa señalaron la estancia del original

cantor, que retraído y desdeñoso, sólo se comunicó con

unos pocos para anunciarles sus primicias nuevas. Y,

sin embargo, su venida a Madrid fue el único aconte-

cimiento literario del año, porque con él pasaron por

nuestro meridiano las últimas tendencias estéticas del

extranjero; y él mismo asumía la representación de una

de ellas, no la menos interesante, el creacionismo, cuya

paternidad compartió allá en París con otro singular

poeta, Pedro Reverdy, el autor de Les ardoises du toit,

y cuyo evangelio práctico recogió en un libro, Horizon

carré (París, 1917).

(…) Huidobro nos traía primicias completamente nue-

vas, nombres nuevos, obras nuevas; un ultramodernis-

mo.

(…) De estos coloquios familiares, una virtud de reno-

vación trascendió a nuestra lírica; y un día, quizá no le-

jano muchos matices nuevos de libros futuros habrán de

referirse a las exhortaciones apostólicas de Huidobro,

que trajo el verbo nuevo. Porque su estancia aquí, de

julio a noviembre, en que tornó a su patria chilena, los

poetas más jóvenes le rodearon y de él aprendieron

otros números musicales y otros modos de percibir la

belleza (…) (4)

 

 

De igual forma, Cansinos adelanta las ideas expuestas en un artículo publicado en la revista "Cosmópolis" el año 1919 (antecedente del capítulo dedicado a la estancia del chileno en Madrid que luego ampliaría en su libro La nueva literatura publicado en 1925). Es interesante comprobar el simil que establece el escritor español con las visitas realizadas por Rubén Darío:

 

 

(…) De igual modo, el paso de Huidobro por

entre nuestros jóvenes ha sido una lección de

modernidad y un acicate para trasponer las

puertas que nunca deben cerrarse. Porque

si Rubén vino a acabar con el romanticismo,

Huidobro ha venido a descubrir la senectud

del ciclo novecentista y de sus arquetipos, en

cuya imitación se adiestran hoy, por desgra-

cia, los jóvenes, semejantes a los alumnos

de dibujo que se ejercitan copiando manos

y pies de estatuas clásicas (…)" (5)

 

 

Este decisivo testimonio de Cansinos permite situar con precisión los alcances de esta primera visita que, sin restar ningún mérito a Huidobro, restringe el ámbito de su influencia a los miembros de la tertulia del Café "Colonial" y, tal vez, a unos pocos más interesados. Pero he aquí el punto más interesante, pues es posible constatar un fenómeno de transmisión literaria curioso pero no por eso menos influyente y decisivo. La importancia de la llegada de Huidobro al Madrid de 1918 está determinada por la forma en cómo se conocieron sus textos: lecturas públicas ante los jóvenes poetas de la tertulia de Cansinos, charlas sobre las distintas vanguardias, sobre el propio creacionismo y difusión de algunos escasos ejemplares de Horizón carré entre los mismos asistentes. Desde estos ejemplares empezarían a copiar los poemas otros jóvenes autores extendiendo el conocimiento de los textos del chileno y, fundamentalmente, de los procedimientos que allí se aplican como autentica novedad para los españoles(6). Los jovencísimos Xavier Bóveda (1898 -1950?), Rogelio Buendía (1891 - 1969), José de Ciria y Escalante (1903 - 1924), César A. Comet (1890 - ?), Pedro Garfias (1901 - 1967), Rafael Lasso de la Vega, Marqués de Villanova (1890 - 1959), Eugenio Montes (1897 - 1982), Eliodoro Puche (1885 - 1964), Pedro Raida (1890? - ?), José Rivas Panedas (1890 - ?) Guillermo De Torre (1900 - 1971), Adriano Del Valle (1895 - 1958), Isaac Del Vando Villar (1890 - 1963), Francisco Vighi (1890 - 1961) y otros serían los difusores que ampliaron la órbita de influencia del poeta chileno. El nacimiento del ultraísmo empieza justamente a partir de la palabra "ultramodernismo" utilizada por Cansinos a propósito de la escritura que dio a conocer Huidobro y en el momento en que los poetas españoles comienzan, al igual que amanuenses medievales, a copiar y a distribuir entre otros interesados los poemas de Horizón Carré y, es de suponer, de la plaquette El espejo de agua.

La correspondencia que el poeta chileno iniciará con los futuros miembros del ultraísmo español (con diversos consejos y el envío de ejemplares de sus libros) será el otro vehículo de transmisión de las ideas que irán plasmando hasta la formación "oficial" de esta singular vanguardia (otoño de 1918) con la publicación en periódicos madrileños (y más tarde, en 1919, en la revista "Cosmópolis") del primer manifiesto ultraísta: "Ultra".

Casi desde sus orígenes se iniciará la polémica que va a existir permanentemente entre Vicente Huidobro y aquellos nuevos poetas del ultraísmo. Como si se tratara de un rápido parricidio, muy tempranamente los diversos autores de ultra (de un "peso específico" bastante dudoso)(7)se encargarán de señalar la distancia que media entre ellos y el poeta chileno, rechazando la idea de seguir ciegamente los dictados del creacionismo. Como era de esperar, la respuesta de Huidobro no tardará demasiado aclarando con mucha precisión el escaso valor literario de los textos producidos por los poetas ultraístas y la casi nula concepción vanguardista que estos poseen (8).

Paralelamente, se inician los primeros contactos epistolares entre Huidobro y el futuro miembro del grupo poético de 1927, Gerardo Diego. Esta relación, sin duda una de las más importantes de las que sostuviera el poeta chileno con escritores peninsulares, continuará hasta la muerte del chileno en 1948. Diego es uno de los poetas que justamente conocerá la obra del chileno a través de las copias realizadas por los asistentes a la tertulia de Cansinos, relatando así esta experiencia:

 

 

"(…) Yo comencé a conocer la poesía de Huidobro en

enero de 1919 - antes sólo algún fragmento aislado y re-

ferencias críticas de Cansinos - y en seguida tenía ya co-

piados sus últimos libros, que me prestó Eugenio Montes,

fervoroso huidobrista de aquella hora. A Vicente después

de cruzarnos algunas cartas (claro está que yo fui el pri-

mero en escribirle para manifestarle mi entusiasmo), le

conocí personalmente en Madrid en el invierno de 1920-

1921 (…)"(9)

 

 

Este interesante vínculo hará de la poesía de Diego una de las más singulares de todo el inmenso corpus del grupo poético del 27, ya que este poeta santanderino combinará una escritura de corte clásico con otra de corte vanguardista, alternándola con gran soltura y sin manifestar mayores contradicciones en esta práctica tan especial. El fervor creacionista de Gerardo Diego se manifestará hasta sus últimos libros (10) donde continúa el ejercicio de su "poesía de creación" -como él mismo la llama en clara referencia a una programada adhesión a las enseñanzas de Vicente Huidobro- transformándose así en el único continuador en toda la lengua castellana (con ciertas particularidades propias, claro está) de la vanguardia huidobreana. Los aportes de Diego al creacionismo son múltiples y amplían el horizonte inaugurado por el poeta chileno: un constante diálogo con la tradición hispánica ( Garcilaso, Góngora, etc.), el uso de la rima consonante, el verso medido, la incorporación de un espíritu lírico aún más lúdico y humorístico que el huidobreano (en el sentido de la profunda exploración que Diego realiza en el campo del humor y de las posibilidades de ironizar frente a la poesía decimonónica, por ejemplo) sumado al intento por realizar una síntesis entre la tradición y la vanguardia (Fábula de Equis y Zeda), a la par de recorrer paralelamente ambas formas de entender la poesía, hacen que la obra de Diego deba ser valorada no como la de un seguidor, sino como un esfuerzo por ensanchar más aún las fronteras del creacionismo.

El caso de Juan Larrea reviste también características únicas. A instancias del propio Gerardo Diego, Larrea conoce la obra del poeta chileno y queda tan impresionado por la misma, que no sólo va a cambiar sus concepciones estéticas sino su forma de entender al mundo desde una perspectiva diferente. David Bary (11) relata con mucha propiedad este cambio existencial y literario:

 

"(…) En 1919 Larrea tuvo su primer encuentro con

la poesía de Huidobro, gracias a la intervención de

Gerardo Diego. El efecto fue fulminante. El conoci-

miento de un par de los Poemas árticos le reveló al

joven bilbaíno la posibilidad de la liberación no sólo

literaria sino cultural y personal. Empezó de golpe a

escribir de una manera nueva y a entrever la esperan-

za de vivir de un modo hasta entonces insospechado,

libre de las trabas de una cultura rezagada e inflexible

(…).(12)"

 

 

El único libro de Larrea, Versión Celeste (1970) será tributario, en su primera parte, de la estética creacionista. Igualmente, el poema de mayor extensión que Larrea escribiera, "Cosmopolitano" (publicado en "Cervantes" en noviembre de 1919) y que, sin lugar a dudas, hay que filiar con Ecuatorial13, no sólo por compartir el tema del viaje como eje central, sino por el tono general del poema, considerando su extraordinaria importancia en la poesía española de ese entonces por su temprana aparición y los recursos creacionistas aplicados con una segura propiedad que lo distingue de todos los otros experimentos peninsulares. La admiración del poeta bilbaíno por Huidobro no cesará jamás, aunque su escritura derive, sin duda, hacia la órbita surrealista. De hecho, junto con difundir al gran poeta peruano César Vallejo en su famosa revista "Aula Vallejo", Larrea defenderá siempre la trayectoria poética de su amigo chileno(13) .

Un último hecho vendrá a subrayar la trascendencia del primer viaje de Huidobro a la capital de España: la edición de cuatro libros importantes dentro de su producción literaria, Poemas árticos, Ecuatorial, Tour Eiffel y Hallalí, todos publicados durante 1918(14) y de los cuales la crítica de la época no dice prácticamente nada. Sin duda los escasos tirajes y las dificultades en la distribución de libros considerados como extraños y demasiado temerarios incidió notablemente para que los periódicos y revistas de ese entonces mantuvieran un imperdonable silencio. A esto debe agregarse que, salvo figuras excepcionales, la mayoría de los críticos y escritores españoles no dominaban la lengua francesa (tres de estos libros fueron publicados en ese idioma y sin traducción al castellano) lo que complicaba aún más su recepción.

Como reflexión final a esta primera visita, es necesario destacar el hecho que el paso de Huidobro por Madrid (a pesar de los múltiples comentarios de Guillermo De Torre y otros detractores) no puede dejar de señalarse como el momento inaugural de la vanguardia española; vanguardia que no sólo debe ser restringida al ámbito del ultraísmo, sino también al propio creacionismo que tocará directamente a dos miembros del 27, Diego y Larrea, consolidando a la vanguardia como una nueva forma de escritura, pero, por sobre todo, en el caso de los poetas creacionistas españoles, dotándola de autores de calidad, asunto que en el ámbito del heterogéneo ultraísmo (y a juicio del propio Huidobro) se encontraba prácticamente ausente.

 

 

Los viajes de 1919, 1920 y 1921

 

Tal como se señaló anteriormente, los viajes inmediatamente posteriores a 1918 no revestirán la misma importancia que el primero.

En 1919, de camino a Chile, Huidobro pasa por la capital española y nuevamente acogido por la hospitalidad de Rafael Cansinos Asséns enseña a los contertulios del Café "Colonial" los primeros esbozos de escritura de Altazor, poema que en ese entonces escribía en francés y con el título de Voyage en parachute. También por esos días, Cansinos traducirá para una de las revistas ultraístas más importantes, "Cervantes", Tour Eiffel, y Hallalí, libros que habían aparecido el año anterior en la capital española sólo en versión francesa (15) .

1920 será el año en que se desate la seguidilla de oscuras polémicas y también el de su progresivo alejamiento de los jóvenes ultraístas. Si bien Huidobro colabora con diversas revistas del movimiento español ("Grecia", "Ultra", "Cervantes" y "Tableros") será una entrevista concedida por Pierre Reverdy a Enrique Gómez Carrillo para "El Liberal" de Madrid -donde Reverdy se atribuye la paternidad del creacionismo y acusa al chileno de antedatar la plaquette El espejo de agua (Buenos Aires, 1916)- la que gatille toda clase de discursos a favor y en contra del chileno (16) . Guillermo de Torre abogará primero a favor del poeta y luego tomará el bando opuesto para entonces dejar muy en claro su posición en su polémico libro Historia de las literaturas de vanguardia;(17) en todo caso, esta "guerrilla literaria" no aportará más que confusión y animadversiones que poco o nada tienen que ver con la real dimensión de la obra huidobreana. Lo que sí es conveniente aclarar, es que desde el año 1919 los ultraístas habían manifestado su interés por separarse de los lineamientos creacionistas, como queda explicitado en un texto de José Rivas Panedas publicado en la revista "Cervantes" y titulado Protesto en nombre de Ultra (18):

 

 

"(…) el creacionismo, es algo bien concreto, al menos

una cosa muy concreta al lado de nuestro Ultra, que no

nos cansaremos de repetir, que no es un dogma ni un

modo. El creacionismo sí (…)"(19)

 

Lo que evidencia justamente una de las críticas más certeras de Vicente Huidobro a la vanguardia peninsular: su falta de carácter, de homogeneidad, su carencia de una idea central, de un eje que de alguna manera particularice y distinga la apuesta del ultraísmo de las otras corrientes de la época. Un problema que apunta a esa facultad receptora de ultra a todas las innovaciones al uso (futurismo, dadaísmo, expresionismo, creacionismo), pero que no logra decantar en la opción concreta ni menos en la práctica poética (20).

El año 1921 está marcado por la aparición en Madrid del primer número de la revista "Creación, Revista Internacional de Arte" (fundada y dirigida por Huidobro, que vio la luz en abril) y cuyo contenido incluía poemas y artículos en diversos idiomas, partituras musicales e ilustraciones de Braque, Gris y Picasso entre otros (21). Poco o nada ha quedado registrado de la resonancia de esta publicación, aunque es necesario consignar que tanto Larrea como Diego la citan como otro de los instrumentos que allanaron el camino a la introducción de las ideas vanguardistas. Cabe destacar que éste es el año en que Huidobro conoce personalmente a Gerardo Diego y Juan Larrea, iniciando la ya mencionada amistad que se mantendrá inalterable aún en los momentos más álgidos de las diversas polémicas.

En última instancia hay que señalar otro hecho importante acontecido en ese viaje: se trata de la conferencia pronunciada en diciembre por Huidobro en el Ateneo de Madrid -presentado por el poeta Mauricio Bacarisse- y cuyo título (como acreditan los recortes de prensa del propio autor (22) "Estética Moderna" intenta reafirmar la importancia del creacionismo en el contexto de las literaturas de vanguardia. El interés y vigencia del texto será tal, que Huidobro lo publicará en 1931 como prólogo a uno de sus libros más significativos, Temblor de cielo.

 

Un fracaso inexplicable: el viaje de 1931

 

En los meses de enero y febrero de 1931 Huidobro reside una vez más en la capital de España (23). Asiste a recitales poéticos (entre los que cabe destacar "Poeta en Nueva York" realizado por Federico García Lorca), proyecta publicar nuevas revistas, polemiza con Luis Buñuel, se aleja de los escritores del grupo del 27 y publica dos de sus libros más importantes: Altazor y Temblor de Cielo (24) en dos casas editoriales de gran prestigio en el ámbito literario español. Estos libros, tal vez los más destacados de toda la producción huidobreana, no merecen mayor atención de la crítica. Como ya ha sido usual en la prensa madrileña, las reseñas sobre la obra del chileno destacan por su ausencia. Hecho singular, inexplicable (o solo explicable por las múltiples enemistades granjeadas por el poeta en sus anteriores visitas) que se asemeja a otros silencios y cegueras sufridos por escritores importantes. No es este el espacio indicado para realizar una valoración de textos tan determinantes en el panorama de la literatura escrita en lengua castellana, pero llama la atención profundamente que del poeta sólo se recojan una entrevista realizada por César González-Ruano en "El Heraldo de Madrid" (25) (cuando aún no aparecían los libros mencionados) y un par de notas sociales donde se relata un banquete ofrecido en su honor por un grupo de poetas y amigos(26). Al revisar la trascendencia de Altazor (y a la luz de lo que hoy señalan y destacan los propios poetas españoles) es casi increíble tal pobreza de recepción crítica.

Lo que aparece como incuestionable es el gran aprecio que Huidobro sentía hacia España y hacia muchos de sus artistas y escritores, aunque no recibiera un reconocimiento abierto, el poeta chileno expresará siempre su admiración y afecto. La siguiente ocasión en que regrese a la península - en medio de la guerra civil - lo explicitará tanto en sus poemas como en diversos artículos y discursos.

 

 

 

 

1936 - 1937: Guerra civil y Congreso de Escritores Antifascistas

 

 

Inaugurada la Segunda República española el 14 de abril de 1931 (sólo un par de meses después que Huidobro regresara a París) los enfrentamientos entre diferentes posturas ideológicas no tardarían en hacerse presentes. Luego de gobiernos inestables y una polarización cada vez más extrema, en 1936 estalla la guerra civil comprometiendo a un número impresionante de intelectuales y artistas en favor de la causa republicana. Huidobro, quien había ingresado a las filas comunistas en esa misma década (y a las que renunciaría poco más tarde, con una gran desilusión motivada por el increíble pacto germano- soviético firmado por Ribentropp y Molotov en 1939) no deja de conmoverse por la tragedia española y declara muy enfáticamente su adhesión al bando republicano, viajando desde Chile hasta la península en 1936, el mismo año en que se inicia la contienda (27)

Su participación en la guerra es muy similar a la de un gran número de poetas españoles e hispanoamericanos: discursos políticos, entrevistas, declaraciones a la prensa, lecturas de poemas, etc. (28). Incluso arenga a las tropas nacionalistas desde un coche blindado, mediante un altavoz, en los frentes de Madrid y Aragón instándoles a desertar del bando rebelde para "pasarse" al republicano (muchos escritores como Rafael Alberti, Miguel Hernández y hasta Antonio Machado, realizarían una labor similar en distintas radios leales). Su pasión se desborda por lo que considera una traición terrible a la voluntad del pueblo. La mayor parte de sus declaraciones subraya este punto agregando, en ocasiones, la necesidad que el continente americano y europeo se comprometan a salvaguardar la integridad de la República y sus conquistas políticas y sociales.

1937 se inicia para Huidobro con el recrudecimiento de las antiguas rencillas mantenidas con Pablo Neruda. Diferentes cartas firmadas a favor y en contra de ambos chilenos enconan aún más las posiciones. El asunto intenta zanjarse más tarde con otra misiva dirigida a Neruda y a Huidobro y firmada por un número considerable de intelectuales europeos y latinoamericanos. En esta se les solicita que depongan sus diferencias en pos de la causa común que los une, la defensa de la República española (29).

Este año será el último en que Huidobro visite España. Sin saber que se trata de una despedida, asiste como representante de Chile al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (celebrado en Valencia, Madrid y París, sucesivamente). Allí se reúne con antiguos amigos y conoce a otros con quien luego constituirá estrechas relaciones (el caso de André Malraux, por ejemplo). Sirve de corresponsal para algunos periódicos chilenos como "Frente Popular" y "La Opinión" de Santiago (30) y escribe algunos poemas alusivos al conflicto que publica, junto a artículos, en revistas tan importantes como "El Mono azul" y "Hora de España".

De regreso a Chile, continuará su labor de respaldo a la República, denunciando la intervención italiana en España de algunos aviadores que están en gira por Sud-América a través de su poema "Fuera de aquí"(31) (publicado en el diario "La Opinión" y que le cuesta una agresión física en la puerta de su casa por parte de simpatizantes de Mussolini). Igualmente, proyecta editar un libro titulado Salud, que nunca fue publicado, con entrevistas a figuras relevantes de la República (Miaja, "la Pasionaria", Líster, Lluis Companys, "El Campesino", etc.) y algunos de los escritores integrantes de las "Brigadas Internacionales".

Es posible afirmar que el compromiso de Huidobro por España sólo es comparable al que meses más tarde de terminada la guerra civil lo vinculen con la defensa de Francia y de Europa de las agresiones nazis y fascistas.

Como conclusión a estas páginas dedicadas a la relación del poeta chileno con España, es menester subrayar el papel determinante de Huidobro en el necesario agiornamento de los escritores peninsulares con sus colegas europeos. Los estímulos y el ejemplo del autor de Altazor son incuestionables a la hora de realizar un balance justo del desarrollo de la vanguardia española. Por último, su compromiso con las reformas sociales de la II República española y su defensa incansable por la supervivencia de lo que ésta representaba deben hacer meditar en torno a la idea del poeta de la indispensable ligazón de la península con el resto de Europa. Luego de muchos años de aislamiento, tanto los intelectuales y artistas españoles como los políticos y la gran mayoría de su población llegarían por fin a una conclusión similar.