ENTRE LAGARTAS, POEMARIO DE VERÓNICA ZONDEK. GRABADOS DE GABRIELA VILLEGAS

por 

Verónica Zondek 

Gabriela Villegas  

Entre lagartas es el resultado de un trabajo colectivo entre la poeta Verónica Zondek y la artista plástica Gabriela Villegas

 

VERÓNICA ZONDEK (1953) nació en Santiago de Chile, donde reside actualmente. Ha publicado hasta ahora los siguientes libros: Entrecielo y Entrelínea (Minga, Stgo., 1984), La Sombra Tras el Muro (Manieristas, Stgo.,1985), El Hueso de la Memoria(1ª y 2ª ed. Ultimo Reino, Bs. Aires 1988, 1995), Vagido (Ediciones Museo del Rayo, Colombia, 1990; Ultimo Reino, Bs. Aires, 1991), Cartas Al Azar (Muestra de poesía chilena en colaboración con María Teresa Adriasola (Ergo Sum, 1989), Peregrina de Mí (Cuarto Propio, Stgo.,1993), Poemas (Traducción de poemas de Derek Walkott, Bajo el Volcán, Stgo., 1994), Membranza(reunión de todos los libros de poemas publicados hasta la fecha, Cuarto Propio-Cordillera, Stgo.-Canadá, 1995).

 

GABRIELA VILLEGAS nació en Santiago el año 1960. Estudió Pedagogía en Artes Plásticas en la Universidad Austral de Chile (1984) y Licenciatura en Artes Plásticas, con mención Pintura, en la Universidad de Chile (1989). En el año 1990 ingresa al Taller 99 de Grabado. Ha participado en exposiciones colectivas de pintura y Grabado en el Museo de Arte Contemporáneo; Galería Posada del Corregidor; EN ART Estación Mapocho; Instituto Cultural de Providencia; Instituto Cultural de Las Condes; Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar; Centro Cultural de España; La Sebastiana, Valparaíso; La Chascona, Santiago-Chile. Primera Muestra Latinoamericana Miniprint en Rosario, Argentina. "Le Moulin" Francia, Centro Pedagógico y Cultural Simón I. Patiño de Cochabamba y Museo Nacional de Arte de la Paz Bolivia; Instituto Cultural Peruano Norteamericano, Lima, Perú; y Arte Sudamericano en la Galería Bieslko-Biala BWA Polonia.

ENTRE NOS

El arte permanece fuera del tiempo, inalterable, a no ser por el ojo que lo ve. Así también el polvo, magna manifestación de la muerte. Entonces, es posible decir que el deseo de «hacer» arte no es sino el deseo de «hacer» muerte, espacio en donde el sosiego es absoluto.

 

Así, es ineludible para mí, el caer al abismo que se abre al mirar esta serie de lagartas, divertimento extremadamente personal de la artista, que, involucrada en los infinitos juegos y disfraces de sus creaturas, termina por borrarnos la sonrisa e incrustarnos en lo inevitable. Es ahí donde quedo atrapada, en esa grieta imborrable y sonriente que Gabriela Villegas me planta en el camino, y que amable, me obliga a transitar. Pero a diferencia de ella, no puedo sonreír. Los gestos y malabarismos de esas reptiles se me graban en la mirada y me agarran por el dedo hasta hacerme necesario el rastro sobre el papel. Entonces, enlazadas en interminables conversaciones, surge este doble juego, donde el arte no es más que remedo y búsqueda de la angustia que late en los intersticios. De la nada a la nada, de la oscuridad a la oscuridad y en el pliegue de estas muertes, la vida, que a veces nos encandila. Porque, qué es el arte sino ese camino inefable que de pronto nos toma para obligarnos? Qué, sino el deseo de signar la inconmensurable oscuridad? Qué, sino el intento de dejar un rastro, una huella que venza el olvido? Memoria, en este caso, arañada sobre una dura plancha de metal. Ansiedad restringida a un plano donde la fantasía hiere a la dolorosa realidad. Ineludible entonces mi deseo de entrar en diálogo, acaparar esas creaturas que me dicen, me tocan hasta la desnudez, hasta el insomnio de sus cuerpos fríos que buscan, como yo, escapar la precariedad. Dónde estamos, sino en medio de ese juego de lagartijas que busca la tibieza , y sobre todo, qué nos resta sino jugar y continuar?

 

Entonces, me enredo en la maraña, busco respirar, encontrar salida, para caer con o sin estrépito en otro túnel, otra huella, otra pregunta.

 

Hijos desmesurados del caos, del deseo y del conocimiento, todo amor se nos torna sufrimiento, toda vida se nos torna muerte, todo hallazgo se nos torna búsqueda, toda saciedad hambre, hasta mordernos la cola cual reptil, en ese círculo perfecto que construye un mundo y su contradicción.

 

Arte entonces, para penetrar sondeando el deseo, para mantenernos sobre la cuerda floja tendida entre esos dos oscuros que sostienen la vida cual ropa que se tiende a orear. Arte, para celebrar-soportar la brevísima victoria, sin sucumbir a la dulce tentación de la tiniebla.

 

Verónica Zondek

 

 

LA HILANDERA

Embebida en silencio 
leo su mano. 
Un fino hilo de muerte 
apunta 
del huso 
al dedo 
y viceversa. 
Hace y deshace. 
Prende 
vida y muerte con las uñas 
envuelta en delicado velo. 
Suspendida 
del día a la noche y viceversa 
en divagar atrapado 
y telaraña acezante 
fija el ojo en el hacer 
fija el aliento encanecido 
en un esfuerzo
y ya.

Eso piensa.

Fluye 
fluye sin descanso 
busca mantener el ritmo 
atrapa 
agarra por un minuto el vértigo 
hila 
hila sin retorno 
ve la luz que se infiltra 
que opaca la sombra 
fragmenta el deseo 
lo oculta. 
Una sonrisa impávida 
y los dedos finos 
mientras el huso gira 
atormenta 
traba la respiración 
empaña el vidrio 
somete al rito 
lo envuelve secreto 
controla la trama 
gira 
el huso gira 
gira enloquecido 
ella estira un dedo 
apunta abajo
certera 
incisiva 
reluce en el abismo 
se viste de brocado 
se abre de fauce 
cae 
cae el cuerpo 
aletea la cola 
hasta vibrar la huella entera.

Se detiene.

Inmóvil 
la hebra continúa.

 

 

LA SUMERSIÓN

Inmóvil
introduce su rostro en el espejo.
Abajo
acecha el miedo
el escalofrío envuelto en oscura manta.
Sobre la extensión acuosa del horizonte
aúlla una cola
plañe su desconsuelo
exige al cielo
clama su resurrección.
Desciende
se enfría
no alcanza el sol invertido.
Ve
sabe
que en la tiniebla
acecha el lodo amoroso
la esperanza de un calor a gotas
que le sube por el dedo
al brazo
por el brazo
a los ojos
que no consigue abrir.
No habla.
Piensa.
Medita en otra vida.
Recuerda el huevo primigenio
el antiguo hogar
el sol.
Se deja llevar.
Algo le dice que es un camino
que el fluir es sólo tiempo
y el tiempo acaba en la muerte.
Lodo
polvo
informe y tibio
antepasados húmedos.

Principio 
y fin.

 

DE CUERPOS ABATIDOS

La vida se carga sobre el propio hombro. 
La muerte carga a otros sobre la propia vida.
Si la vida es muerte entre paréntesis 
nacer es la única victoria. 
Después 
todo nos precipita extraños.

La luz nace de la sombra 
sólo para hacerla desaparecer. 
Escapa el ojo la lectura 
y se interna en el húmedo vientre del caos. 
Por voluptuosa tiniebla desciende el latido. 
Un magnetismo extraño ata la lengua. 
Los sentidos mueren sobre la tierra. 
Entonces 
verde en sus cantos 
iluminada entre las hojas 
plateada la sombra
mágica 
en súbita floración 
ella oculta el sudor
encarnece todo soplo
toda pulpa ruborosa
guarda el silencio
sube por la cola
por el dedo al hombro 
al ojo 
al encanecido cabello 
hasta ver la lombriz 
muda

sin 
misericordia.

 

ADÁN Y EVA

Un jardín perfecto es también una jaula. 
Observen como la luz se posa sobre el rocío 
y como el rocío ilumina la arboleda. 
Observen como la sombra es manantial para el descanso
y como fluyen en melodía los riachuelos.
Observen como deambulan sin rumbo esos seres
y como al alcance de la mano recogen el alimento.
Escuchen
escuchen el trino celestial de los alados
y el suave ronroneo de las grandes bestias.
Escuchen
palpen el siseo de la serpiente
y observen su caminar seguro por los senderos.
Bestia y hombre uno solo.
Los ojos lánguidos y desenfocados
las colas arrastrándose por el suelo 
la boca caída 
las manos inertes 
el sexo entero a la vista desinteresada.

El tiempo no existe 
no corre 
no corroe. 
El espacio no existe 
está encantado 
inmóvil 
esclavo de su perfección.

Veamos. 
Hay una manzana 
mas no es la que yo conocí. 
Está herida de muerte 
y sangra perlas de sudor. 
Debo saber su corazón 
tocar su piel reluciente con mis palmas. 
Quiero 
quiero mojar mi boca con su jugo 
y bañar mis labios con su aroma enloquecedor. 
Cierro los ojos. 
El goce es perfecto. 
Abro los ojos. 
El pudor me envuelve. 
Siento un leve cosquilleo 
un sube y baja por mi vientre 
la mirada de él viéndome 
recorriendo mi torso 
y esa bicha que mira 
como anotándolo todo 
como diciendo algo. 
-Gozo-
-sé que gozo- 
-sé-
qué palabra 
-conozco. 
Tengo miedo- digo 
qué hemos hecho. 
Sabemos- dijo 
-sabemos- 
y calló.

Caminemos- dijo. 
-Seamos el mundo-.

 

EL BESO DE LA MUERTE

Una pequeña torción de su cuerpo
y ya
está atrapada. 
Verdes 
lacias 
sus escamas relucen 
viscosas en el rechoque de dientes. 
Una lengua 
larga
dividida 
penetra 
socava hasta infiltrar el vacío 
la oquedad oculta entre huesos 
el suspiro que sale por el ojo ciego 
el inútil deseo cogido entre los pechos 
prendida entre el ropaje 
el cuello ansioso 
la mirada ausente 
la trampa ahí 
la trampa aquí en la carne tibia 
en la mano que acerca el silencio
hasta hacer rendir el pequeño gesto de voluntad.
Miedo
pujo
pasión tremenda 
huestes 
quejidos 
gritos furibundos 
satisfacción 
y ratonera.

Una vida en manos de la muerte.

 

SAN JORGE

Triunfa la bella en combate desigual. 
Con desgano invasor 
toma entre sus finos dedos un palillo. 
Desgarra a la bestia pequeña 
la nacida en día claro.

Entonces grita 
-al abordaje!- 
y en galope 
le atraviesa la lengua 
le azula el hueso 
le marca el grito 
mientras cuatro patas gimen impotencia. 
El broderie negro de la recatada 
envuelve fabuloso el casi desgano 
llovida la desidia feroz 
en el aliento aún tibio de la derrotada.
Muerte 
a caballo 
en colérico desbande 
a destajo 
desciende 
arremete 
acaba el pálpito hasta la entraña. 
Entonces 
me pregunto 
si el latente bicho es el mal 
y la desabrida y elegante muerte 
la bondad misionada para matar,
cuál es el terreno que nos resta?
Y si la dama con su arma punzante 
crea el espacio de la muerte 
y la tierra recibe abierta el don de la sangre fría 
y nutre el vientre que mece a la bestia 
entonces, 
cuál es el drama 
que se explica a sí mismo?

 

 

de: Entre lagartas (Santiago, Lom, 1999)