Parecía que los motores tenían otro sonido, y allá abajo se divisaban unos pobres sauces raquíticos. - "Mira, ése es Santiago", - "No, no puede ser si aquí los árboles son grandes y frondosos", - "No te digo que es...", - "Señores pasajeros, estamos prontos a aterrizar en Santiago de Chile". Y bastó pestañear para llegar, después de doce años en Francia, doce años en que hasta el aeropuerto había cambiado de nombre, y mucho había mitificado en mi memoria. Porque en el exilio en Francia, todo lo que se relacionaba con Chile era bello, grande, sabroso, y en esos años de ausencia yo soñaba con volver a comer frutas, mariscos, guisos oriundos; imaginaba el cielo azul sobre las montañas, nuestro horizonte santiaguino; aspiraba a recorrer calles ya familiares y me prometía conocer sectores de la ciudad que nunca había caminado; deseaba volver a oler flores, comidas, tierra, mar..., pero, ¿cuándo?, ¿cuándo partiría Pinochet?, ¿cuándo podría volver a Chile?
Bianchi, S. (2000). Descubrimiento de (otra) América (sin recetas). Cyber Humanitatis, (15). Recuperado a partir de https://cyberhumanitatis.uchile.cl/index.php/RCH/article/view/9018