LAS CRÓNICAS DE NARNIA: UNA LECTURA ECOLÓGICA

Por Consuelo Mafud, ónica
U. de Playa Ancha.

Fructificad y multiplicaos. Llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla (...) y toda bestia de la tierra, y todas las aves de los cielos; os serán para comer (Génesis: I:28-30).

El propósito de este ensayo es ofrecer una nueva lectura de Las Crónicas de Narnia, leyéndolas como una ecoteología y postulando a su autor como un profeta, un escritor para el tercer milenio que se adelanta a su época con visión amplia de futuro.

C. S. Lewis (Belfast 1898 - Londres 1963) es un escritor polifacético, ameno y muy fecundo, conocido en Chile por Las Crónicas de Narnia, siete libros de literatura infantil, escritos entre 1950 y 1956.

Fue Profesor de Lengua y Literatura en Oxford y Profesor de Literatura Inglesa Medieval y Renacentista en Cambridge; un erudito de los clásicos. Se destaca en el mundo de las letras como narrador de literatura fantástica y de ciencia - ficción, como ensayista, teólogo y crítico literario. Escribió sobre el amor, el dolor, el cristianismo y sobre Dios, después de su conversión, primero al teísmo y luego al cristianismo.

Lewis se preguntó cómo podía contarse el misterio cristiano, desde la Creación, pasando por la Redención, hasta el Apocalipsis, como si hubiera ocurrido en otro mundo, en otra naturaleza, en la Narnia de su imaginación, es decir, un relato histórico narrado con el lenguaje fundacional del mito.

Lewis tiene dos objetivos al escribir Las Crónicas de Narnia: entretener a sus lectores y, al mismo tiempo, sugerir analogías con el credo cristiano. Su éxito radica en la fórmula para entrelazar ambos.

Según Ignacio Valente, Las Crónicas de Narnia "no tienen la sutileza lógica - metafísica de Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carrol, ni la grandeza de El Señor de los Anillos, de Tolkien, pero poseen el encanto de una serie de miniaturas trabajadas con los hilos de oro de lo teológico y lo naif".

En Las Crónicas de Narnia los personajes son algunos niños londinenses trasladados a Narnia por diferentes medios mágicos, ya sean éstos los anillos del mago Andrew, un cuadro en la pared, la estación del ferrocarril o el aliento de Aslan; el resto de los personajes son los animales propiamente tales, ciudadanos de Narnia por derecho propio, divididos entre animales parlantes y no parlantes, diferenciación decidida por Aslan en el momento grandioso de la creación (cf. El Sobrino del Mago).

Narnia es el país encantado, mágico, autónomo, universo de fantasía creado por su autor para desarrollar espacialmente las aventuras maravillosas de los Amigos de Narnia. Se llega a él a través de la imaginación.

La fantasía es antropomórfica y los animales y sus costumbres son casi humanos, específicamente londinenses. Por ejemplo, la hora del té que disfruta Lucy en casa del fauno Tummus en el libro primero de la serie es perfectamente inglesa en sus detalles: Y realmente fue un té maravilloso. Hubo un rico huevo dorado para cada uno, sardinas en pan tostado, tostadas con mantequilla y con miel y una torta espolvoreada con azúcar.

Las criaturas de Narnia no sólo parecen humanas por sus gustos y costumbres o el amoblado de sus casas, además, son humanas en sus virtudes y debilidades, defectos que entraron en Narnia el mismo día de su creación, por error humano. Tummus no solamente tiene su biblioteca poblada de libros relacionados con la literatura terrenal, como ¿Es el Hombre un Mito?, Hombres, Monjes y Deportistas. Estudio de la Leyenda Popular o Las ninfas y sus Costumbres, sino que, sin darse cuenta lo humano que se ha vuelto, le miente a la niña, cultivando su amistad y confianza bajo falsas simulaciones, de las que se arrepiente a tiempo, afortunadamente. En La Ultima Batalla, clímax y apocalipsis de Narnia, Shift, el mono, es presentado como un dictador fascista cuya única preocupación es llenarse la panza de plátanos, naranjas y maníes en vez de preocuparse de gobernar con justicia y sabiduría. También los enanos, bajo el lema para los enanos y nadie más, personifican a los mercenarios en tiempos de guerra y a los xenófobos, con odio a los extraños, en tiempos de paz. Aún así, Lewis nos deja muy en claro que Narnia ha sido creada por y para los animales que, aunque antropomórficos, no son humanos.

Leyendo Las Crónicas de Narnia, podemos comprender que el lugar de la humanidad en la naturaleza (1), siguiendo el mandato bíblico, es un llamado a administrarla cuidadosamente, amorosamente, más que un permiso para explotarla en beneficio propio (cf. Génesis).

En cada Crónica hay dos personajes constantes y más longevos que la vida de los narnianos: el León Aslan y la Bruja, cada uno representando una posición ética que el ser humano puede elegir para enfrentarse a la naturaleza. Ellos concretizan la lucha dialéctica central del conflicto. El León y la Bruja entran en conflicto en su lucha por el alma de Narnia. Aslan representa una actitud protectora y amorosa hacia la naturaleza, en cambio, la bruja (llamada Bruja Blanca, Bruja Verde o Jadis), personaje bello y seductor a diferencia de otras historias para niños en las que la Bruja es fea y odiosa, representa una actitud de dominio perverso de la misma con fines egoístas, de provecho individual. Mientras tanto, los simple mortales, ya sean los Amigos de Narnia o los propios narnianos, deben elegir a quién quieren seguir. Esta elección es crucial porque ellos están a cargo de Narnia y su posición ética en relación con ella determinará el destino final de ese universo.

Al observar la creación de Narnia en El Sobrino del Mago, escuchamos una voz en medio de la fría, obscura y vasta Nada, que se hace más patente cada vez, llamando a Narnia a la vida. Es Aslan, el León, quien crea a través de su canción iluminando el vacío con estrellas y afirmándolo con rocas y montañas. Aslan no desaparece de Narnia después de su creación; se pasea por su universo y su canción suave y ondulante amuebla las colinas con verde pasto. Cuando su canción se torna más salvaje salen burbujas de la nueva tierra de las que, al explotar, emergen los animales de dos en dos, de todas formas, tamaños y especies y a algunos, Aslan les otorga el don de la palabra. Poco después se oye la orden mágica, total, anhelada: Narnia, Narnia, Narnia. Despierta. Ama. Piensa. Habla. Sed árboles que caminan. Sed bestias que hablan. Sed aguas divinas.

Diosas y dioses del bosque, faunos, sátiros y enanos, el dios de los ríos y sus hijas, las náyades, todos respondieron a este maravilloso llamado. El gran pacto ha sido sellado: la naturaleza, los animales y el hombre deben obedecer y vivir en perfecta armonía, cada uno en su lugar, colaborando con su creador.

Luego, al igual que en el Génesis, les hace entrega solemne de su creación para cuidarla, amarla, disfrutarla y protegerla; nunca para explotarla: Criaturas, les doy su propio ser. Les doy para siempre esta tierra de Narnia. Les doy los bosques, las frutas, los ríos. Les doy las estrellas y les doy a mí mismo. También las bestias mudas, a quienes no he escogido, son de ustedes. Trátenlas con ternura y quiéranlas, pero no vuelvan a adoptar sus hábitos o en castigo dejarán de ser animales parlantes. Pues de ellas provienen ustedes y a ellas pueden retornar (p. 103). Es el mandato terrible que implica el libre albedrío. Degradarse o no depende exclusivamente de cada uno. Son libres para elegir entre el bien y el mal. Desde el punto de vista ecológico, son libres para amar y respetar la naturaleza o para explotarla y destruirla en su propio beneficio, arriesgando la armonía cósmica.

Luego, como tarea prioritaria, Aslan designa a los primeros gobernantes de Narnia. Los nombra Rey Frank y Reina Helen. Ellos rechazan la designación en principio, por no poseer suficiente educación (eran el chofer y su esposa en Londres), pero a Aslan le preocupan otros aspectos más importantes que el nivel social o la realeza para ser buen gobernante. Esto se desprende de las preguntas que les hace para confirmarlos en la pertinencia del cargo:

¿Puedes usar la pala y el arado, y sacar alimento de la tierra?(...) ¿Puedes gobernar a estas criaturas con bondad y justicia?(...)¿Enseñarías a tus hijos y nietos a hacer lo mismo?(...) ¿No tendrías favoritos ni entre tus propios hijos ni entre las demás criaturas? ¿Y si hubiese guerra, serías el primero en el ataque y el último en la retirada?. Entonces habrás hecho todo lo que un buen Rey debería hacer (pp.120, 121).

El mandato ecológico es claro. La tierra debe ser usada para obtener alimento y las criaturas deben ser amadas y protegidas. De hecho, el narrador nos cuenta que hicieron un buen reinado, hicieron buenas leyes, mantuvieron la paz, salvaron a los árboles de talas innecesarias (...) (p.70).

El conflicto central en cada Crónica surge de la lucha entre el bien y el mal. Cada Crónica se inicia en el momento en que la Bruja pone en peligro la felicidad de Narnia, armonía que es restaurada por Aslan y la colaboración de los niños. Estas victorias ocurren a través de guerras santas, mientras que la bruja tiende a trabajar por medio de engaños y subterfugios.

Aslan, el Hijo del emperador de los Mares, es un Creador en El Sobrino del Mago, un Redentor y Salvador en todas las Crónicas y un Juez en La Ultima Batalla. Desde el punto de vista de la tensión dramática, el rol de Juez es el más atrayente. Narnia, en la última Crónica está más allá de la ayuda que pudieran brindarle los niños. El tono del discurso narrativo se hace obscuro y violento. Aquí ya no hay el auxilio providencial de la primera Crónica ni el himno a la vida de El Sobrino del Mago. Se siente la cercanía de Aslan pero para producir el Apocalipsis final, El Anti-Aslan, llamado Tashlan, se ha apoderado de los espíritus de Narnia. Es hora de separar el buen trigo de la cizaña. Aslan destruye Narnia con el rugido del Gigante Tiempo, llamando a las estrellas de vuelta a casa, llamando a enormes dragones y saurios para que devoren el obscuro paisaje narniano y conduciendo a los que han sido fieles a su mandato a la Narnia final, a - histórica, que queda further up and further in (más arriba y más adentro) en donde el mal no tiene cabida.

Mientras nuestra civilización y cultura avanza con dificultad hacia el tercer milenio, mientras la era del genocidio llega a su fin, mientras la cultura de la muerte avanza aceleradamente hacia el final, nos detenemos para preguntarnos por el futuro, por el camino a seguir y es en este momento en el que precisamos de los profetas. El profeta, a diferencia del historiador, no mira ni el pasado ni el presente, sino que escudriña el horizonte con visión amplia y nos alerta, nos previene, nos anticipa lo que podría llegar a suceder.

Según Peter Kreeft (2) , dos son los libros más proféticos del siglo XX. Uno es La Abolición del Hombre, de C. S. Lewis y el otro es Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley. La ventaja de Lewis sobre Huxley es que el primero es un escritor profundamente cristiano y, por lo tanto, se compromete con la esperanza, llama a la elección moral y ofrece una alternativa positiva de solución al conflicto del futuro.

En La Abolición del Hombre, el autor denuncia la falacia de la conquista del hombre sobre la naturaleza, frase que usamos a menudo para describir el progreso de la ciencia y la tecnología. Aquello que llamamos poder del hombre, es en realidad, el poder de unos pocos hombres ejercido sobre unos muchos. Estos pocos hombres permiten, si les conviene, que algunos se beneficien con ese poder de su propiedad. Por ejemplo, la mayoría de nosotros es objeto pasivo del poder de las telecomunicaciones, nosotros no lo ejercemos, lo sufrimos, somos sus pacientes, sus víctimas. Sólo unos pocos poseen el poder aéreo, lo manejan y lo manipulan; nosotros debemos pagar para poder usufructuar de él de vez en cuando. La ciencia es cómplice de este engaño también: el poder de elegir nuestra forma de vida haciendo uso o no de los anticonceptivos, dice Lewis, refleja exactamente el mismo esquema; sólo unos pocos deciden y ejercen el poder sobre los otros millones que no han nacido, a los que se les niega la existencia sin escuchar su voz, desconociendo su voluntad o su derecho a ejercer su poder de decisión.

Proféticamente Lewis anuncia la Abolición del Hombre como ser humano, de seguir en esta carrera de endiosamiento de la tecnología, del materialismo y del racionalismo por sobre los valores humanistas, cristianos y afectivos y le encarga a la educación, especialmente a los educadores, esta magna tarea. De la misma manera, ha anunciado que nuestro mundo será destruido si no aprendemos a respetarlo, cuidarlo y gobernarlo con sabiduría, al igual que nuestra humanidad, si no rescatamos los verdaderos valores universales impresos en el Tao o Ley Natural.


 

Bibliografía.

Kreeft, Peter (1994) C.S.Lewis for the Third Millennium. Innatius Press. San Francisco.

Lewis, Clive Staples (1982) The Narnia Chronicles. Harper Trophy, New York.

Lewis, C.S. (1987) Las Crónicas de Narnia. Andrés Bello, Santiago de Chile.

Niiler, Lucas Paul (1995) Green reading: The Land Ethics of Lewis and Tolkien.University of New York, Buffalo.

Mafud, Consuelo (1999) Las Crónicas de Narnia: una teodicea. Tesis para optar al grado de Doctora en Literatura. Universidad Católica de Valparaíso.


NOTAS

1. Por naturaleza entenderemos todo lo creado y que puede continuar existiendo sin la influencia de los seres humanos. Un árbol es naturaleza, pero un bonsai no lo es; las reacciones instintivas lo son, en cambio el gusto artístico adquirido no cabe en este concepto, siguiendo la definición de Paul Niiler.

2 Peter Kreeft (1994) C. S. Lewis for the Third Millenium. Ignatius Press, San Francisco, U.S.A.