DESDE EL UMBRAL. 

Presentación al libro Bahía Inútil, de Alejandro Zambra

Ricardo Ferrada Alarcón

I

Un estudiante aventajado de Umberto Eco aportó a su maestro la noción de que entre el autor empírico o real, y el autor modelo, que no es sino el resultado de una estrategia textual y, por esa misma razón, un soporte relativamente útil para cierto tipo de investigación literaria, existe además una tercera figura de orden fantasmal, que puede acercarnos a ciertas consideraciones en el análisis o examen crítico de una obra. Es lo que él llama autor en el umbral, situado precisamente entre el autor y el texto, es decir, el umbral entre la intención de un ser humano y la intención lingüística mostrada en el diseño de su obra.

Como esta no es la ocasión para entrar en el análisis teórico puro, cuestión que me propongo cumplir hasta donde sea posible en lo que siga, confieso que me apropio y modifico el concepto, por única vez, y opto par a hablar en estas páginas más bien como un lector en el umbral.

Ese umbral, entonces, puede ser entendido como el campo perceptivo desde el cual me instalo para entrar a Bahía inútil de Alejandro Zambra, donde los límites de obra y autor se me aparecen fusionados. Hago esta afirmación en la medida (y el riesgo crítico), que sé con certeza, desde mi propio umbral, que esa frontera la desdibuja y funde (o funda si se quiere), la palabra, dicho de otro modo, veo en este libro un rasgo consistente cuyo soporte es la evidencia de una acción poética que conozco y he compartido.

Esa suerte de estar en cierto secreto al presentar Bahía inútil de Alejandro Zambra, que funda mi propio umbral, me define también lo particular de esta presentación, que en el fondo no es sino la familiaridad de aquellos que com-parten la poesía y celebran a uno de los suyos.

Por último, ese umbral del cual habla Umberto Eco, me interesa en tanto configura una posibilidad para situarme en un acceso de tránsito y de proceso de un poeta y su primer libro, justifica, si se quiere entender así, mi lectura, que en ningún caso busca el despojo en el análisis, sino mostrar lo virtuoso de sus poemas, en la familiaridad de una celebración.

Espero, después de todo lo anterior, que la expresión, ciertamente, no moleste a nadie, aunque no dejo de recono-cer mi posición privilegiada como presentador, en la cual el debate es igual a cero. Lo importante en todo caso es que, esa noción de lector en el umbral, me permite señalar cierto registro, la experiencia de lectura desde el cual me ubico en mi sencillo aunque no inocente rol de lector de un libro de poemas.

 

Después de todo, la poética

La exactitud fundamental del aserto es la única moralidad de escribirlo.

           Ezra Pound

 

II

Una simple premisa lleva a decir que llevamos el mundo a cuestas, no por difícil o escarpado, sino por llevarlo en los ojos, el recuerdo y la palabra que lo nombra y representa. Cuando hablamos de mundo, siempre es lo externo, lo ajeno, la idea del mundo es otros, también es ese algo en el cual nos movemos y nos percibimos. En esto hay un hecho curioso, pues la cercanía o la certeza de las experiencias se sostienen en las palabras. No es necesario llevar en el bolsillo o la mochila los objetos, los sentimientos, los recuerdos, o los países que se conocen con su aventurada historia para hablar de ellos, pues los portamos o traspasamos en algo más simple, las palabras. Es cierto que también está la elección del silencio.

Es legítimo entonces, para el caso que nos ocupa, decir que en el poema también se encuentra eso diverso y ajeno, que quiere constituirse en vez de lo otro que nombramos. Por lo mismo, el poema desborda la experiencia de su lectura.

De aquí surge en mi opinión una condición inevitable y casi fatal de toda escritura, esto es, la presencia de la necesaria ironía en el texto. Esa ironía se explica como vacío y suplantación: se manifiesta o dice una cosa que quiere más bien decir algo distinto. Pues bien, esevacío se llena en la lectura, o en la experiencia de hacerse poeta mientras se vive y escribe. Operar con las palabras, hacer con ellas entrega un sentido. La Poesía es una forma de acción.

Imagino el trabajo de armado del libro, el levantamiento de su arquitectura, no del texto poema, sino del libro: textos seriados, donde cada uno agrega una tonalidad a la voz, el concepto que los genera y sostiene, una exposición de una gran imagen, de una especie de retablo o de trípticos en una madera de aromas. De ahí nacen sus secciones, perfectamente conjugadas en la suspensión de su tiempo y un transcurso que se construye y adivina: I: El lugar de la ventana, II: Antes del viaje a la Bahía inútil. III: La cáscara y la nuez. IV: Gavia.

Y entonces 
volverás a encontrar
el lugar de tu ventana
Volverás a ser
El reflejo de una lágrima
Entre las olas
de la tormenta.

La segunda, Antes del viaje a la Bahía inútil, muestra textos en prosa, una suerte de anotaciones de un diario, que describe la noche anterior al viaje, anotaciones que se justifican en la medida que le permiten al sujeto poético vencer el miedo a navegar y olvidar. De ahí que comience a describir su habitación: umbral, pared, ventana, una fotografía, descripciones que se levantan como textos de la sección, que finaliza con una nota (ficticia), en la cual se da cuenta de un manuscrito encontrado en la cama de la habitación y las instrucciones de qué hacer: romper la hoja.

Los poemas de La cáscara y la nuez son parte de un rasgo significativo en el libro; el "Primer cuaderno provisorio" y el "Segundo cuaderno provisorio", más el llamado "Poema en un libro vacío", observamos distin-tos niveles en la expresión del sujeto poético, lo cual ya se había producido en la forma apelativa del poema "Viaje de Laertes". Destacamos aquí este aspecto, por cuanto es funcional a la adecuación de la ficcionalidad del discurso, el transcurso que es viaje y proyecto (in)acabado, en la medida que gran parte de los poemas son una forma relacional y un libro que se termina.

Ese término es Gavia, donde nos encontramos con la forma invocatoria de la "Oración", que formula la solicitud de liberación:

Señor, 
El mar es un lugar que continúa
Deja que carguemos nuestra porción de noche
Haz que el mar se libre de nosotros.

Sabemos por experiencia que, cuando se escribe, aparece el capricho de la palabra, esto es, su naturaleza que es el decir, mostrar, proponer(se) como acto y como arte. En tal sentido, el poema tiene como única moralidad la evidencia, donde se sobrepone el juego de su ironía, en ese decir otra cosa de lo que parece estar diciéndose, pero que no es el chiste ciertamente.

Prefiero pensar en el espacio entre nosotros y la situación que lo enmarca, generado por la palabra, es decir, el espacio de los eventos que es tiempo y pausas. En Bahía inútil, esas pausas están marcadas por el sentido de la preparación del viaje, el recuerdo y el anuncio, el consejo y la despedida ("Viaje de Laertes").

Se entiende entonces que ante la imposibilidad de darnos el lujo de la realidad plena y pura, tenemos el poema que sugiere ese nexo con las formas y las múltiples experiencias, su articulación interior y el espacio que las une, para sobrepasar la semejanza y la inmediatez de lo concreto que simplemente nos aturde y ciega. Llegamos así al esquema esencial.

De ahí el deseo de despojo de lo innecesario, la llegada a la imagen limpia que cuelga y se posa en la página, el texto, el poema concreto y vivo. En Bahía inútil hay bastante de esto, como en "Propiedad de la espera":

Trata de sentir el suelo
Sus pies se hunden en la arena seca
Busca sus pies
Detiene el movimiento de sus manos
Ha encontrado sus pies pero no los mira
Todo es igual a como era antes
Necesito explicar que es así,
que todo es igual a un momento anterior,
doloroso.
Supongo que hay mar ante sus ojos
y que ella mira el mar
Como mira el centro de un espejo difícil.

Según se observa en el libro, es una práctica que se lee y escucha, vemos palabras que se asientan en el recurso de la búqueda, la poéticay la conciencia de estar haciendo poesía. Es adecuado decir por eso mismo que como poeta, Alejandro Zambra hace suya la tradición en ese sentido, luego, no es ajeno a la historia poética y los eventos que pa-recen cubrirla, es la presencia del pasado literario mientras hace lo propio.

La tradición, en el Harold Bloom de Los vasos rotos, hace que el poema sea un acto incluido en una tradición de enunciados, vale: la condición intertextual de todo poema.

En el caso de Alejandro, que lo digan sus epígrafes, su propia escritura, marcada por esa aparente distancia del sujeto iniciada en la poesía moderna, o la perspectiva ubícua del sujeto, para poner primero la mirada y su referencia, una especie de vaciamiento de la subjetividad para instalar la sensación pura.

Para el mismo Bloom, la poesía, al igual que la crítica, es conflicto y crisis, celos proyectados y la pulsión de muerte, el horror y la fascinación del incesto.

¿Qué hay en Bahía inútil?