Pícaras y pulperas: las otras mujeres de la Colonia.

Autores/as

  • Raquel Rebolledo

Resumen

Los gruesos muros de adobe, con ventanas que trataban de captar al máximo la luz, pero que no lograban satisfacer la necesidad de tibieza y luminosidad para los amplios salones y dependencias de las casonas coloniales, impedían que las damas aristocráticas - rodeadas de cuidados, temerosas del sol que podía ajar su delicado cutis, ausentes de las calles, pues ello era de mal gusto, enclaustradas para protegerse mas bien del qué dirán - salieran a disfrutar de una tarde de cálido sol o de fresco viento otoñal. Las pálidas señoras fueron formadas dentro de una estructura moral que impedía que se desenvolvieran abiertamente, expresando sus intenciones y deseos, más que con la mirada, con el cuerpo entero, con la sinuosidad de sus curvas o con la sensualidad de los movimientos. Esta dura imposición que limitaba su desarrollo personal y las desplazaba a ocupar roles de escasa preponderancia en la toma de decisiones limitó su participación más activa en cuestiones de gran importancia.